sábado, 12 de diciembre de 2009

Los caballeros las prefieren rubias

Los colonizadores engañaron a los indios comprándoles sus tierras y todo aquello que poseían a cambio de baratijas, de abalorios y espejos. Los indios estaban fascinados por todas esas cosas brillantes que no sabían que eran y que creían que tendrían algún tipo de propiedad mágica. Los españoles, listos ya por aquel entonces (y digo listos con tono despectivo), practicaron esta artimaña sin el más mínimo remordimiento.

Pero si lo cierto es que no todo es blanco o negro en la vida, nos sentimos realmente atraidos por todo lo que brilla. Sí, somos todos como urracas codiciosas acechando y codiciando cualquier cosa que tenga más brillo que el resto.

Y esto es también aplicable a otros campos...

¿De verdad los hombres las prefieren rubias?? No, no creo eso a pesar de ser rubia. Sin embargo sí que tenemos poder de convocatoria, y creo que es sencillamente por el brillo. Para poner a prueba mi teoría, me he basado, primeramente, en los hombres en pequeñito: los bebés. Pongamos que casi dos tercios de todos los bebés que conozco o que simplemente me cruzo por la calle me miran con una gran fascinación, y lo cierto es que no tengo que esforzarme demasiado para conseguir una sonrisa por parte de ellos (¡¡me encanta hacerlo!!). Todas mis primas pequeñas han acariciado mi pelo con embobamiento diciéndome lo guapa que estaba; pero en la niñas hay un factor más: el pelo ha de ser rubio y largo, y así, sin darte cuenta te conviertes en una princesa Disney (para mi prima Martina soy la princesa Aurora, la bella durmiente para aquellos que no estéis muy al día del mundo de las princesas Disney).

Cuando los niños crecen un poco más, pasan a decirte que tienes el pelo "de color amarillo". ¡Es horrible!Pero para ellos es lo más normal de mundo... Cuando les intento enseñar a describir a gente en inglés, siempre les pido que me describan a mí: " You are tall and thin. You have green eyes and yellow hair". ¡Arrgggg! No sé cuántas veces les digo: "Not yelllow, blond, blond, blond". Pero a veces viene una de esas niñas un poco repollo que me alegra el día diciéndome: "Me gusta tu pelo amarillo, teacher". ¡Qué dulzura!

Pero una cosa sí es cierta: el efecto rubio es como el efecto chaqueta. El efecto chaqueta lo utilizábamos mis amigas y yo hace años, cuando íbamos de "caza", como le llamaba mi padre. Decíamos que si querías captar la atención no había nada como abrocharte la chaqueta para quitártela al entrar en un sitio. A eso le llamábamos el efecto chaqueta. El efecto rubio es distinto, ya que no entro en los bares como si fuese una anuncio de champú. Lo llevo puesto, es así y ya está. Entro en un bar y siempre soy LA RUBIA. Y aunque voluntariamente no quiera llamar la atención lo hago.

Supongo que tengo más encantos que saltan a la vista y de los que no voy a hablar hoy...

Pero ya lo decía Rita Hayworth: "Se van a la cama con Gilda y se despiertan conmigo".

Pero últimamente no me importa. Me siento muy bien siendo yo, y no me importa sacar del armario a Kim Novack, a Lana Turner y a Marilyn por una noche, porque como dijo una pelirroja ilustre: "No tengo la culpa de que me dibujasen así", Jessica Rabbit.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Dice la gente

Dice la gente que no soy muy lista, que soy superficial y que no tengo carácter.

Piensa la gente que soy prototípica, y que si hablo poco es porque no tengo mucho que decir.

Dice la gente que soy aburrida, que carezco de gusto musical y que no llegaré demasiado lejos.

Piensa la gente que no tengo criterio y que soy conformista, y que por eso estoy con la persona con la que estoy, y llevo la vida que llevo.

Y así podría seguir toda la entrada....

Lo que la gente que no me conoce no sabe es que leo la Vogue y a Dickens.

Que me gusta la moda pero que soy incapaz de comprarme algo que exceda los 50 € por una cuestión de principios (salvo en unos zapatos porque con ellos invertimos en salud).

Que cuando digo no, es NO ( y que no salgo de ahi)...aunque me cueste llegar al no.

Que no me gusta hablar de mi con gente que no conozco y que me transmite desconfianza.

Que canto y no sólo en la ducha.

Que escucho a Benjamin Biolay mientras escribo esto.

Que soy mucho más ambiciosa de lo que yo creía.

Y que no conozco a ningún hombre que me pueda dar todo lo que el que he escogido me da. Que es una persona que me sigue sorprendiendo 3 años después.

Posiblemente el mayor error que he cometido en mi vida ha sido escuchar lo que dice la gente, especialmente escuchar lo que dice la gente que no vale la pena.

La gente opina a la ligera de cosas que no sabe, de gente que no conoce, de situaciones que nunca vivieron ni vivirán. La gente es mediocre y vana, y cada vez hay menos gente que me parezca que merecen la pena.

Los pocos que sí lo hacen y que ya están en mi vida los guardo como oro en paño.

Y lo cierto es que, probablemente, si la gente supiese lo que opino de ellos sí que pensarían que soy lista, profunda, con carácter y que tengo mucho que decir...y eso a pesar de que mi opinión sobre ellos no es precisamente buena.

Por eso vuelvo a estar orgullosa de ser rubia, y por eso llevo con mucho orgullo una minifalda o un abrigo de leopardo. Porque sólo yo y mi gente sabemos realmente lo que hay debajo. Y porque la gente que me interesa es aquella que es capaz de ver más allá.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Delete

Resulta que sí que es cierto que el rencor no conduce a nada, especialmente si tenemos las cosas claras. El rencor, al fin y al cabo, es un lastre más en nuestras vidas que no nos permite seguir adelante. Es una forma de seguir enganchados a algo que sabemos que no nos conduce a nada y que nos hace más daño que bien.

Es por eso que, en ocasiones, establecemos esa clase de relaciones enfermizas y egocéntricas con las que nos gusta compadecernos de nosotros mismos y regodearnos en el daño que nos han causado. Es una inseguridad más por nuestra parte.

