viernes, 11 de diciembre de 2015

La mentira

Ya que estamos en plena campaña electoral me he visto obligada a hacer reflexión; pero como mi voto ya lo tengo bastante meditado me he propuesto haceros reflexionar a vosotros.

Sabéis que no soy muy fan de decir la verdad en todo momento, ya que lo considero una falta de educación. Creo firmemente que no hay necesidad de compartir absolutamente todo con otras personas. Eliges qué contar, a quién contarlo y cómo. A eso le llamo tener filtro. No todo el mundo es apto para oír todo lo que tienes que decir. Es una simple cuestión de empatía. Puedes elegir no herir sentimientos, o puedes decidir que la persona que tienes enfrente no merece tu confianza. Para eso tenemos la omisión. ¿No es lo más justo? Ya, pero al menos es menos ofensivo que la mentira.

La mentira ofende, y me temo que mucho más que la verdad. ¿ No os habéis parado a plantearos lo que implica una mentira? Alguna vez he mentido. No han sido muchas veces, pero cuando lo he hecho ha sido una mera cuestión de cobardía. Temes la reacción de la otra persona o, en el mejor de los casos, temes herir sus sentimientos. Es el miedo, al fin y al cabo, el que te lleva a mentir. ¿Y qué sientes cuando te mienten a tí? Personalmente, y creo que mi opinión será compartida por más de uno, hace que sienta que la persona que tengo enfrente me crea lo suficientemente estúpida como para no descubrir jamás la verdad escondida tras esa falacia.

Hay quien cree en las mentiras piadosas. ¿Perdona? ¿Qué te crees Joaquín Sabina? No necesito la condescendencia de nadie, ni que me traten como si fuese una pobre florecilla que no es capaz de asumir que la vida no es siempre bonita o que no siempre voy a oír lo que quiero. La demagogia es para los débiles mentales, y yo, aunque a veces quiero que me bailen el agua, al menos quiero sentir que hay algo de verdad tras todo ese discurso.

Una vez me dijeron ya no me gustas. Dolió. Sí. Mi ego quedó un poco tocado, pero resultó mucho más fácil superarlo. Me dije a mí misma Supéralo en el momento en que acabó de pronunciar la frase. Y ese día no me cayó ni una lágrima, y por esa persona no me volvió a caer ni una más. Le agradecí que no alimentase mis pajas mentales. Fue mucho más simple e indoloro de esta manera, tanto que a día de hoy me sigo llevando bien con él.

Cuando se trata de una mentira, no dejéis que ningún tipo de dialéctica barata os haga creer que no es mentira, porque si lo pensáis bien es sólo una mentira engendrando más mentiras. Mentir es un círculo vicioso del que es muy difícil salir. Si sois vosotros los que lo hacéis haréis casi cualquier cosa para taparlo; si os mienten a vosotros, os engañaréis de cualquier manera para no pensar que os han creído lo suficientemente estúpidos como para no averiguar la verdad.

Estéis del lado del que estéis, sed valientes y asumid las consecuencias de engañar o vivir engañados. Vivir así es una pérdida de tiempo.

Tenedlo en cuenta a la hora de reflexionar sobre vuestro voto, o sobre la vida en general. Puede que os sirva de algo...



martes, 24 de noviembre de 2015

Báilame el agua

A veces el ruido externo nos impide escuchar lo que pasa dentro. Es como una tormenta que sólo te deja concentrarte en cuando vas a oír el próximo trueno. Esa tensión, ese miedo que atenaza y que hace que olvides que hay algo pasando más allá del cristal.

Lo mismo ocurre cuando te dicen lo que quieres escuchar; cuando tienes tanto miedo a lo que hay dentro que lo que oyes fuera te sirve de perfecta distracción. Y lo necesitas como una droga que libera la tensión de tu cuerpo. Sabes que no es real, que es un engaño; y aún así dices: Sí. Báilame el agua.
Somos humanos y nos aferramos a cualquier clase de optimismo que encontramos por el camino o corremos el riesgo de morir de realidad. Por eso sí, báilame el agua.

Y es que aunque soy defensora de un toque de cinismo porque me protege, me ayuda a reírme de mí misma y a trivializar el millón de cosas que están mal, a veces necesito una dosis extra de optimismo y autoestima.

Y sé que no debería venir de fuera.
Y sé que no es completamente real.
Y sé que no es bueno, pero báilame el agua.

Báilame el agua porque no me quiero deshacer del trocito de inocencia que me queda. Es más, quiero arraigarlo y que crezca. Quiero tener la mirada limpia y saltar en los charcos, literal y metafóricamente hablando. Quiero seguir creciendo pero sin rencor, sin miramientos, sin desconfianza, y sobre todo sin miedo.
Por eso báilame el agua. Pero sólo un rato; lo suficiente como para no rebasar los límites de la estupidez o de la mentira; lo suficiente como para darme un respiro; ese halo de irrealidad que mi inocencia y yo tanto necesitamos.

Báilame el agua
Úntame de amor y otras fragancias de tu jardín secreto
Sácame de quicio, hazme sufrir
Ponme a secar como un trapo mojado
Lléname de vida
Líbrame de mi estigma
Llámame tonto
Olvida todo lo que haya podido decirte hasta ahora
No me arrastres
No te asustes
Vete lejos pero no sueltes mi mano
Empecemos de nuevo
Toca mis ojos
Nota la textura del calor
¿Por cuánto te vendes?
Píllate los dedos y deja que te invite a un café
Caliente, claro y sin azúcar
Sin aliento
UNAX UGALDE, David en Báilame el agua


P.D. Si no la habéis visto, deberíais

jueves, 5 de noviembre de 2015

Las palabras

Siento un profundo amor por las palabras desde muy pequeña. Supongo que es, en gran medida, herencia de mi madre, lectora voraz, pero siempre he sabido utilizarlas correctamente, cosa que me ha valido más de una burla dentro y fuera de la familia. Aunque claro, no todo el mundo sabe apreciar el buen uso que se puede hacer de ellas.

