lunes, 24 de septiembre de 2007

Nadie es perfecto

Hay que asumirlo: no somos perfectos; ninguno de nosotros. ¿Por qué nos costará tanto admitirlo? Y por ende, ¿por qué nos cuesta tanto aceptar que los demás tampoco lo son? ¿Por qué nos gustará tener aspiraciones irreales?
Vamos a ver, está bien querer ser astronauta cuando un@ tiene 6 años; pero cuando tienes 26, sigues en casa de tus padres, no trabajas ni estudias, ¿no es una meta a alcanzar un poco estúpida? Hay gente, claro, que persigue esos sueños muy vehementemente desde tan tierna edad. Me imagino que Pedro Duque no se levantó una mañana cuando tenía 24 años y decidió que quería viajar al espacio. Supongo que, más bien, debió de ser de esas criaturitas que con 6 años deciden que quieren ser pilotos de una nave espacial y se mentalizan para ello. A lo largo de los años, imagino que habrá dirigido toda su preparación al cumplimiento de su sueño, cosa que, como todos sabemos, ha conseguido. Pero la inmensa mayoría de los mortales queremos ser astronautas o bailarina de ballet cuando tenemos tan tierna edad, y finalmente acabamos admitiendo nuestras limitaciones al respeto (los que las tenemos, claro) y nos decantamos por algo mucho más terrenal.
¿Por qué, entonces, nos empeñamos en querer aparentar perfectos a los ojos del resto de la gente?¿Por qué no admitir que tenemos limitaciones y que, al fin y al cabo, somos humanos? No lo sé. Sí que es cierto que a veces me sorprendo pensando que la cretinez humana no tiene límite. Y, evidentemente, si nos somos capaces de admitir tales imperfecciones en nosotros mismos, mucho menos las permitiremos en los otros (y no hablo de fantasmas, ni es una mención de honor a Amenábar). Así que así vamos por la vida: intolerantes ante imperfecciones ajenas, y ciegos ante las propias.
Y como no podía ser menos, esta actitud la llevamos a todos los ámbitos de nuestra vida. Exigimos mejoras de trabajo antes de tan siquiera demostrar nuestra valía; queremos matrículas de honor sin asistir a clase. Por eso criticar es nuestro deporte nacional.
¿Cómo funciona esto dentro de la pareja? Pues bien, la mayor parte de los hombres y mujeres llegamos a una relación de pareja con la perfección como única aspiración. Me explico. Pretendemos que todo sea bonito y hermoso "por los siglos de los siglos". No aceptamos que haya ningún tipo de mácula ni exterior ni interior. A mí mi madre, hace mucho tiempo, me dijo una vez: "Si quieres saber si realmente estás enamorada imagínatelo con diarrea y vomitona. Si a pesar de todo puedes sobrevivir al asco y esbozar un "yo te cuido" significa que relamente amas a esa persona". Evidentemente sus palabras no eran tan literales como parecen, y a la vez sí lo eran. Cuando nos adentramos en un relación tenemos un miedo básico que es que descubran nuestras miserias y por ello dejen de amarnos. ¿No os acordais de ese capítulo de Sexo en Nueva York en el que Carrie está en la cama con Big, feliz y relajada y se le escapa un "cuesco"? ¡Qué vergüenza que pasó la pobre! ¿O esa otra ocasión en la que les cuenta a sus amigas que ha ido al "baño" en casa de Big, y ellas le dicen que ese es un paso muy grande? ¿Pero acaso no son cosas naturales y normales? A todo el mundo le pasa, ¿no? ¿Por qué, entonces, le damos tanta importancia? ¿La tiene?
Un amigo mío, que ahora es un hombre casado, me dijo que para él había sido un alivio normalizar su relación. "El romance está bien, nena; es necesario. Pero cuando de verdad sabes que es el hombre- mujer de tu vida es cuando en la habitación huele a "grelo"". (¿Os podeis imaginar a lo que se refiere?).
Hombres-mujeres del mundo, no pretendo romper la magia del romanticismo, pero recordar que tod@s tenemos nuestro momentos: eructamos, nos tiramos pedos después de cenar fabada, nos metemos el dedo en la nariz cuando nadie nos mira, nos rascamos la entrepierna y nos molestan las bragas en la raya del culo.
Somos humanos; y nadie es perfecto (con permiso de Mr Wilder)