El rencor es un arma que utilizamos para asegurarnos de que no estamos cometiendo un error. Nos aferramos a nuestro rencor por miedo a dejar ir a una parte de nosotros mismos.

En las relaciones interpersonales cuando existen esos sentimientos negativos tan fuertes significa que los hubo positivos también; por ello, nos aferramos a nuestro rencor en un intento de no dejar ir a todas esas cosas buenas que se compartieron, a esos grandes momentos, a las cosas que sí había en común, y que sí fueron buenas.

Sin embargo, llega un momento en que eso ya no es suficiente. Llega un momento en toda relación en la que sabes que la risa no es suficiente por si misma, y que tiene que ir acompañada de mucho más; llega un momento en el que el daño hecho es irreparable y que un "sana, sana culito de rana", ya no te hace sentir mejor.

Crecemos, pero duele.

Dejamos cosas atrás, pero duele.

Perdemos lo que queremos y duele.

Y llega ese momento en el que tienes que hacer limpieza y tirar lo que ya no te sirva, aunque nos haya gustado durante un largo tiempo. Se convierten en trastos sin ningún sentido en nuestra vida, aunque los miremos con cariño.

Es el momento de borrar y no volver la vista atrás, pero sin rencor; sin estar enfadada. Sabiendo que puedo ir con la cabeza alta porque al final no es culpa de nadie. Simplemente se acaba sin más.

miércoles, 7 de octubre de 2009

No ofende quién quiere sino quién puede

O al menos eso es lo que dicen... pero también que no se consuela quién no quiere.



Y es que hay gente que tiene por norma, o incluso casi por hobby, ofender escudándose en el tan manido y pobre "yo soy así".



Hay gente que ofende inconscientemente, bien por ignorancia bien por una mal entendida confianza. El típico "cómo has engordado", "qué mala cara tienes" o "se te ve mayor". ¡Por Dios! ¿De verdad no se dan cuenta? Yo creo que en el 80% de los casos lo hacen por joder. ¿En qué cabeza cabe que tales comentarios se hagan con toda la buena intención del mundo?



Y siguiendo las instrucciones del refrán que da título a esta entrada se supone que nosotros tenemos que hacer oidos sordos. Entonces, ¿quién habrá creado un refrán como ese? Para mí que fue el mismo que dijo lo de "poner la otra mejilla". Y yo, la verdad es que de buena cristiana tengo muy poco, así que no comulgo con ninguno de los dos...más bien no comulgo con nada.



Acepto que el tiempo nos pone a todos en nuestro sitio, y que si no interferimos en ese proceso todo sigue el curso lógico de las cosas. Puede que perdiendo la paciencia ante este tipo de actos interfiera en el continuo poner-a-un-cabrón-en-su-sitio tiempo; así que, por si acaso, me voy a moderar.

Pero lo cierto es que hay gente cabrona, maleducada y con tan poca clase que a veces me dan ganas de darles algo más que la callada por respuesta y esperar que el tiempo haga su trabajo.

Y a esos no necesito que el tiempo les encuentre un sitio, pues sé perfectamente cuál les pertenece: el espacio que hay fuera de mi vida. Y si algún día flaqueamos y creemos que igual fuimos injustos o demasiado duros al colocarlos ahí, seguro que habrá algo que rápidamente te recuerde por qué pertenecen a ese sitio

sábado, 12 de septiembre de 2009

Septiembre y Los Planetas

Septiembre, para mí, es el mes clave del año. Es el mes en el que siempre he pronunciado mis nuevos propósitos, precedidos, como no, del inevitable balance previo.
Puede que el hecho de que, de una manera o de otra, no me haya desvinculado nunca del todo de la vida académica haga inevitable y propicia esta elección. Pero, ¿es una elección tan extraña? Al fin y al cabo, ¿el verano no es la época del año en la que hacemos más excesos y el inevitable parón en nuestra rutina? ¿No es la reflexión en este momento lo más lógico?
Lo hacemos con nuestros cuerpos. En Septiembre revisamos obsesivamente los estragos que hemos infringido a nuestro cuerpo por dentro y por fuera. Y son estragos por que, por norma general, nos pasamos los meses previos al verano preparándolo para que luzca perfecto. ¿No es una incongruencia, pues, todo el daño al que lo sometemos? Puede que no lo preparemos para que luzca increible, sino que puede que, consciente o inconscientemente, preparemos el control de daños.
Si hacemos todo eso por nuestro cuerpo, ¿por qué no lo hacemos por nuestra mente también?
Analicemos la situación:
Concentramos todas nuestras horas de relax y disfrute en tan sólo 2 meses. En estos 2 meses todo se reduce a sol, comida, alcohol, salidas nocturnas, dormir poco, viajar mucho, conocer gente y tener todo el sexo que nuestra rutina invernal nos evita tener,y gastar mucho más de la cuenta.
Parece como si fuesemos unos completos ignorantes de nuestra vida al calor del sol, y olvidamos que hay vida más allá del verano.
Así, inevitable año tras año, llega Septiembre.
Cuando era más joven y todas mis responsabilidades se reducían a aprobar mis exámenes, Septiembre era el momento más triste del año. De vuelta a mis libros y a mis rutinas otoñales, tenía que dejar atrás la playa, las salidas nocturnas diarias, las resacas que sólo duraban un par de horas y amores de verano que sólo se quedaban en eso. Iniciaba un ritual marcado por tener que barrer las arenas de la playa de mi habitación, sacar la ropa de invierno y los cuadernos para el curso nuevo, y meter los recuerdos del verano en un cajón al que miraría más de una vez con nostalgia a lo largo del resto del curso. Ponía un disco de Los Planetas, apagaba la luz y me fumaba un cigarrillo por la ventana de mi habitación mientras escuchaba el sonido del mar. Era un momento muy triste.
Muchas cosas han cambiado desde entonces. Ya no vivo con mis padres, así que no escucho el mar por las noches. Ya no fumo, así que no me echo ningún cigarrito a oscurras en mi cuarto. Mis responsabilidades han crecido sensiblemente, y ya no tengo amores de verano, sino que tengo uno permanente. Ya no tengo que barrer las arenas de la playa de mi habitación; y aunque tengo buenos recuerdos de mi verano de conciertos y los guardo en un cajón, no siento melancolía de un verano que agoniza, pues ahora veo otras cosas: veo un verano gastando más de lo que debo, comiendo comida basura y bebiendo un poco más a menudo. Lo único que veo es el esfuerzo que tendré que hacer ahora por sacudirme de encima los restos del verano, llámense kilos de más, defensas bajas o cuentas corrientes en números rojos.
Evidentemente, ya no disfruto del verano como antes, o puede que este verano en concreto no haya sido muy feliz. Anhelo la llegada de la aburrida rutina, del orden en mi vida, del cuidarme mucho más, y del desmayarme en la cama en vez de quedarme dormida.
Sin embargo, me he sorprendido a mí misma poniendo los discos de Los Planetas otra vez, y aunque han cambiado de significado, siguen teniendo sentido, y por un momento, pero sólo por un momento, añoré esos verano en los que el caos regía mi vida y hacía que todo tuviese sentido.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Volver