Mi amor por ellas viene desde momentos que no puedo recordar, pero que cuentan que obligaba a toda la familia a que me leyesen el mismo cuento una y otra vez, hasta que me lo aprendí de memoria para desmayo de mis padres que creían, ingenuos padres primerizos, que su hija de apenas tres años había aprendido a leer. Luego aprendí a leer, efectivamente, y, como buena niña EMO que creció en un mundo de adultos, los niños de mi edad me aburrían y prefería irme a casa a leer. Por suerte para mí, evolucioné, y ahora tengo buenas habilidades sociales. Y acompañando a estos hábitos lectores estuvo siempre la música, con la que durante mucho tiempo prevaleció una buena letra que me hiciese llorar por sentirme identificada, que una melodía. Y por suerte, una vez más, con los años aprendí a apreciar la música más allá de la letra

Hay gente que no encuentra las palabras, y yo no los entiendo porque mi problema es que me sobran. Hay gente que piensa que todo es bonito y no saben que también hay hermoso, lindo o espectacular. No usan más de veinte adjetivos al día, y todos los días los mismos. No aprecian la riqueza del vocabulario, así que mucho menos comprenden la importancia de expresarse bien. Y es que me gustas no es lo mismo que me encantas; ni te quiero es lo mismo que te amo. Como siempre digo, estoy muy agradecida a mis padres que me han dado una educación que hace que sea capaz de dirimir entre es mentira y no es verdad; y también a mi estancia en Irlanda que me hizo apreciar nuevamente la importancia del please, thank you y sorry.

Así que sí, amo las palabras y su buen uso y puedo utilizarlas casi a mi antojo ya que además procuro hacer un uso racional de ellas. Sí, en muchas ocasiones, mido mis palabras. Y morderse la lengua es un arte, una bendición que no tiene todo el mundo. Pero una vez más, eso es una cuestión de educación. No me callo por no saber que decir, sino por no decir lo que no debo.

Quizá pueda parecer una actitud un poco victoriana, de mujer que intenta ser comedida y templada, pero para mí es una cuestión de moralidad kantiana: obra de tal modo que tu modo de actuar se convierta en máxima universal. O traducción: no hagas o digas lo que no te gustaría que te hagan o digan a ti. Entonces sí, soy victoriana y comedida. O puede que sea influencia de mi padre, músico, por el que sé apreciar los silencios.

Sin embargo, mi amor por las palabras no es ciego ni incondicional. Las palabras pueden ser retorcidas, manipuladoras y enrevesadas. Los fascistas ya sabían esto, y una de sus máximas residía en controlar a los medios de comunicación para hacer del pueblo lo que ellos querían y disfrazar, por un corto período de tiempo, sus planes dictatoriales y venderlos como una democracia. Por eso no, las palabras no siempre sirven.

Las palabras sin un gesto que las acompañe son mera palabrería. Y en la era digital estamos rodeados. Estamos perdiendo las miradas, los abrazos, los besos de verdad, y lo llenamos todo de emoticonos. Pero no es lo mismo, no. Un perdón no es lo mismo sin una mirada. Un te quiero no es lo mismo sin un beso, un abrazo o una caricia. Y lo mejor, es que muchos de esos gestos no necesitan ir acompañados de palabras. Los momentos más valiosos van generalmente acompañados del silencio. Un silencio que sólo puede ser mejor cuando se rompe con una risa o incluso con un llanto.

Puede que haya utilizado demasiadas palabras para expresarlo, pero me habéis entendido, ¿verdad?

lunes, 12 de octubre de 2015

No sé si quiero estar soltera contigo

Después de darle vueltas al famoso "quiero estar soltera contigo", y su antítesis "por qué quiero estar soltera contigo es una mierda peligrosa", de haber tenido un fin de semana de mucha reflexión sola, o en voz alta con amigos, he llegado a una conclusión: "No sé si quiero estar soltera contigo".

Certezas en la vida tenemos muy pocas, y yo menos todavía. No sabemos, bien por miedo, bien por desconocimiento; pero no sabemos. Tomamos decisiones porque hay que hacerlo, pero no sabes si es la correcta, la incorrecta o todo lo contrario. Sencillamente no lo sabes. Caminas, y la mayor parte del tiempo, no sabes a donde. Pero decides. Decides tomar un camino u otro o basándote en tu propia experiencia o en tu intuición, y básicamente rezas para llegar a dónde quieres llegar, si lo sabes, o que al menos el sitio al que llegues te guste.

La gente dice: "Quiero tener una casa". ¡Qué ilusión te hace firmar una hipoteca! ¿Crees de verdad que la simple posesión de algo, que realmente no será tuyo hasta que puede que ya no lo puedas disfrutar, marcará el camino de tu felicidad? Sé que no quiero tener una hipoteca; he tenido los suficientes préstamos en el banco como para saber que no quiero atar mi vida de esa manera ni condicionarla así. Pero lo sé ahora. Puede que mañana sí quiera. Puede que mañana vea la casa de mis sueños y no me imagine viviendo en ningún otro lugar. No lo sé.

De la misma manera con todo, y más si implica sentimientos por el medio. ¿Quiero tener hijos? No. ¿Es un no definitivo? No lo sé (aunque tampoco me preocupa). ¿Quiero casarme? No. ¿Es definitivo? No lo sé (y tampoco me preocupa).

Lo que quiero decir es, ¿cómo cualquiera de esas personas saben cómo quieren que sean sus relaciones futuras y probablemente inexistentes en el momento en el que estaban escribiéndolo? Decir que cada relación es un mundo es una obviedad, porque cada persona con la que te encuentras es distinta y saca cosas diferentes de ti. Es imposible predecir cómo será el futuro con esa persona, pero es casi imposible también saber qué clase de relación vais a tener. Te dejas llevar o no; pones unos límites o no. NO LO SABES.

