domingo, 12 de agosto de 2007

El amor a los 15 años

Tengo una alumna que tiene 15 años (¡"pa´ 16", como recalca ella una y otra vez!). La conozco desde que tiene 10 y le doy clase desde que tiene 12. Tiene un carácter difícil, aunque probablemente bastante menos de lo que su padre se empeña en decir. La he visto evolucionar a través de estos tres años; y a estas edades los cambios de un año para otro suelen ser bastante marcados. Me ha costado mucho darle clase. Me ha costado mucho que hiciese lo que le pido que haga, o que me trate con el respeto con el que no es capaz de tratar a su padre. Pero la ha hecho; y con los años me he convertido en esa suerte de confidente, de hermana mayor que necesita cualquier chica de esa edad que no tiene una presencia materna.

Los años anteriores sus peticiones de consejo se cernían a la relación que tenía con sus amigas. Que si "yo era su mejor amiga y ahora ya no lo soy", "me han dejado de lado porque me castigó mi padre sin salir", o "nos gusta el mismo niño". Muy típico todo. Este año ha pasado a una siguiente etapa, pero también de lo más típica.

La semana pasada me pidió consejo sobre un chico. "¡Estoy enamoradísima! Pero no sé si él me quiere como su amiga o como algo distinto". Yo, estúpida de mí, no estaba lo suficientemente atenta al trance por el que la niña estaba pasando. Yo, doblemente estúpida de mí, haciendo buen uso de mi semi recién adquirida madurez, me olvidé de lo que es tener 15 años, y le quité hierro al asunto, diciendo lindeces como: "Ay, no volvería a tener tu edad nunca", o "menos mal que te harás mayor algún día". ¡Por Dios!

Si bien es cierto que luego me aflojé un poquito y recordé que probablemente no le vendría mal un buen consejo. "Hazlo rabiar. Dale celos, sin que él note que lo haces con esa intención. Háblale, desde la amistad, de otros chicos. Díle que te gusta un chico y que no sabes que hacer". Claro que de lo que no me di cuenta fue de que eso iba a generar más dudas: "¿Y si le da igual? ¿Y si me dice que él me ayuda a conseguir a ese otro chico?".

¡Ay! ¡Bendita adolescencia! Pero, en realidad, ¿difiere tanto de las etapas siguientes?

En mi etapa más adolescente era demasiado tímida. Me ponía colorada por cualquier cosa, si me miraban, si me hablaban, etc. Mi mejor arma era la amistad. Tenía buenos temas de conversación y siempre supe divertirme. Pero fue una época en la que fui, quizá demasiado tiempo, "la amiga de ...", "la rubita", o cosas por el estilo. No me gustó; para que voy a negarlo. Hasta que desperté... aunque muy poco a poco.

La que le siguió fue muy divertida, aunque con un gran toque de dramatismo, que es como se tienen que vivir las cosas a esas edades. Conocía a chicos, pero no terminaba de cuajar. Sufría lo indecible intentando entender qué era lo que tenía de malo o lo que hacía mal como para no tener novio. Vi a todas mis amigas tener uno o más novios; y ha habido momentos en lo que he sido la única sin pareja. Tardas en aprender a disfrutar de una situación así, y mucho más cuando sólo tienes 20 años, y no entiendes ni papa de lo que te rodea. Hasta que, de alguna manera, lo asumí, y comencé a disfrutar de mi situación de soltera empedernida (cosa de la que dejado constancia en estas páginas).

Rocé el cinismo absoluto con frases como: "Yo tengo buen gusto para todo menos para los hombres."

Hoy que sí tengo pareja, que estoy tranquila, sin dudas gigantes ni graves inseguridades, puedo afirmar lo equivocada que estaba. Sí tengo buen gusto para los hombres. Todos los hombres que han durado en mi vida algo más de una semana son grandes hombres (o eran futuros grandes hombres) sin excepción. Guapos, inteligentes, independientes, talentosos, cariñosos, buenos amigos. Esto no quita que yo haya tenido queja de ellos, ni ellos de mí. Hay cosas que duelen, pero es a lo que nos exponemos al tratar con otros seres humanos. "El acople es complicado", dice mi padre; y yo no puedo estar más de acuerdo. Que no haya salido bien con algunos de esos hombres estupendos con los que me he cruzado no significa más que no eramos adecuados el uno para el otro. Y es que que algo sea bueno no significa que sea bueno para nosotros.

Ha tenido que llegar un hombre aparentemente disitinto a mi vida para que yo me diese cuenta de todo esto. Pero es que sólo es aparentemente distinto, porque en lo demás es guapo, inteligente, independiente, cariñoso y buen amigo, y además, en estos momentos ( y espero que por mucho tiempo) es el adecuado.

Y por cierto, esta semana mi alumna volvió a hablarme de su vida sentimental: "Ya no me gusta ese chico. Ahora me gusta otro."
Lo dicho: ¡Bendita adolescencia y benditos 15 años!