Había titulado a esta entrada "volver la vista a atrás", pero me recuerda a Karina, así que me quedé con "Volver" a secas; y es que el título de un tango me parece mucho más apropiado.

He perdido la cuenta de los errores que he cometido en mi vida, aunque si lo pienso bien, en realidad nunca he llevado la cuenta; o puede que en algún momento lo hiciese, pero debí descubrir que torturarse no vale la pena, sino que es mucho mejor aprender la lección y seguir adelante.

Sé también que hubo un momento en que decidí hacer todo lo contrario a lo que solía hacer y sólo mirar para adelante. Como un burro: Tira, tira, tira, y no deshagas el camino andado.

Hubo otro momento en que decidí que ya no creía en el destino ni en tonterías por el estilo, como mucho le atribuía las cosas que no podía explicar a meras casualidades.

Pero todo debió de empezar hace muchos, muchos años, el día en que decidí ponerme en pie de guerra harta de ser manipulada y vilipendiada por todo el que se cruzaba por mi camino por ser buena. Quise demostrarle a todo el mundo que buena sí, pero tonta no. Lo que más me impactó es que la primera sorprendida del resultado fui yo, y cuál Escarlata O'Hara juré que nunca más sería ultrajada de manera alguna.

Desde ese momento, luché contra todo incluida contra mí misma para no volverme a sentir así nunca más.

Han pasado más de 17 años desde ese momento, y se me pone la carne de gallina sólo de pensarlo.

Hoy el destino, mi subconsciente o lo que sea, han jugado conmigo. En un día en el que necesitaba más que nunca el consuelo de una amiga ha respondido mi pasado. Y esta vez la decisión fue la contraria; fue sentarme y echar la vista a atrás hacia lo bueno, cosa que casi había olvidado, y decidí enterrar el hacha de guerra y hacer las paces con mi pasado.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Rock 'n roll




Después del parón vacacional, que al menos en mi caso nunca es muy vocacional (ya lo sé, chiste malo), he vuelto, y como este año no he hecho mis propósitos para el año nuevo el momento de inflexión y reflexión ha llegado con la época estival.


Ha sido ("está siendo" me parece muy optimista para el mal tiempo que hemos tenido en el noroeste peninsular lo que ha durado el verano), desde luego, un verano de los más raros que recuerdo. No sé si la inestabilidad atmosférica ayudó a potenciar mi inquietud, pero lo cierto es que a día de hoy, cuando casi lo doy por concluido, tengo que reconocer que siento cierto alivio.


El verano nos empuja al desorden vital. Comemos tarde y mal, nos movemos menos y salimos más (qué ironía, verdad?). A mí en verano me cuesta pensar, por eso del calor, de que me baja la tensión. Así que mi primera conclusión del verano, así a bote pronto, es que estoy deseando que se acabe y que llegue el frescor del otoño, y mi rutina anual, para poder quejarme de que no tego tiempo ni para respirar, pero al menos sentirme útil.


Pero no todas mis conclusiones han sido tan drásticas.


He vuelto a ir de viaje sola. Ha sido raro, porque no era lo que yo quería. Tenía planeado otro tipo de viaje, y a última hora las cosas salieron de otra manera. Me fui a un festival en otro pais, y para ello me pasé 10 horas en un autobús lleno de gente 10 años más jóvenes que yo que viajaban en pandilla y se quedaban en un hostal. Yo los escuchaba de vez en cuando e intentaba recordar si yo con esa edad había sido así de idiota...probablemente sí, concluí. Yo me fui a un hotelito con desayuno bufé, y en vez de agarrarme un par de pedos, me dediqué a hacer turisteo a 32º de calor, y, aunque descansé, llegué al festival con un considerable dolor de pies. Por un instante me sentí vieja y sola alli sentada con mi caña, y con una cierta melancolía de los días en los que hacía 6 horas de cola para poder estar en primera fila, y dejarme aplastar por una multitud enfebrecida. Pero sólo fue un instante. Con la primera canción de uno de mis grupos favoritos me di cuenta de que me hubiese arrepentido mucho si no llego a haber ido.


En el viaje de vuelta pude seguir reflexionando, a pesar del cansancio, y la verdad es que sé que vi e hice cosas que los pequeños grupos de adolescentes que viajaban en mi autobús no habrían hecho ni visto...Cada edad tiene sus cosas, no?


Eché de menos a mi hermano, la persona con la que había planeado el viaje, porque hubiesemos visto y hecho muchas cosas, pero también porque me hubiese arrastrado a primera fila, y porque él es tan fan de The Killers como yo.


Casi sin tiempo para recuperarme, vi, 2 semanas más tarde, a Bruce Springsteen... y me quedé sin palabras. Un viejo de 60 años me hizo emocionarme, saltar, cantar y pedir papas del cansancio y del dolor de riñones tras 3 horas y 15 minutos de concierto. ¡Vale cada euro que pagas para verlo!