Puede que sepas algo: lo que no quieres. Nuestro exceso de equipaje sentimental nos lleva a descartar situaciones en nuestras vidas. Es lo que decía en el post anterior: acción-reacción. Si sabes que algo te hace daño, no lo quieres en tu vida. ¿De verdad? ¿Acaso el ser humano no es el único que tropieza 100 veces con la misma piedra y, a veces, a esa piedra le podemos poner nombre y apellidos? ¿Quién no ha tenido una piedra así en su vida? Mis padres que llevan juntos casi 40 años. Ni ellos, seguro que antes de conocerse tuvieron otras piedras en sus vidas...
 
Así que señoritas que os habéis creído tan listas diciendo y desdiciendo, ahora que me he parado a pensarlo, creo que tienen ustedes una gran bandada de pájaros en la cabeza. Las relaciones no son niños probetas. No podemos diseñarlas a nuestro gusto en nuestra mente antes de estar en ellas. Hacer eso es de primero de Disney. Sólo podrás saber que habrá cosas que no quieras, y una vez que estés metida en materia podrás pensar alguna cosa más. Personalmente prefiero el momento "¡qué bien estoy, y no sé cómo llegué hasta aquí porque estaba ocupada disfrutándolo!"

No sé si quiero estar soltera contigo, casada contigo, ennoviada contigo, tu pareja de hecho, tu mejor amiga, follamigos, etc. Primero descubre quién es "contigo", y luego lo único que importa es "quiero estar contigo" y disfrutarlo el tiempo que lo disfrutes. ¡Vivid, coño! No os lo imaginéis

martes, 6 de octubre de 2015

El dolor

Como enferma crónica que soy llevo años conviviendo con el dolor, y he aprendido a conocerlo. Hay un tipo de dolor que es constante, que acabas conociendo y comprendes, y por ello lo puedes controlar. Sin embargo, hay otro tipo, el que aparece sin anunciarse; uno que es agudo y punzante, y que igual que vino se fue. Éste es el que te da miedo porque es impredecible y no lo puedes controlar. Es el que te deja sentado e inmóvil esperando a que vuelva a pasar.

Lo cierto es que, la mayoría de los humanos, no sentimos miedo hasta que no sentimos dolor. Mis padres cuentan que cuando era pequeña tenía una cierta tendencia suicida, e iba hacia los enchufes después de haberme babado los dedos a gusto y apuntando con ellos directamente a los agujeros. Mi madre me chillaba como una loca para que no lo hiciera y yo sólo la miraba sorprendida. Así que mi padre, líder de la manada y torturador nato, decidió seguir las enseñanzas de Paulov y aplicarlas a su retoño, es decir, yo. Cada vez que me acercaba a la corriente eléctrica, cogía un alfiler y me pinchaba ligeramente con él. El experimento funcionó: acción-reacción.

Fui un poco cobarde toda la vida hasta que el dolor físico me puso a prueba. Así conocí mis límites, y una vez más, fue nuestro líder de la manada el que me enseñó a hacerlo. "Si piensas las suficientes veces que no te duele, el dolor desaparece". Y así fue. Quizás no todo el mundo tiene la fortaleza mental para hacerlo y, aunque esta frase me haga parecer un pequeño jedi, yo sí puedo. Pero controlas el primer tipo de dolor; el segundo no, y eso es lo que te genera miedo, otra vez.

¿Y qué pasa con el dolor que no es físico? ¿Se puede aplicar lo mismo? ¿Puedes dejar de sentir porque te instruyes para ello? Personalmente creo que es algo muy similar.

Pongamos como ejemplo el amor. Enamorarse duele; desenamorarse más; y que se desenamoren de tí es todavía peor. Pero esto no lo sabes hasta que lo vives. Cuando tienes 15, 16 o 20 años y no te has enamorado nunca no tienes miedo. No sabes lo que conlleva. Te lo pueden contar, pero igual que cuando alguien te dice que le dolió un tatuaje. ¿Y si a ti no te duele? ¿Y si a ti te sale bien? Así que cuando finalmente pasa vas completamente ingenuo y feliz, expectante, con ganas de saber si tú serás el afortunado al que no le duela. Pero nunca,o casi nunca es así. Te enamoras y te desenamoras o se desenamoran. Y sufres, y duele, y es un dolor desconocido, agudo, que casi parece infinito. Entonces un día aprendes a controlarlo y poco a poco desaparece. Sin embargo, ya lo has experimentado, así que estás jodido. Ahora ya tienes un poco de miedo instalado en el cerebro, en el corazón o dónde sea que se aloje.

Pasa el tiempo y ocurre una vez más. Si tienes suerte y todavía conservas parte de tu ingenuidad, querrás creer que todo será distinto esta vez, y en el futuro habrá un momento en el que te maldecirás por haber creído eso, porque volverá a doler y seguro que dolerá algo más. Puede que hasta te parezca un dolor distinto y que creas que no lo vas a controlar; pero nuevamente lo harás. Puede que, a pesar de que te parezca que te queda poca ingenuidad, vuelva a pasar.

Pero, ¿sabes qué? Mi madre me dijo una vez que cualquier cosa que te haya hecho feliz aunque sólo haya sido un instante ha valido la pena. "Nunca te arrepientas de haber sido feliz en algún momento". Y, ¿sabes qué? El dolor no es malo. El dolor te hace más fuerte. El dolor te hace conocer tus límites, e incluso hacer que te des cuenta de que realmente no los tienes. El dolor te hace más humano, más real. Te pega los pies al suelo y, aunque creas que a veces lo hace de forma muy brusca, es porque en realidad lo necesitas. Los mejores artistas han creado casi siempre desde el dolor; desde vidas difíciles; desde el sufrimiento.