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Yo no necesito a nadie

Hubo una vez en la que un hombre del que estaba profundamente enamorada me dijo: "Yo no necesito a nadie". En un principio, como es lógico, no me lo tomé nada bien. "¿Qué cojones haré yo aquí a muchos kilómetros de mi casa con un hombre que me está diciendo que no necesita a nadie?". Claro que luego leí entre líneas, cosa que con él tenía que hacer muy a menudo (y no siempre tuve confirmación de que mis segundas lecturas estuviesen bien hechas... lo que las convertía en suposiciones en vez de leer entre líneas). Lo que quiero creer que leí bien entre líneas fue toda una declaración: "Si estoy contigo es porque quiero y por nada más". En aquel momento me emocionó pensar que una persona tan independiente y autosuficiente como él estuviese conmigo; y me sentí afortunada.

¿Pero es eso cierto? ¿Somos realmente afortunadas cuando no nos necesitan?¿Qué clase de relación se puede tener sin que haya una cierta dependencia?

La verdad es que no esperaba que yo fuese a pensar de esta manera nunca. Siempre creí que yo pensaría igual que aquel hombre. Pues bien, sí estoy con alguien porque quiero, pero también porque, ahora, lo necesito. Aún no entiendo muy bien la manera en la que lo hago pero lo hago.

Las relaciones son vinculantes, y los vínculos crean dependencia. Así, ¿cuándo no tenemos dependencia?¿Cuando no establecemos un vínculo real con esa persona? Yo creo que para tener una relación y "ser una pareja" (como diría Antonio Banderas en el anuncio de la tele) hay que establecer esos vínculos que nos hagan depender los unos de los otros. Tú dependes de tu pareja y tu pareja depende de tí.

El problema, en mi opinión, es establecer esos límites de dependencia. Porque hay que tenerlos. Y ahí cada pareja es un mundo. Evidentemente, cualquier cosa llevada al extremo no es buena. Yo creo que no hay vallar los límites de la pareja. Hay que tener amigos tanto en común como individuales. Hay que hacer cosas juntos pero también cosas separados. Está muy bien tener cosas en común, pero a veces es casi mejor tener cosas distintas, cosas que aportar el uno al otro. Hay que irse de vacaciones juntos, pero también pasar días separados para echarse de menos y tener ganas de reencontrarse otra vez. Para mí, hoy por hoy, esa es la justa medida.

Y la realidad es que casi la inmensa mayoría de las mujeres necesitamos algo más. Me explico. Yo, la cínica independiente, la incansable aventurera fascinada por hombres con los que hay que leer entre líneas, he sido conquistada por el hombre que me ha dicho de corazón: "¿Cómo te voy a dejar?¿Qué haría yo sin tí?"; el mismo hombre que me ha hecho responderle: "No, ¿qué haría yo sin tí?". Y es sólo una pregunta retórica. Ambos sabemos que sobreviviríamos el uno sin el otro. Tendríamos siempre cosas que hacer. Pero, ¿qué pasa emocionalmente? ¿No nos quedamos algo huecos? ¿No nos falta algo? ¿Cuánto tardamos en tapar ese hueco?¿Lo tapamos realmente?
Personalmente no creo que lo hagamos. Y la verdad es que tampoco voy a hacerlo. Soy mucho más feliz pensando que no sabemos lo que haríamos el uno sin el otro... Es cursi, lila, irracional y un pensamiento poco práctico. ¿Y a quién le importa? A mi no; y a él tampoco... Y eso, en realidad, es lo único que me importa.

sábado, 1 de septiembre de 2007

Dignidad y orgullo

En las relaciones humanas es muy difícil derimir los límites del orgullo frente a la dignidad. Hay gente que opina que cada uno tendría que saber cuál es su límite. ¿Es eso cierto? ¿Marcamos nosotros mismos el límite de nuestro propio orgullo o de nuestra dignidad? Yo no lo tendría tan claro.