Y otros quince días después me fui de botellón a un concierto en la playa. The Hives, en plena forma.


Y entre medias, he ido a verbenas, fiestas de pueblo, bares de pachanga y reggeton, y no pude llegar a mejor conclusión: Mi rollo es el rock. Llamadlo como querais: indie, pop, rock'n roll,... Me gusta enfundarme lo que yo llamo "mi uniforme de conciertos": vaqueros, all-stars, camiseta y cazadora con bolsillos, porque ese día el bolso se queda en casa. Me gusta mirar al escenario y sentir una envidia sana de los que están ahí subidos, y me gusta ver a alguno de ellos como un sex-symbol. Y me vuelvo a mi casa y sueño con el verano siguiente.


Así que, aunque ha sido un verano muy raro en el que he reflexionado mucho sobre mis relaciones personales y sobre el rumbo de mi vida, he afianzado ese sentimiento que, por pequeño que sea, me hace sentirme mejor conmigo misma.

lunes, 1 de junio de 2009

La vida

Lennon decía que la vida es aquello que te pasa mientras estás ocupado haciendo planes. No puedo dejar de pensar en eso...
Los últimos capítulos de Anatomía de Grey me lo han recordado; me han recordado la urgencia que hay por decir y hacer cosas. A veces me dejo por un tiempo, me olvido de recordar todas esas cosas que siempre he querido hacer y la clase de persona que todavía quiero llegar a ser. Todo es mejorable y yo la primera. No lo hago mal; y hasta hay quién opina que vivo estresada por querer hacer muchas cosas. Pero, ¿qué sentido tendría todo esto si no quisiese ser mejor?¿Si no quisiese que todo a mi alrededor creciese conmigo?
Tener inquietudes no siempre es bueno. No todo el mundo lo comparte ni mucho menos lo entienden; así que a veces te encuentras sola en tu propio mar de inquietudes. No me ahogo, ni me canso, sólo floto sola en el medio de todo eso.
Y es que soy esa clase de persona que cree que la verdadera riqueza es algo que nadie te puede quitar. La verdadera riqueza no entiende de crisis económicas, ni de recesiones, ni de bancarrotas. ¿Qué es?Es lo que has vivido, lo que has visto, lo que has olido, lo que has sentido...las cosas de la Mastercard: las que no tienen precio. Y es importante tener una vida llena de esas cosas para enfretarnos a lo que el destino, Dios, o quién/qué coño sea nos tenga preparado. El dinero se agota, los trabajos se acaban y la gente que queremos se van, de una manera o de otra; y ¿entonces qué?
Siempre he dicho que no soy de las que se arrepienten de nada; y, aunque tarde, he aprendido a no mirar atrás y a dejar al pasado en el lugar que se merece. Sé que cuando llegue mi día sólo me arrepentiré de las cosas que no he hecho y de las cosas que no he dicho. No se trata de vivir la vida a tope y de "dejar un hermoso cadáver", sino de vivirla honestamente contigo mismo, con la vida que quieres y con lo que sabes que, llegado el día, te hará irte con una gran sonrisa diciendo como me dijo mi abuelo a mí: "ya no me queda nada por vivir".
Puede que tenga mucho más del vitalismo sudaca que del "nin arre nin so" gallegos. Puede que por eso, a pesar de mi Crohn, no tenga miedo a sentarme en un restaurante de comida hindú y probar algo nuevo. Puede que por eso use más el llanto que la ira. Puede que por eso sea una inconformista conmigo, con el mundo. Puede que por eso entienda mejor a Jorge Drexler y a Kevin Johansen que a Antonio Vega, porque ellos cantan: "No quiero pasar la vida sin que la vida pase a través de mí".

miércoles, 13 de mayo de 2009

Si no está roto, no lo arregles

Resulta que estoy leyendo Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus, otra vez. No es que lo tenga como libro de cabecera, pero hay semanas en pareja que son más complicadas que otras, y cuando te encuentras con una de esas resulta un alivio saber que lo que ocurre no es nada anormal, ni mucho menos grave, sino que sólo es "la semana del desencuentro".
Y se trata de un desencuentro porque, tal y como dice el libro, los hombres y las mujeres hablamos dos lenguas distintas y estamos casi condenados a no entendernos nunca.
Un mal que solemos sufrir las mujeres es el de intentar mejorarlo todo. El autor lo llama el síndorme para la mejora del hogar. Las mujeres siempre pensamos en cómo las cosas pueden ir a mejor. ¿Es eso cierto? Para ser totalmente sinceros he de decir que conozco numerosos casos de mujeres que no son así, o al menos con lo que respecta al hogar; aunque si pienso que el autor habla de "hogar" como una metáfora de una relación....entonces es bastante probable que el 80% de las féminas sean así, aunque tampoco estoy tan segura. Lo que sí sé es que yo sí que soy así. Puede que sea una cuestión genética (mi madre es así, y mi abuela materna también; de mi abuela paterna no lo puedo asegurar porque es una persona muy reservada con esas cosas), o puede que sea el "factor Charlotte". Charlotte es el tipo de mujer de la que todas nosostras, mujeres modernas que no cazamos maridos ni vivimos en Park Avenue, renegaríamos. La pobre Charlotte que sabe tanto de Listas de bodas, del Casa y Jardín, o de tartas hechas sólo de pañales, y que conoce mejor que nadie la importancia de saber lucir bien unas perlas, es menospreciada por todas nosotras. Y en realidad, todas sabemos que lo único que hacemos es rechazar esa parte de nosotras que tanto nos hace parecernos a ella, a nuestras madres o a nuestras abuelas. Si nos fijamos, Carrie o Miranda no están muy lejos de parecerse a Charlotte en cuanto a llevar una relación se refiere. Y es que, ¿acaso no somos todas un poco asi?
El síndrome para la mejora del hogar consiste en que somos incapaces de dejar las cosas tal cuál están. Todo es mejorable, y para nosotras el que todo sea mejorable no significa que estemos haciendo una crítica de ese algo. Por ejemplo, a mí me gusta mi casa a pesar de que es un cuarto sin ascensor que vale por un séptimo, de que las escaleras parezcan que se van a caer en cualquier momento, o de que pague más de luz que mis padres y mi hermano juntos. Sin embargo, siempre estoy pensando en cómo hacer que se vea mejor: un poco de pintura por aquí, unos cuadros por allá, etc. Evidentemente, podría vivir en ella igual (sí, aunque se me caigan trozos de pintura en la cabeza mientras me ducho), pero la prefiero un poco mejor si está de mi mano dejarla un poco mejor. ¿No?
Pues resulta que los hombres no son así. La máxima de un hombre es: "Si no está roto, no lo arregles". Viven su vida plácidamente, únicamente interrumpida por la mujer con síndrome para la mejora del hogar, cosa que, por otra parte, "les toca mucho los huevos".
Las mujeres asistimos atónitas a esta indolencia y de rebote somos acusadas de histéricas toca-huevos que no saben relajarse. En ese preciso momento dejamos de estar atónitas para estar furiosas. No sólo nos enfurece que nos llamen histéricas toca-huevos, sino lo ciegos que están.
Hombres que podéis leer este blog, ATENCIÓN, os voy a dar una pista que va a iluminar vuestra existencia y puede, pero sólo puede, que mejore vuestra convivencia con el género opuesto: es mejor no dejar que las cosas se rompan, porque una vez que esto pasa puede que no seáis capaces de arreglarlo. Hay cosas que cuando se rompen es imposible arreglarlas...Así que puede, y sólo puede, que sea mejor tener cuidado.
Yo adscribo la siguiente frase: "Es mejor prevenir que curar", y esta la adscribo yo, y no en nombre del género femenino.