¿Sabes qué? Prefiero que me duela a tener miedo.

lunes, 27 de julio de 2015

Corporativismos

Hace poco hablando con unos amigos me decían que los tíos son corporativistas y las mujeres no. Para ellos que uno del "equipo" folle es una victoria para todos. Según su opinión, nosotras no.  Nosotras nos despellejamos las unas a las otras, con más o menos sutileza. "Es buena tía, aunque un poco puta", es una frase que he oído más de una vez y que hasta es posible que yo misma haya dicho.

Pero me niego a ser corporativista.

Sigo algunas webs sociales en las que hay trillones de artículos dirigidos a mujeres solteras, en pareja, depresivas, super optimistas, viajeras, caseras, buscando el amor o desechándolo. De los 20 artículos semanales que me puedo leer, si tengo suerte se salva uno. Son todos insulsos, sentimentaloides, con consejos tan ridículos que hacen que Paulo Coelho sea un Sócrates moderno. Pero por Dios, ¿con cuánta basura facilona somos capaces de alimentar nuestros egos y nuestras expectativas?

Lo peor de todo es que hay tíos que también los leen y, como no son pocos los panfletos de este tipo que aparecen por las redes sociales, están empezando a creer, y con razón, que todas somos así: pequeñas damiselas cursis que buscan que el zapato encaje, que esperan que con un beso de amor verdadero despertarán del terrible ensueño que es la soltería.

Así que no, no soy corporativista.

Me niego a estereotiparme con esa clase de memeces, escritas en un 95% de los casos por mujeres que, por si no fuese poco, dicen que su "trabajo de investigación" está basado en mujeres de su entorno. Y lo peor del caso es que casi se proclaman en estandartes de la feminidad con esas fotos de mujeres perfectas, con sus novios perfectos, con tanto filtro "Sierra" que esperas que en alguna de ellas salga Jared Leto a su lado. Claro, por eso estamos solteras: estamos esperando por Mr. Leto a lomos de un corcel blanco.

Y es que el artículo que leí hoy en concreto no es que me haya sacado de mis casillas, no, me dio ganas de vomitar por el subidón de azúcar que tuve. Busqué en los comentarios y, aunque gracias a alguno de ellos recuperé la fe en el género femenino, la mayor parte de ellos eran de mujeres diciendo que esperaban encontrar a quien le dijese esas cosas. Bajo el título de "10 cosas que todo chico enamorado suele enviarle a su novia"y un montón de epígrafes de "para toda la vida", "el amor de mi vida", "amorcito" y blablabla, no había ni una sola de esas frases con la que yo me haya identificado.

No voy a negar que seguro que muchas mujeres se mueren por oír esas cosas. Yo no; y estoy segura de que no soy la única. Y os voy a decir por qué en unos simples puntos, ya que esto de las listas es tan mainstream:

1.- Tu vida, si tienes suerte, será muy larga, así que mucho me temo que no puedes decir con 20 o 30 o incluso 40 años si alguien es el amor de tu vida. Seguimos predispuestos socialmente a que el amor de verdad dura toda la vida, y no es así. Habrá casos en los que sí y, es más, tengo bastantes ejemplos a mi alrededor; pero hay muchos más casos en el que o el amor se acaba, o pasas toda la vida con una persona a la que realmente no quieres, sino a la que tienes costumbre. Eso no es amor verdadero. Y yo quiero creer que hasta que no esté jubilada no lo sabré. Sabes siempre quien ha sido la persona más importante en tu vida hasta este momento pero, a no ser que seas vidente, no sabes lo que te espera más adelante.

2.- No necesitas que te digan que te quieren cada media hora. Eso agobia y no es creíble. Las personas que más dicen son las que menos hablan (o eso o, según sabias palabras de mi madre, "a lo mejor no tienen nada en el cerebro").

3.- Si te mandan mensajes de ¿cómo dormiste? ¿qué comiste? ¿ya saliste de trabajar? ¿qué haces después? ¿ya llegaste a casa? ¿cenaste? ¿ya estás en la cama?, no es amor, es un seguimiento. Seguro que tienes un GPS puesto en alguna parte.

4.- Los apodos cariñosos en la intimidad, gracias, y a ser posible que no lleven un posesivo delante.


No creáis por esto que no soy romántica. Soy romántica de una manera libre, independiente y con la firme convicción de que tengo mucho amor en mi vida. El daño hecho no es irreparable y no odio a todos los hombres. Las mujeres "reales" (ahora que el término está tan de moda) no son sólo una talla de ropa. No soy una mujer menos real por llevar una talla más pequeña de lo que debería una mujer de mi edad. Las mujeres reales son aquellas que viven en un mundo real, que no esperan príncipes azules, corceles ni limusinas con La Traviatta a todo volumen; que se levantan de mal humor y prefieren que ni les hables, que confiesan abiertamente que la "cucharita" es incómoda y que en verano da muchísimo calor y que saben que, en realidad, se duerme mil veces mejor sola que acompañada (en lo que a la calidad del sueño se refiere).

lunes, 13 de julio de 2015

LA TÍA LAURA SE QUEDA A DORMIR

Por primera vez en años, incluso puede que en mi vida, me atrevo a compartir con vosotros una ficción escrita por mí. Hay una cuarta parte de esta historia que está inspirada en hechos reales, en una historia de esas que oyes sentada a una mesa. Espero que os guste....

