miércoles, 27 de octubre de 2010

Aprendiendo a crecer

Desde pequeños aprendemos, unos con más éxito que otros, que en la vida vamos a tener que hacer cosas que no nos gustan para conseguir algo mejor.

Tenemos que ir al colegio y estudiar si queremos tener un trabajo y un futuro mejor el día de mañana. Tenemos que comer verduras que no nos gustan y pescado para que estemos más sanos y fuertes y poder vivir más años, o para simplemente evitar los catarros. Tenemos que buscarnos un trabajo y aprender a hacernos responsables de nuestras facturas porque no siempre vamos a tener la suerte de tener a alguien que nos quite las castañas del fuego.

Hace algunos años aprendí la importancia de terminar todo aquello que se empieza. Cualquier cosa inconclusa en nuestra vida nos produce una sensación de desazón, de inseguridad. En ese momento poco y nada había concluido en mi vida. Sobrevivía y cuidaba bastante bien de mi misma, pero no me quitaba esa sensación del cuerpo; esa sensación de que debía hacer algo, de que mi futuro tenía que ser mejor y de que eso mismo estaba tan sólo en mis manos. Muchas veces he escrito aquí lo que hice en ese momento (terminar la carrera, dejar de fumar, ponerme a dieta, terminar con mi Big particular....), pero nunca había hablado de esa sensación, del desazón. Una vez me puse manos a la obra me di cuenta de que con cada cosa que terminaba me sentía mejor y mejor conmigo misma.... y desde entonces soy una fan del "acaba todo lo que empieces".

Sin embargo, hay una pregunta que siempre me ha inquietado, y a la que malamente le he encontrado una respuesta: ¿Cómo se deja de querer a alguien? ¿Cómo se termina eso?

Me maravilla la gente que es capaz de engarzar una relación con otra como si de una servilleta de papel se tratase. A lo mejor es que hasta el amor me lo tomo muy en serio. Yo no creo en el amor a primera vista, porque eso no te sale del corazón sino que te sale de las vísceras. Yo no creo en levantarse una mañana y decirse: "Ups! Creo que estoy enamorada"; y del mismo modo acostarse otra noche y pensar: "¡Vaya! Creo que ya no lo estoy". Para mí va muy despacio y siempre "in crecendo". Lo visceral es lo que nos confunde. La química nos hace creer que hay más de lo que en realidad hay, en muchos casos. Pero el amor es algo mucho más profundo, para el que no hay ese otro clavo....por mucho que otro clavo alivie. Y si, para mi, el proceso de enamorarse es lento, el de desenamorarme mucho más.

Pero como decía antes, desde pequeños aprendemos que a veces tenemos que hacer cosas que no nos gustan para conseguir que todo sea mejor. Aprender duele y es cansado, pero es inevitable (al menos en mi caso que siempre quiero más). Y aprendemos que, en ocasiones, todo el amor del mundo no es suficiente; o que hay cosas que no están en nuestras manos. Así que damos pasos que en realidad no queremos dar, sabiendo que es la única dirección que podemos tomar, y esperando (diría rezando si fuese religiosa) que sea el adecuado, el que nos demuestre un día que todo el amor del mundo sí es suficiente.