lunes, 11 de mayo de 2009

En línea recta

Cuando estás en una relación hay días en los que puedes ver como la pasión se te escapa entre los dedos. Y es que por mucho romanticismo que le queramos poner al asunto todos tenemos una rutina, y además, los años los notamos todos.
Cuando empezamos una relación todos respiramos amor, y le robamos tiempo a lo que haga falta para poder sumergirnos un rato más en nuestra burbuja bi-personal. Arañamos unas horas del sueño para poder disfrutar del sexo hasta altas horas de la madrugada. Y es que en esos momentos cualquier momento es bueno...pero es mejor si sabemos que deberíamos estar haciendo otras cosas. Parece como si enamoramiento e irresponsabilidad viniesen de la mano. Llegamos tarde al trabajo, no nos concentramos, miramos el reloj continuamente, pero nada de eso importa porque la sonrisa que nos da la vuelta a la cabeza varias veces, y el rubor en las mejillas sumado a la maraña de pelo que llevamos en el cogote delatan que hemos disfrutado de un polvo matutino, así que nos sentamos en el trabajo pensando que todo el mundo nos mira y nos envidia.
Poco a poco vamos haciendo pequeñas concesiones a nuestro cuerpo y a nuestra mente.
Un día notamos que dormir menos de 5 horas todos los días de la semana y ser persona no son compatibles, así que empezamos a marcar límites y empezamos a decir que no. Normalmente suele darse el primer paso después de un día de trabajo agotador, que ha sido todavía peor por haber dormido 4 horas. Te reunes con tu "amorcito" y descubres que lo que antes era una mirada seductora se ha convertido en un par de ojos engullidos por las ojeras. Os miráis y os sonreis. Pero en el fondo los dos estáis pensando en lo mismo: "Esta noche no, por favor. Quiero dormir". Evidentemente, ninguno de los dos dice nada en ese momento. Os vais a casa, derechos a la cama pero no porque ardáis en deseos lujuriosos, sino porque lleváis soñando con dormir desde que os levantásteis. Normalmente os animáis a vosotros mismos pensando: "Seguro que un poco de pre-calientamento y me enciendo...". Por supuesto, no funciona.
Por fin, uno de los dos se atreve: "¿Te importa si lo dejamos para mañana?Un polvo matutino antes del curro...". "¡Me parece fantástico!", dice el otro sin poder controlar la emoción.
A la mañana siguiente, os quedáis dormidos de lo exhaustos que estábais así que ni polvo matutino ni hostias, toca salir pitando al trabajo.
Y así llega la rutina....
Por fin llega la calma...
Te sientes como cuando la montaña rusa aminora su ritmo en una recta. Es así de exacto: estás en una recta. ¡Ah!¡Qué bendición! Después de tanto frenesí...
Y aprendes a reconocer la bueno de estar en una recta. A disfrutar del paisaje y de ese nuevo ritmo vital que te deja espacio para muchas más cosas. Descubres que el romanticismo no es un maratón sexual, sino que es una sucesión de pequeños gestos cotidianos. Te relajas y te sientes más tú misma. Ya no se trata de demostrar que eres la más sexy del mundo poniéndote tacones imposibles y modelitos que te hacen sentirte un tanto ridícula sólo porque a él le gusten, sino que eres la más natural, y descubres que te encuentran sexy en chándal. Y el sexo deja de ser como el Operación de MB, ya sabes: aquí sí, aquí ERRRRR; sino que ya vamos a tiro fijo.
Y aunque a veces suspiramos por esos días del principio, sabemos que no volverán, o al menos no de esa manera.
La gente que lleva mucho tiempo en una relación asegura que son rachas, y que en el momento más inesperado te encuentras como si fueses una colegiala de nuevo.
No puedo olvidar una frase de una amiga que me contaba que un día se encontró por casualidad con su novio en el medio de calle: "Me dio un vuelco al corazón y me temblaban las piernas!". Llevaban 6 años juntos.

martes, 24 de marzo de 2009

La desolación de Liam Neeson

Me ha impactado tanto esta imagen...y su título. Un hombre adulto, exitoso, que ha perdido a su mujer en un estúpido accidente. Camina por el cementario momentos después de haberla enterrado en presencia de los suyos y de algunos fotógrafos a los que ha saludado amistosamente. Este fotógrafo captó el momento en el que camina de la mano de su suegra con la mirada perdida en el infinito. Ella, la gran Vanessa Redgrave, parece dirigirle palabras de consuelo. Ella que acaba de perder a su hija...¿Por qué? Tal vez el fotógrafo, o quién quiera que haya titulado esta foto, acertó por completo, y ese hombre alto, de rostro duro y mirada tierna esté desolado, perdido y con una aflicción que ahora mismo se le antoja infinita.