La tía Laura llegó una mañana de mayo acompañada por parte de su prole. Algunos de ellos no pudieron
venir alegando problemas de salud varios o negocios por atender. A pesar de que ella había manifestado
su anhelo de estar con todos ellos en ese momento, algunos habían decidido que otros asuntos tenían
prioridad sobre el deseo expreso de su madre. La noche anterior, su sobrina Victoria, había recibido la
llamada de una de sus primas. “Vamos para allá. Preparadlo todo”. Victoria, muy diligentemente, llamó
a sus hermanos y consiguió tenerlo todo listo para la llegada de la familia. Estaba acostumbrada a lidiar
con este tipo de situaciones desde muy joven por lo que, a pesar del poco preaviso, no se le escapó ni un
solo detalle.
La familia llegó con caras circunspectas a la hora indicada, ni antes ni después. Sin embargo, Victoria se
preguntaba si dicho semblante se debería a la situación en sí, o a los inconvenientes que conllevaba. Sus
sospechas se vieron confirmadas cuando uno de sus primos preguntó con ansia “¿A qué hora termina este
circo? Tengo que coger un avión de vuelta esta noche y no quiero perderlo”. Todos esos años después no
dejaba de sorprenderla el poco tacto que su familia mostraba. Quería a su tía Laura y si lo había
organizado todo y se quedaba con ella era en pro de un afecto verdadero.
La ceremonia duró más de lo deseado, y Victoria tuvo que despertar de un codazo a uno de sus primos
tras un sonoro ronquido. Su hermana pequeña, sentada a su derecha, no parecía inmutarse ante el
comportamiento de sus familiares. Uno a uno fueron saliendo envueltos en una creciente cháchara a un
volumen impropio del acto al que acababan de acudir; y ya en la puerta sus primos empezaron a
despedirse con las excusas más peregrinas. Por fin, llegó el último de ellos. “Y bien, ¿quién se queda con
mamá? Nosotros tenemos que volver volando a nuestras rutinas”. Victoria y su hermana se miraron. La
primera atónita, la segunda implorando. “La tía Laura siempre te ha querido más a ti….”. Sin darle
tiempo a responder, su primo ya se había ido a por la tía Laura. “Está en buenas manos” Y cuando se
quiso dar cuenta estaban ellas dos solas.
Condujo todo el camino a casa en silencio con la tía Laura en el asiento de al lado. De vez en cuando la
miraba de reojo, pero no creía que hablar fuese lo más apropiado. Además, no tenía nada bueno que decir
y notaba una ira creciente subiéndole por el estómago. “Prepararé algo de cenar al llegar a casa”. No
tenía ganas de cocinar pero la angustia se había transformado en hambre, así que se hizo algo sencillo y
puso la mesa. Antes de empezar a cenar miró al otro lado de la mesa donde estaba la tía Laura. “Rezo
cada día por que mis hijos no se comporten así el día que yo me muera”. La urna metalizada que había
al otro lado de la mesa sólo le devolvió un reflejo. En ella, una plaquita rezaba “Laura Fernández García.
Devota madre”.

viernes, 1 de mayo de 2015

Piropos

Hoy, día internacional del trabajador, quiero rendir homenaje a todos esos trabajadores que tanto han luchado por que perviva una tradición tan nuestra, tan cañí, como el piropo. Y es que estamos perdiendo nuestras raíces incluso en esto, en este caso en aras del feminismo. El piropo es un arte que se ha cultivado en nuestro vasto y basto país.

Si bien es cierto que los norteños son menos dados a practicarlo, probablemente por nuestro carácter más introvertido, los sureños cuidan esta práctica con mimo y gracia, y de la misma forma sus mujeres los asumen. Pero me temo que mi ámbito geográfico de estudio está limitado, así que me centraré en lo que conozco.

No es fácil saber decir un buen piropo, de la misma manera que hay que saber recibirlo y leerlo apropiadamente, así que este post va dirgido tanto a hombres como a mujeres. A los caballeros les recomendaré qué cosas no son de caballeros, y a las señoritas cuándo sentirse ofendidas, cuándo hacer una doble lectura, o cuándo aceptarlo por lo que es: un PIROPO.

1. El piropo que busca escandalizar no es piropo.

La primera vez que oí uno de estos tenía yo 13 años. Con esa tierna edad no supe encajar el "te comería la regla a cucharadas" que me dijeron. Me fui a mi casa corriendo y llorando. Tierna edad sí que ya hace mucho que no tengo, pero hoy en día me produciría el mismo asco y pudor. ¡Esto NO es un piropo! ¿Qué clase de mente enferma lo podría considerar como tal?

En esta misma categoría, aunque algo más ingeniosos, en mi opinión claro, están todos los "piropos" que mencionan pescado o marisco tipo "quien fuera paso de peatón para verte el mejillón". ¿En serio? Aunque son algo menos asquerosos que el anterior mencionado, y podáis tener un punto por rima (fácil, pero rima), esto TAMPOCO es piropo.

Hombres del mundo, no os sorprendáis, pues, de que en estos casos la contestación más suave que podáis recibir sea un "¡Cerdo!". Y mujeres del mundo, controlaos todo lo que podáis para no caer en el chabacanismo y pagarles con la misma moneda. Cuando hacéis esto se vienen arriba y acaban mirando a sus amigos y diciendo "¡Bah, es una guarra!". (Lo sé, contraproducente después de lo que han dicho ellos pero no intentéis meteros en su mente....)

2. El piropo con sonidos guturales, chasquido de dedos, silbidos (salvo una excepción: fiu fiu), gestos señalando genitales, etc no es piropo.

¿Sorprendidos una vez más? Hace años íbamos un grupo de amigas y yo por una céntrica plaza de nuestra ciudad cuando oímos un ruido gutural a un volumen más alto que en un concierto de Korn con el que un muchacho intentaba decir "que buenas estáis". La contestación de una de mis amigas es épica, una leyenda en nuestro círculo: ¡Oye, que no nos hace chof chof!". La respuesta en sí es épica porque los amigos del interfecto se dieron la vuelta, miraron para él y se empezaron a reír en su cara. ¡Zas, en toda la boca!

