domingo, 19 de junio de 2011

Se venden sentimientos al mejor postor

Con los años he ido apendiendo a expresar mis sentimientos de una manera que no sea por escrito, pero no siempre ha sido así.
Todo comenzó con un diario, como todas las chicas tímidas. Un diario que con el paso del tiempo se han convertido en diarios. El primero plasmaba todo lo que no le contaba a nadie. Todas aquellas cosas que me preocupaban y a las que, a medida que escribía, les iba encontrando algo más de sentido. Este diario tenía una llave porque me daba mucha vergüenza que alguien pudiese leer todos mis sentimientos, mis miedos y mis aventuras y desventuras. Ahora, cuando lo releo tengo nostalgia de aquella niña tan inocente y me rio de sus grandes dramas diarios.
El siguiente fue una aventura mayor. Fue la guía de un viaje iniciático. Y mis preocupaciones evolucionaron de manera distinta, ya que esa vez me encontraba físicamente sola y a muchos kilometros de cualquier cosa conocida. Empieza triste y dubitativo, para convertirse en todo un torrente de descubrimientos al aprender a vivir conmigo misma. Me sorprende todavía hoy ver lo mucho que crecí en tan poco tiempo.
Y volví, y me perdí. En el siguiente reina la confusión, las dudas, la baja autoestima, la desesperación y el desamor. Probablemente la etapa en la que mi reinado del drama llegó a su punto más álgido.
El que siguió a ese fue uno que me regaló V para mi viaje reiniciático. Es mi favorito, no sólo porque es de tapas de cuero y papel reciclado, sino porque mi forma de escribir y de ver la vida tomó forma. Me siento especialmente orgullosa de ese, a pesar de que tiene momentos muy tristes y de soledad absoluta. Pero esa vez supe encajar los golpes como mi abuelo siempre me había dicho que hiciese.
Y luego vino el amor. Lo poco que escribía era todo felicidad. Había dudas sobre mí misma, sí, pero sobre todo felicidad.
Ya casi no escribo en el diario. Lo poco que escribo son las cosas que no quiero compartir. Las cosas que puede que hiciesen que el resto del mundo pensase que soy una neurótica. No es que no lo diga, que lo digo. Pero una cosa es decirlo y otra dejar que lo constaten.
Escribo aquí, pero lo que más me gusta de escribir aquí es que siempre puedo disfrazar mi verdad con un poco de sentido del humor y de cierto cinismo. Aquí no lo enseño todo...
Sin embargo, hay una ocupación mía que pocos conocen.
Me gusta escribir cartas de amor. Y, sinceramente, creo que soy muy buena escribiendo cartas.
Es algo desfasado que ya nadie hace, pero la tecnología es tan fría...
No sólo he escrito cartas de amor a amantes, sino a amigos también, cuando los he sentido lejos, perdidos o desesperanzados, una carta larga, de esas que tienes que leer muchas veces porque las lágrimas no te la han dejado leer bien la primera vez, era mi mejor apoyo. Además, las cartas, o más bien las palabras escritas en una carta, no se pierden en el ciber espacio. Sólo se pierden si no las quieres.
¡Conservo tantas cartas! Y me gustará que el día que yo me muera mis hijos y mis nietos las descubran en el fondo de un cajón. Ellos no habrán recibido ninguna carta en su vida...
Pongo todos mis sentimientos en las cartas, incluso alguno que no sabía que existía. No dejo nunca nada por decir ni por sentir. Son honestas, verdaderas y me resulta imposible engañar a alguien con una carta.
Sigo escribiendo cartas, pero yo no recibo ninguna. Sé que la finalidad de escribirlas no es recibir otra a cambio. Pero aún recuerdo el ansia que tenía cuando vivía fuera y esperaba a oir la llegada del cartero. Así que a veces es imposible no pensar que todos esos sentimientos y grandes palabras caen en saco roto si no recibes una respuesta.
Una vez regalé una preciosa carta de amor a alguien, tan hermosa que fue seleccionada para un concurso. Tan fresca, tan distinta, tan sincera... Y se me ocurrió preguntarle que qué le había parecido: "Es bonita", me contestó sin más. Craso error, pero ¿el qué? ¿Preguntarle por la carta o habérsela escrito? ¡Me dieron ganas de decirle que me la devolviese!
Así que he pensado que ya que nadie me escribe a mí, voy a empezar a vender mis sentimientos al mejor postor. Una especie de Cyrano de Bergerac. Puede que así le dé a mis sentimientos buen uso.
Aún así, no me importaría recibir una carta de amor, aunque sea mentira, y sumarla a la colección de cartas que leerán mis hijos el día que yo me muera.

viernes, 17 de junio de 2011

Mitos sobre los hombres (1)