Somos tan estúpidos que no nos damos cuenta de lo que realmente significa perder a alguien, para siempre. Somos tan estúpidos que no sabemos medir nuestras palabras ni siquiera pensando que puede que sean las últimas que nuestros seres queridos escuchen de nuestra boca.


Liam Neeson se ha quedado solo con sus hijos y su familia y amigos, pero solo al fin y al cabo, sin su pareja, sin su compañera. Puede que se esté preguntando cómo va a criar a sus hijos sin su madre; cómo va a volver a hacer cenas para sus amigos de profesión, tan famosas en su barrio newyorkino, sin Natasha. Pero es muy posible que se esté preguntando qué va a pasar con todos los planes que tenían juntos, con todas las cosas que le quiso decir y nunca le dijo.


La ausencia nos hace sentir culpables, en todas sus formas. Sin embargo, la muerte es la forma de la ausencia que más culpables nos hace sentir, porque es la única ausencia que sabemos que será irreversible. Ya está. No habrá mejores momentos para decir o hacer algo. No tenemos una segunda oportunidad para decir "lo siento", "te quiero", o incluso "has hecho de mi vida un infierno".


¿Significa esto que debemos decir siempre lo que pensamos? Nunca he sido partidaria de hacer algo así, y mucho menos con alguien a quién queremos; pero sí creo que debemos decir en todo momento lo que sentimos. Al fin y al cabo, nuestros pensamientos, cómo las palabras, son muy volátiles, a veces; sin embargo, lo que sentimos es algo que arraiga mucho más adentro que un pensamiento.


Quizá sí deberíamos compartir siempre nuestros sentimientos por estúpidos que nos parezcan, pueriles o muy íntimos...o quizá no.


Me rompé el corazón ver a alguien tan triste y desolado como Liam Neeson y sólo el pensamiento de que en algún momento esa pueda ser yo no lo hace mejor.


Por fin, me he dado cuenta de que las palabras, aunque se las lleve el viento y necesitemos hechos para corroborarlas, sí que sirven para algo, pues nuestros sentimientos no sirven para nada si no los comunicamos.


Os propongo no dejar pasar esas oportunidades y decirle a quién se lo merezca que lo quieres, o que lo has querido, que no puedes vivir sin él o que te ha hecho un daño profundo. Dejad salir rencores, amores, alegrías y penas, antes de que todo eso se lo lleve la ausencia.





p.s. I am deeply sorry about your loss Mr. Neeson

viernes, 20 de marzo de 2009

No quiero nada serio

¿Cuántas veces habremos escuchado esta frase las mujeres?¿Y cuantas veces la habrán escuchado los hombres?

Lo cierto es que a veces parece que las mujeres estamos predispuestas genéticamente a saber comprometernos mientras que a los hombres se les supone todo lo contrario; como el valor cuando hacías la mili, pero aplicado al compromiso: "FOBIA AL COMPROMISO: SE LE SUPONE".

¿Todavía estamos regidos por esos clichés?

Una cosa sí que es cierta y es que las mujeres estamos marcadas por un reloj biológico que sabes que en algún momento se va a parar. Llega un momento para todas y cada una de nosotras que te tienes que plantear por pelotas, disculpad la expresión, si quieres tener hijos o no, cuántos quieres tener, cómo y con quién. No es algo que puedas decidir en cualquier ocasión de tu vida, si no que es algo que tiene fecha de caducidad. ¿Las mujeres somos como yogures?

Sin embargo, ellos pueden retrasar ese momento hasta que estén "preparados", y lo pongo entre comillas porque ¿quién está alguna vez preparado para ser padre? Que te gusten los niños no significa que les puedas dar la educación que necesitan ni que les puedas garantizar la vida digna que todos nos merecemos; y por otro lado, poder reproducirte no significa tampoco que lo debas hacer. Tener un hijo es,al fin y al cabo, un acto egoista que nos reporta satisfacción a nosotros mismos y a nadie más.

Yo me planteo que quiero tener hijos, y que quiero ser lo suficientemente joven para no encontrarme en la tercera edad con hijos adolescentes que piensen que soy demasiado mayor para pasar tiempo conmigo. Ya tengo 30 así que el tiempo se me está echando encima...Pero a los hombres no les ocurre así.

Puede que sea por esto que las mujeres estamos más predispuestas a "querer algo serio".



Sin embargo, machos abrid bien los ojos y las orejas, hay mujeres que no tienen ni estos planteamientos ni estas necesidades. Hay también mujeres que no quieren nada serio, circunstancialmente o en ningún momento. Hay Samanthas por el mundo, mujeres que no escuchan ese reloj biológico o que sencillamente no lo tienen. Así que preparaos porque cada vez son más. No dejéis que vuestros egos salgan mal parados de esta nueva situación inusitada para la mayoría de vosotros. Dejad de poner cara de desconcierto cuando una mujer os dice con todo el cariño "no quiero nada serio".

martes, 10 de marzo de 2009

Love is the drug

Cuando eres más joven y pruebas una droga siempre quieres más y más y más. Aumentas la cantidad compulsivamente únicamente pensando en lo bien que te hace sentir en ese momento. Así, se pasan por momentos de subidón enormes con sus consiguientes bajones, monos,etc.



Los científicos dicen que las sensaciones que produce el amor en nuestro cerebro son muy similares a las de las drogas, independientemente de si son más o menos duras. No hay que olvidar que, en la mayor parte de los casos, ese enamoramiento viene acompañado de sexo. Leí el otro día en una revista que un orgasmo activa las mismas partes del cerebro que las drogas más duras.



Las plataformas pro-legalización de las drogas hablan del buen uso de las drogas. ¿Existe eso de verdad?