Con esta misma amiga en cuestión perdí la cuenta de las veces que nos hemos dado la vuelta para ladrar, literalmente, a alguno que nos ha silbado.... Whof Whof!

3. Para las chicas, traducción de algunos piropos habituales:

- "Bonito vestido/camiseta/pantalón" : Estás buena. Normalmente puede ir acompañado de una cara que te dará muchas pistas al respecto, baba en algunas ocasiones. Pero a veces, es sincero... Aunque cuando realmente quieren echarle un piropo a vuestra indumentaria dirán que estáis elegantes (aunque esto también puede implicar "eres muy recatada"). Tómatelo como un piropo, pero lee correctamente lo que intentan decir.

- "Bonitos ojos": en un 90% de los casos no saben de qué color son hasta que los han visto unas 20 veces, así que lo más probable es que se refieran a alguna otra parte de tu anatomía. Tómatelo como un piropo también. Hay algo de tí que les gusta y son lo suficientemente educados como para no decírtelo abiertamente por miedo a ofender.

- "Que linda eres": error. Piropo trampa. Sólo les caes bien. Lo cual, en sí, también es un piropo.

Las mujeres somos complicadas y, en general, podemos estar predispuestas a pensar mal. ¡Relax chicas!. El 50% de un piropo es cómo sepas encajarlo.

Una vez iba por la calle con una minifalda y vi a un grupo de hombres que dejaban de hablar para mirar para mí. Tensé todos los músculos de mi cuerpo y empecé a pensar en borderías para soltar... "Eso es un cuerpo..... Y no el de la guardia civil". Piropo típico, poco original, pero para nada ofensivo. Relajé los músculos, sonreí y di las gracias.

Porque, seamos honestas, nosotras también nos giramos para mirar a un tío, y tenemos un master sobre cómo debe ser el culo masculino (que no sea culo pollo, ni culo gordo, pequeñito pero prieto), y que no se lo digamos en voz alta a ellos no quiere decir que no nos giremos a nuestras amigas y digamos barbaridades. He de confesar que alguna vez casi me he caído por ver a un hombre sin camiseta, literalmente.

Aunque si hay que ser sinceros, ¿hombres del mundo, cómo reaccionaríais vosotros a estos embistes verbales? Porque nosotras también tenemos una buena lista de cosas que deciros que, en confianza, os gustan mucho, pero ¿y si es una desconocida que físicamente no os atrae nada y os lo grita en plena calle? Imaginaos: "Morenoooo, te hacía de todo menos vudú".

Reivindiquemos el piropo de verdad, el que de verdad te gustaría oír, el que te da igual si es verdad o mentira. Porque hay piropos que no importa quién ni cómo sea el que te lo diga que siempre te gustan de verdad. El mío últimamente: "¡Quiero tu cerebro!"+

jueves, 23 de abril de 2015

La verdad

Si algo me pone los pelos de punta es oír a alguien con quien no tengo excesiva confianza la frase "yo es que soy muy sincero". Creo, sinceramente, que la honestidad está, por una parte sobrevalorada, y por otra mal entendida.

¡Qué le vamos a hacer! Pero yo hoy también voy a ser totalmente sincera. Me pone enferma la gente que porque es "sincera" se permiten decirte cosas hirientes del tipo "¡Cómo has engordado!", "¡Qué delgada estás! ¿Estás enferma?". Y es que tengas la talla que tengas, estas cosas te duelen.

Parecía que este era territorio de señoras de más de 60 años o niños hasta las 14 años máximo, pero cada vez más, observo que este comportamiento ha sido aprehendido por todas las generaciones. Debe ser como un virus que se propaga en el aire. El virus de la verdad. Pensadlo bien, ¿qué es lo que nos traería de bueno? ¿No os encantaría oír lo que gente que os importa una mierda tiene que decir sobre vosotros y viceversa? ¿Qué ha sido del no hay mejor desprecio que no hacer aprecio?

Quizás soy una falsa, pero al menos soy educada y procuro no herir los sentimientos de nadie, ni siquiera los de la gente que me importa una mierda. ¡Qué le voy a hacer! ¿Soy una pringada por ello? ¿Me hace peor persona? Pues que queréis que os diga, pero yo creo que no. Creo que es más que lícito dejar a la gente vivir en su nube, de la que ya bajarán si ellos quieren. Creo, además, que no todos somos iguales y que vivimos las cosas de maneras dispares y sentimos de formas distintas, y que por mucho que no sea nuestra intención herir a alguien lo podemos hacer.

Dice la Real Academia de la Lengua que la empatía es la identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro. La empatía es necesaria para todo. No sólo se trata de una nueva táctica de marketing, ni una de las palabras más usadas en el ámbito de los recursos humanos, sino que la empatía nos hace humanos. Sin ella simplemente seríamos robots sin sentimientos, podríamos vivir aislados de todo el mundo ya que nos importaría un huevo lo que opinen y sientan los demás.

Veréis, no soy una persona muy afectiva y tiendo a ser muy poco demostrativa. Pero sé mostrar cariño de otras formas. Y no sólo eso, sino que la gente que me conoce sabe que cuando doy alguna muestra de cariño es de lo más sincera. No sé fingir un abrazo. O lo doy de verdad o parece que llevo un palo de escoba metido por salva sea la parte. Y algo cambió el fin de semana pasado. Una serie de eventos me hicieron sentirme más cercana a la gente que quiero de lo que hacía tiempo me sentía. Abracé con absoluta sinceridad, dije te quiero de verdad y no sólo "yo a tí también", me preocupé por quien creo que lo necesita y se lo merece, y escuché a quien lo necesitaba.