Señoras y señoritas, ¡aceptémoslo! La mitad de las cosas que nos han contado sobre los hombres, sino más, son mentira. O digamos mejor una ilusión, porque aunque puede que inicialmente lo obtengamos, rapidamente se desvanece, como si en realidad nunca hubiese estado alli.
Por ejemplo, la lencería.
Puede que nos todas seamos Heidi Klum ni Alessandra Ambrossio, pero nos queda bien la ropa interior; es más, estamos muy sexys. Personalmente he pensado que con unas alas del chino, un conjunto de Oysho, unos tacones y un poco de maquillaje podría ser un Ángel. Todo es cuestión de morro, ¿no? Imaginaos toda esa preparación. Elegir la música, el modelo y prepararse para el momento en que te vean así. ¿Qué pasa por tu cabeza en esos momentos? Pues, escenas como 9 semanas y media, o como en la mismísma pasarela, un hombre sentado y admirando lo que tiene delante, sonriendo. ¿Qué tenemos en la mayoría de los casos? Si tenemos suerte obtendremos el: "ohh, ven pa' aqui que te lo voy a quitar todo". Y así, las dos horas de preparación, la hora de elección, el desembolso económico,etc, se desvanecen en un sólo minuto. Pero en otros casos, mucho más abundantes de lo que pensamos, te miran perplejos y te dicen: "¿Y tú de que vas disfrazada?"
Mito 1 derribado, porque es más, descubrirás alucinada que les gustan más tus bragas de mercadillo que las de La Perla.
Moraleja de nuestro mito de hoy: Señoras y señoritas, id cómodas con vosotras mismas, con vuestras braguitas de algodón porque ellos os van a encontrar sexys en el momento más inesperado, por mucho que viendo a super modelos y cantantes de curvas sinuosas se pongan todos burracos. Eso sí, si queréis sentiros un Ángel por una noche o Beyoncé, hazedlo por vosotras mismas, por el juego en sí, no porque esperéis una escena de película acompañada de su frase de película correspondiente.

lunes, 6 de junio de 2011

La única

Yo no sé mucho de psicología masculina, si es que le podemos llamar así. Llevo 32 años siendo una chica y, evidentemente, esto es de lo que sé más. No sé cómo piensan los hombres, y cada vez que creo que me acerco me sorprenden para bien o para mal.
Sin embargo, rompiendo una lanza a su favor, también he de decir que hay mujeres que sorprenden para mal. Pero incluso con estas mujeres todas tenemos algo en común: todas queremos ser la ÚNICA.
Por mucho que todos y todas digamos que queremos sinceridad y honestidad en nuestras relaciones hay ciertas cosas que no queremos saber. No importa si tenemos una relación monógama, una relación abierta o un simple rollo ocasional. Nunca queremos saber que esa persona pone sus ojos, sus manos o sabe Dios qué más en otra persona.
Todos tenemos un sentido muy ególatra de nosotros mismos. Creemos que somos maravillosos, irrepetibles, únicos.... ¿Cómo nos hace sentir que esa persona prodigue las mismas atenciones o mayores a otro/a?
Hay un tipo de mujeres que no me gusta nada: las mujeres que tienen que ser el centro del elenco masculino a su alrededor al precio que sea; bien sea llevando una minifalda que no deja espacio a la imaginación, bien sea gritando más que el resto, o bien ninguneando a todas las mujeres que se acercan a su coto de caza. Y sin embargo, hay una parte de mí que se identifica con ellas. Yo no necesito llamar la atención de todos los hombres a mi alrededor, y de ser así, ni mucho menos lo haría de esa manera, pero sí quiero que la persona de la que esté enamorada me mire y piense que no necesita nada más; quiero que piense que no hay mejor compañia que la mía; que no hay ningún lugar en el que preferiría estar.
Visto así suena muy mal. Suena asfixiante, manipulador y obsesivo....lo sé. Evidentemente, procuro no ir a ese extremo. Y es fácil no llegar ese extremo siempre y cuando haya confianza, respeto y comunicación.
Seamos sinceros. Todos miramos a otra gente. Todos pensamos en algún momento "lo que te hacía si no estuviese con alguien". El matiz radica en pensar: "lo que te hacía si no estuviese enamorada de otra persona; si no fuese la persona más feliz del mundo cuando estoy con esa persona". Todos tenemos ojos, y lo cierto es que tenemos que usarlos....
Pero sí queremos ser los únicos. Y aunque, como dije al principio, no soy muy ducha en psicología masculina, me inclino a pensar que a ellos les ocurre lo mismo.
No es lógico. No es sano. Es egocéntrico. Es impulsivo. Es irracional. Es amor.