Conozco a gente que han sido o son yonkis de traje y corbata. Tenemos una tendencia a asociar el ser yonki con la marginación, pero también los hay de postín. Dicen de Antonio Vega que nunca va a dejar de serlo...Lleva ¿que?, ¿30 años siéndolo? Unas veces está mejor y otras veces peor. Dicen los que lo conocen que está enamorado del "caballo", y que ha aprendido a controlarlo, aunque no siempre. Sabe lo que es de calidad, y conoce la medida justa. Y así se mantiene cada día, en la cuerda floja desde hace 30 años.



¿No es el amor algo así?



Cuando somos mucho más jóvenes queremos ese subidón, esa dependencia física y mental, ese "mono" si no lo tenemos. O todo o nada...O como diría James Dean: "Vive deprisa,muere joven y deja un hermoso cadáver". Y es en esos momentos cuando la "rehabilitación" resulta más fácil.



Cuando ya no somos tan jóvenes el amor no llega de golpe. Ya no nos fiamos del subidón, porque ya sabemos que tras esa euforia llega la caida. Vamos muy despacio. Probando un poco de cada vez. Comprobando la calidad de la droga, porque ya no nos sirve cualquier cosa. Aumentando poco a poco la cantidad. Más calidad y menos cantidad es ahora la máxima.

Y cuando nos damos cuenta estamos enganchados, y cada día que pasa un poco más, porque con cada subidón conoces algo nuevo, y con cada bajón aprendes algo que antes no sabías.



¿Estamos en la cuerda floja? Es posible, pero como Antonio Vega podemos pasarnos así 30, 40 o 50 años por un compañero fiel (así la llama Antoñito).



Hoy estoy más enganchada que hace 700 días a mi compañero fiel. ¿No vale la pena estar en la cuerda floja por algo así?



Ya lo decía Johnny Cash: "Because you are mine I walk the line"

lunes, 2 de marzo de 2009

Vida marital


La gata tiene razón. He cometido un error grande al comparar a Benjamín con Aidan.

He de decir que en un primer momento el comentario no me gustó; luego pensé que la gata no lo conoce personalmente; pero no ha sido hasta hoy cuando he caido de la burra.



Hoy mi vida marital no parce tan feliz como lo suele ser. Hoy estamos todavía de resaca de gran discusión. Y es que cuando vives con alguien y te peleas con esa persona normalmente las cosas adquieren tintes y carices que nunca habíamos esperado. Las palabras altas y malsonantes duelen más, el llanto es más amargo y, a veces, nos hacemos una pequeña herida el uno al otro. Tarda unos días en curar. Y mientras estamos en el proceso de sanación nos sentimos como de resaca: tenemos mal sabor de boca, no somos capaces de pensar con claridad, nos invade la dejadez,... Y en ese trámite andaba cuando me acordé de la gata...



Aidan, como dice Carrie, es "el mejor novio del mundo". Aidan siempre lo hace todo bien. Aidan no es irracional, y siempre tiene un motivo para todo. Cada paso que Aidan da está unido a la tierra. No hay ni un sólo capítulo de Sexo en Nueva York en el que alguien piense "Aidan metió la pata". Bueno, a lo mejor ese en el que se pelea con Big...pero acaba siendo un buen tío y escucha todo lo que Big tiene que decir y lo anima para que deje de estar depre. Aidan es un buen tío en todo momento y nunca se equivoca. ¡Me aburre!



Mi marido (ya lo considero así aunque no haya habido bodorrio todavía) no es así. Él no lo hace todo bien. No es un ser racional, y no siempre tiene un motivo para todo. Él vive en las nubes muchas veces y soy yo la que lo baja a la tierra, y siempre le cuento el cuento de la lechera. Se equivoca muchas veces, tantas como yo. Pero tiene paciencia conmigo, y lo intenta hacer mejor cada día. Sólo tiene una cosa en común con Aidan: es un buen tío, en todo momento, aunque a veces se equivoque.



Hoy quizá me he puesto más personal de lo que lo suelo hacer. Es un simple desahogo en medio de mi resaca emocional; y parece que después de esto mi herida se ha cerrado un poco más.



Gracias a la gata, dondequiera que esté y quienquiera que sea.

domingo, 22 de febrero de 2009

Tensión sexual

Cuando las mujeres nos tranquilizamos, y nos dejamos de chorradas con los hombres, y nos sentimos lo suficientemente seguras de nosotras mismas, las cosas suceden naturalmente.

Cuando ese momento llega, dejamos a un lado las alucinaciones que nos hacen ver cosas donde no las hay, y a la vez olvidamos ese sentimiento de culpa por sentirnos deseadas, ya sabéis ese "no, no me está mirando a mí".

Aceptemos los hechos.

Lo cierto es que una mujer soltera busca relación estable. Y por relación estable me refiero a novio o pareja o amigo o sexo ocasional, pero estable (Samanthas a parte). Sin embargo, un hombre soltero busca todo lo opuesto. No es que busquen inestabilidad, pero sí frugalidad, y en el caso de que la noche se haya dado mal repiten con hembra conocida ( si ella se deja, claro).

Es como la teoría de la vaca nueva y la vaca vieja. Una vez vi una película en la que la protagonista, tras un desengaño amoroso, acababa comparando a los hombres y mujeres con vacas y toros. Por lo visto había encontrado un estudio científico en el que se decía que los toros no querían copular dos veces con la misma vaca. ¿Es realmente así? No lo creo. Y sinceramente lo mejor de la película es ver a Hugh Jackman en ropa interior...¡Todavía no me he repuesto de shock!

Sin embargo, sí que he comprobado, y contrastado con otras mujeres, que, por lo general otra vez, una vez emparejados, y pasados los meses iniciales de pasión, los hombres pierden algo de interés por el sexo. Es como si dejasen de estar "embravecidos" y estuviesen felices en el redil. Parece como si no sintiesen la necesidad de seguir demostrando lo "machos" que son; eso lo dejan para la soltería, el momento de ser "picha brava" (me empiezo a explicar lo de las despedidas de soltero...).