No toda honestidad es verbal. La sinceridad más absoluta se demuestra con hechos, y no se dice con palabras. Las palabras sobran; las palabras hieren; las palabras confunden. No pierdas un ápice de tu tiempo en "ser sincero" usando palabras que no sean las que de verdad sientes. A la gente no le importa lo que pienses; lo que realmente importa es lo que sientes, y para eso no necesitas palabras.

La vida puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos, por eso yo no perdería el tiempo.... Sé que no he dicho te quiero lo suficiente últimamente, ni he abrazado de verdad en exceso, pero lo he empezado a cambiar. Da miedo pensar en querer a alguien demasiado; nos hace vulnerables, débiles; pero también es lo que te hace ser y querer ser mejor.

Por si no lo sabíais: OS QUIERO! (Ya sabéis quienes sois....)

sábado, 14 de marzo de 2015

Cosas que aprendí al desenamorarme

Si bien estar enamorado es algo que todos anhelamos por las mariposas en el estómago, por la montaña rusa emocional, por las endorfinas que hace que genere nuestro cuerpo, por pensar a todas horas en esa persona y sonreír embobados, hay algo terrible en el hecho de estarlo: te olvidas de ti mismo y sólo te centras en lo bien que esa persona te hace sentir.

No obstante, he de decir que mi opinión no es del todo objetiva. Como persona que ha estado enamorada un par de veces en mi vida (y es literal), no puedo más que basarme en mi experiencia. Sé a ciencia cierta, que seguramente, va a depender mucho de la persona de la que te hayas enamorado, de cómo llevéis vuestra relación, del tiempo que llevéis juntos, etc.

El caso es que llevo casi un año y medio sin estar enamorada (puede que más. El amor creo que se me había acabado antes que la relación), y me he dado cuenta de algunas cosas sobre mí misma. Unas las había olvidado, y otras no las sabía.

1. No soy una amargada. No estoy arriba todo el tiempo, es cierto, pero en líneas generales, soy una persona positiva. Me he caído muchas veces, pero todas me he levantado. No hago el avestruz y escondo la cabeza, y siempre, siempre, encuentro la forma de salir adelante.

2. Soy generosa. Tengo limitaciones económicas, sí, pero ¿quién no las tiene?

3. Soy graciosa. Una de esas cosas que he descubierto de mí misma, y de la que más orgullosa me siento. Hacer reír a la gente, me hace casi más feliz que que me hagan reír a mí.

4. No estoy loca ni me imagino cosas que no son. No tengo un 100% de fiabilidad, y es más, tengo tendencia a no enterarme nada hasta que es muy evidente; por lo que cuando "veo" algo, hay altas probabilidades de que sea cierto.

5. No soy celosa. Los celos forman parte de las inseguridades innatas en las personas. No fui celosa al principio de mi relación porque estaba muy segura de lo que tenía y de lo que sentía. Los celos llegaron cuando esos principios empezaron a fallar, y cuando empecé a sentir que me estaban engañando, de una forma o de otra. Es una de esas partes de mí que no pienso permitir que vuelvan. Formaron parte de lo que me hizo irreconocible hasta para mí misma.

6. Soy comprensiva. Es más, me paso de comprensiva. Mis amigas dicen que tengo la tendencia a justificar casi cualquier cosa que haga otra persona.

7. Soy creativa. Una parte de mí que tuve olvidada. Hoy en día no me llegan las horas del día para todo lo que tengo y quiero hacer.

8. Me gusta estar sola. Disfruto del silencio a veces más que de la compañía. Odio tener la tele todo el día encendida. Y me puedo pasar horas simplemente pensando.

9. Me gusta dormir sola. Hubo un tiempo en que despertarme sin esa persona a mi lado era una tortura.... Hoy me pongo música, me levanto, me preparo el desayuno y me lo llevo de vuelta a la cama. Y es una mañana perfecta.

10. Y me gusta hacer muchas más cosas sola.... Viajar, sentarme en una terraza con un libro, dar un paseo, etc.


Seguro que hay muchas más cosas que he descubierto o redescubierto. Fueron 7 años de relación intermitente, con muchos altibajos. Un relación que ocupaba tanto tiempo en mi cabeza y fuera de ella que hizo que dejase atrás muchas cosas.

Hoy soy feliz el 90% del tiempo, puede que egoístamente feliz. Sin embargo, la versión 2.0 de Judith me gusta mucho más. Porque, a pesar de que un 10% de mi tiempo me hago preguntas estúpidas inherentes a la soltería y a estar rodeada de parejas, este año y medio sola ha sido de los mejores de mi vida

domingo, 15 de febrero de 2015

Excess baggage

Hubo un tiempo en el que no era una cínica. Escribía sobre lo divino y lo infernal de estar enamorado; sobre los problemas de la convivencia en pareja y cómo se solventaban con sólo descubrir a esa persona al otro lado de la cama.

Hubo un tiempo en el que también creí en el "y fueron felices y comieron perdices". Era cuando pensaba que el amor era la respuesta a todos los problemas, cuando creía en que sólo esa persona era la única capaz de entenderte con una sola mirada.

Hubo un tiempo en el que creía en los grandes amores, en encontrar al amor de tu vida y en lo bonito que sería envejecer juntos. Era un tiempo en el que me hartaba a llorar viendo películas de amor y comiendo chocolate.

Y hubo un tiempo en el que me despertaba y me acostaba pensando en "esa" persona; unas veces entre lágrimas y otras con una gran sonrisa. Era un tiempo en el que sentí tanto amor que sentía que no podía respirar.

Pero a estas alturas del partido llevo mucho equipaje encima; mucho más del que parece y mayor de lo que cuento. Y es único e intransferible. No te puedes deshacer de él por mucho que quieras.