Lo cierto es que si supiesemos hacer esa diferencia, ¿existirían realmente esos dos términos?

El caso más evidente que muestra nuestras dificultades para identificar ambos términos lo encontramos en nuestras relaciones personales, y muy especialmente en nuestras relaciones de pareja. Dicen que tenemos que dejar nuestro orgullo a un lado pero sin dejar de tener dignidad. ¿Quienes son los que dicen eso? ¿Acaso saben ellos lo que es el orgullo y la dignidad?

Orgullo, para que conste, es, según la RAE, "arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles o virtuosas"; y la dignidad la definen como "gravedad y decoro de las personas en la manera de comportarse".

El problema del orgullo y la dignidad en las relaciones personales es algo que viene de lejos; ¿de dónde? No lo sé. Pero lo que sí sé es que Orgullo y prejuicio fue una obra muy popular en su época. Y es que, a pesar de hablar de familias de alta alcurnia hasta el pueblo llano (como se le llamaba entonces) se sentía identificado. Fue esta novela un pequeño gran best seller en su momento, y no creo que haya sido la crítica velada a la sociedad, ni la maestría con la que la Austen utiliza sutiles sarcasmos para hacer esa crítica. La historia de amor ayuda, por supuesto. Pero,¿cuál es la mayor prueba, o la mayor dificultad para ese amor?: el orgullo. Aunque no quiero entrar a hacer una crítica a uno de mis libros favoritos pues os mataría de aburrimiento.

No me quiero desviar. ¿Quién marca los límites?¿Cómo se sabe que no has sobrepasado los límites del otro?

La experiencia me dice que todos tenemos la misma tendencia: exceso de orgullo y carencia de dignidad. Es más, llegaría incluso a hacer una distinción de sexos aún a riesgo de que se me tache de machista, de feminista o de ambos. Los hombres tienen más tendencia a tener un exceso de orgullo, mientras que las mujeres preferimos la carencia de dignidad. Evidentemente no todos los casos son así, y esta es una generalidad muy grande, y lo cierto es que las mujeres cada día tenemos más tendencia a copiar los malos hábitos de los hombres en vez de perder los nuestros propios (¿eso significa que nos encontraremos en algún momento con mujeres sin dignidad y sobradas de orgullo? Es posible; las mujeres somos así de paradójicas).

Yo misma tengo tendencia a ser muy orgullosa, aunque creo que nunca he dejado que el orgullo me cegase a la hora de reconocer que no tengo razón. Eso, en mi opinión, no es ser orgulloso, es ser estúpido. Y a pesar de esa tendencia mía he tenido momentos en los que he perdido la dignidad. Lo peor de esos instantes es que, posteriormente, te has sentido orgullosa de haberla perdido porque creemos que es una cualidad mucho mejor que el orgullo masculino. Creemos, a veces, que perdiendo nuestra dignidad un minuto les vamos a mostrar lo muy equivocados que están ellos con su orgullo aguerrido. ¿Es eso cierto?¿Qué pasa cuando, a pesar de que perdemos nuestra dignidad, ellos no reconocen su error?¿Habremos perdido dignidad para nada?Y una vez que pasa eso, ¿cómo la recuperas?¿Se recupera?

Yo creo que no hay ser más estúpido que una mujer que se dice enamorada, y con ello me refiero a esas mujeres que justifican sus errores por haberlos hecho en el nombre del amor. ¿Es eso una justificación real?El amor no es una bandera; es algo intrínseco, y probablemente uno de los sentimientos más egoístas y ególatras que existen. Y eso no impide que sea algo maravilloso con el que no creo que podamos justificar estupideces que, como humanos, somos capaces de cometer.

Es difícil encontrar el término medio a cualquier cosa, ¿verdad?