Pero en el caso de las mujeres sucede al revés. Puede que todavía, en pleno siglo XXI, haya algunas que se sientan presionadas por el que dirán de una mujer sexualmente liberada; pero lo cierto es que, en mi opinión, obedecemos a conceptos más prácticos.

Las mujeres reaccionamos a estímulos de muchos tipos y no sólo los físicos, así que, para la mayoría de nosotras, el sexo no es liberador, cómodo y divertido más allá del placer físico, hasta que no estamos con una pareja que nos hace sentir relajadas y nosotras mismas.

En el sexo ocasional se finge constantemente, y no sólo orgasmos. Pretendemos impresionar a la otra persona con acrobacias, con poses y frases de peli porno. Y es que damos palos de ciego y no sabemos qué es lo que accionará el botón. Y por si no hubiese suficiente comedia durante el "acto", llega el momento de la despedida el eterno "te llamaré". ¿Para qué? ¿Para repetir este desastre o para ir al cine?

Por eso, para nosotras, el momento liberador es cuando dejas de fingir en la cama y no sólo orgasmos. Y así, cuando estamos en una relación tenemos mucha más necesidad de sexo...Aunque parece que a los hombres les pasa al revés. ¡Condenados a no entendernos!



Cuando estamos sexualmente satisfechas nos tomamos los momentos de tensión sexual que puedas tener de la manera más natural. Sabemos en ese momento que irradiamos tranquilidad y, lo que es más importante, bienestar con nostras mismas. Nos sentimos bellas y deseadas si no en todo momento, casi; y sabemos que despertamos deseo y respeto en los hombres. Y eso es lo que a un hombre más le pone: una mujer por la que sienta un profundo respeto.

jueves, 29 de enero de 2009

Cómo llegué a la conclusión de que ya no quería un Big en mi vida


El momento de catarsis no ocurrió como con Newton y su manzana, sino que, como la buena cocina, se hizo a fuego muy lento.
Comenzó con una muerte, una escapada de mujeres a París y una recaída. Esos 3 momentos me llevaron a la firme decisión de que tenía que tomar las riendas de una vida que parecía un poco desbocada. Fueron muchas decisiones las que tomé en esos meses: volví a estudiar, dejé de fumar, empecé a hacer ejercicio y en general a cuidarme más. Pero había una cosa por encima de todas que sabía que tenía que arreglar: mi Big particular.
Desde nuestra ruptura había intentado por todos los medios demostrar que era una persona adulta y que podíamos mantener una relación a la altura de las circunstancias. Sin embargo, aunque yo había puesto todo mi empeño en encontrar el clavo con que quitar este otro clavo, no había obtenido resultados. ¿Es que algunos hombres tienen algún radar para intuir que puedes estar a punto de ser feliz? "¡¡¡¡Alarma!!!! Judith está a punto de encontrar la felicidad. Big aparecía por arte de magia con algún comentario ingenioso que me hacía creer que la llama seguía viva entre los dos. Así que ahí estaba yo, cansada de tanta incertidumbre, de verdades a medias, de tener en mi mesilla de noche la foto de un hombre y despertarme por la mañana con uno completamente distinto, de dormir en un sólo lado de la cama a pesar de tener cama de matrimonio, y gilipolleces por el estilo. Pero por encima de todo estaba cansada de estar sola y sentirme la persona más desdichada del mundo por ello.

Estaba muy claro: tenía una cuenta pendiente y tenía que resolverlo.


Ni corta ni perezosa planeé un viaje y una vida en torno a esa cuenta...


Cuando una se enfrenta a su pasado quiere estar maravillosa; pero cuando una se enfrenta a su Big quiere que piense que ha dejado escapar la mejor oportunidad de su vida. Que le vamos a hacer...las mujeres somos así de orgullosas.
Y aunque esa se convirtió en mi motivación inicial, pronto me mostró que estaba haciendo algo buenísmo por mí. Con ese pequeño acto de venganza recuperé una confianza en mí misma que casi creía perdida para siempre.


Y así, con el ego lleno y radiante por fuera y por dentro inicié el viaje iniciático definitivo en mi vida.


El primer encuentro fue raro, incómodo, como cuando te pones unos pantalones que antes te quedaban perfectos y que ahora te aprietan demasiado. Debí haberme quedado con esa primera impresión...Pero las mujeres tenemos esa capacidad para ponernos cualquier tipo de excusa a nosotras mismas: "Es que hacía mucho tiempo...", "Es que había puesto muchas expectativas en un sólo momento...", "Es que él también estaba nervioso..." ¿Por qué nos hacemos eso a nosotras mismas?¿Por qué nos gusta prolongar la agonía?¿Por qué somos tan reacias a aceptar que algo se acabe?
La agonía se prolongó un par de meses en los que fingí un poco más que era su amiga, en los que viví un desplante tras otro. Puede que me hiciese falta eso mismo para reaccionar, ya que como decía Oscar Wilde: "Las mujeres perdonan las injurias pero no olvidan los desdenes".
El desdén más grande fue el día que decidimos hablar previa notificación por mi parte: "Me he cansado de fingir que soy tu amiga". Para resumir: si algún hombre poco ducho lee mi blog que tome nota: "A una mujer de la que has dicho haber estado enamorado NO se le dice eres LISTA; NO se le dice eres BASTANTE ATRACTIVA; y por encima de todo NO se le dice ME GUSTAS. Y cuando te escribe una carta de amor NO se le responde "ES BONITA". Son insultos a una mujer inteligente, hermosa, y que te ha querido como nadie y que además lo ha plasmado con tinta y papel.
Me fui del café sintiéndome insultada y menospreciada por la persona que más había querido hasta ese momento, y me di cuenta de que sí me esperaba y me merecía algo mejor.


Y es que puede que haya chicas que no estén destinadas a quedarse con su Big.


He vuelto a ver Sexo en Nueva York, y desde luego me quedo con Aidan...Yo he puesto un Aidan en mi vida y me va mucho mejor así; claro que mi Aidan tiene el sex appeal del Big de Carrie! ¿No es la mezcla perfecta?

Ah!Y por si os lo preguntáis...no echo nada de menos a Big... prefiero al de ficción!;-)