A estas alturas del partido, ya no me acuerdo cuándo ni dónde perdí mi inocencia y, a diferencia de a mi vergüenza, a esta sé que la echo de menos. Y es que me gustaría poder mirar a alguien a los ojos sin poner peros en su boca o en la mía. Me gustaría pensar que va a ser bonito, que no vamos a sufrir. Pero el equipaje, que tanto pesa, te recuerda que no es así. Por eso, soy una cínica; y hoy me siento lo suficientemente honesta como para decir que, efectivamente, es cinismo y no realismo. Es, en palabras de mi padre, "una capa de blindaje".

Hace algo más de un año decidí que no tenía fuerzas para seguir teniendo discusiones de pareja. Y dejé de hacerlo. También decidí que no quería volver a ser esa persona irreconocible hasta para mí en la que mi equipaje me transformó. Y hace seis meses decidí hacer ejercicios de autocontrol de sentimientos; y haciendo uso de una objetividad muy agresiva y mucho cinismo casi lo he conseguido. Y digo casi porque los cínicos también tenemos sentimientos.

Bajo toda esa capa de cinismo hay un corazoncito y un ego que también sufren. Pero es ese mismo cinismo el que bloquea esas eternas preguntas que nos hacemos en estas circunstancias (¿Por qué yo no? ¿Qué tengo de malo?), y para las cuales sólo obtenemos respuestas sinceramente dolorosas o mentiras piadosas.

Hoy es domingo de reflexión, pero mañana volveré al trabajo y a mi cinismo habitual: lo que el inglés denomina como "comfort zone". Pero puede que algún día deje de ser una cínica. Puede que algún día esté dispuesta a pagar por este exceso de equipaje... Pero me temo que ese día no ha llegado aún.

martes, 27 de enero de 2015

Lo que me han enseñado

Familia no hay más que una. A veces es una bendición, y otras veces no. No los escoges; te tocan. Y lo cierto es que unos tenemos más suerte que otros. Pero lo que es innegable es que para bien o para mal de ellos siempre aprendemos.

Para bien o mal he heredado, o aprendido (no lo tengo yo muy claro), manías de mi madre en lo que a limpieza se refiere, por ejemplo. Hay una sola forma de tender bien la ropa si queremos que nos seque toda a la misma velocidad; las sábanas se cambian, como mínimo, una vez por semana; se tiene un cepillo viejo de los dientes en la ducha para, a la vez que te duchas, ir limpiando las juntas de los azulejos, y otro para quitar los restos de cal que quedan incrustados en los desagües (también vale un cepillo de uñas); los platos se friegan en un orden determinado para no engrasar el resto de cacharros con restos de grasa; y como la fruta de hueso apoyada en el fregadero para no mancharme yo ni el suelo. Podría seguir eternamente. Pero una no aprende sólo trucos de limpieza de sus padres....

La primera vez que me dí cuenta de que estaba aprendiendo una buena lección en esta vida fue cuando fui al acto de licenciatura de mi madre. Crió a dos hijos sin nunca olvidarse de qué quería ser en esta vida; siempre recordando que, por mucho que nos quisiese, y nos quiere, ella era algo más que sólo madre en la vida. Durmió poco; mucho menos que la mayoría de las madres, porque mientras toda madre duerme cuando sus hijos duermen, ella estudiaba. Así que fue el día en el que por fin recogió su diploma cuando supe que algo importante había aprendido.

Mi padre fue "forzado" a madurar, a dejar sus sueños de artista por tener una boca que alimentar (luego llegaría la segunda). Tuvo un trabajo que odió tanto que su estómago pidió papas. Pero aprendió. Se formó por su cuenta y pasó tardes enteras estudiando los manuales que nadie se dignaba a explicarle, y así aprendió operativas que nadie después era capaz de entender. Aprendió a amar su trabajo porque se dio cuenta de que era bueno haciendo lo que hacía, y cuando se sintió valorado como trabajador floreció. Su implicación en su trabajo fue más allá de ver sólo números y veía a personas con problemas reales a los que quería ayudar. Pero siempre tuve la sensación de que algo de él se había quedado por el camino al haber dejado la música de lado. Fui muy feliz y me sentí algo menos culpable, cuando lo retomó. Ahora que está pre-jubilado, todo es música, y aunque no siempre seamos capaces de entenderlo, ni a él ni a su música, no puedo describir el orgullo y la emoción que he sentido al verlo subirse a un escenario grande,

Y una vez más me he dado cuenta de todo lo que me han enseñado. No importa que a veces me sienta el patito feo de la familia, porque no me siento brillante como ellos; lo importante es lo que me han enseñado. He aprendido que con esfuerzo y mucho trabajo puedes llegar a donde tú quieras. He aprendido que tus sueños no los puedes abandonar nunca, porque nunca serás demasiado joven ni demasiado viejo. He aprendido que la ambición no reside en el dinero. He aprendido que sólo tú te puedes poner límites. He aprendido que nunca hay que rendirse.

Así que, aunque a veces me saquen de quicio, aunque a veces sienta que no me comprenden, tengo la suerte de haber nacido donde he nacido

lunes, 12 de enero de 2015

Yo no soy una naranja

No pensaba yo escribir sobre nada tan profundo como la maduración del ser humano, no. Tenía pensado un artículo sobre el vestido de la Pedroche y como una recua de pseudofeministas se dedican a llamarla, y cito, "wuarra, y bulgar" (que digo yo que tendrán otras cosas más importantes por las que preocuparse que si Pedroche enseña las bragas en televisión...). Pero no.

Puede que sea porque mi mayoría de edad absoluta se acerca (cumplo 18 en cada pata dentro de 3 semanas), o porque tuve un fin de semana más intenso de lo esperado en cuanto a conversaciones "profundas" se refiere, pero hoy dejaré a un lado a la jovenzuela Cristina, sus bragas y sus analfabetas detractoras y os hablaré de madurar.

¿Qué es madurar? Caer del árbol. Punto. Y eso sólo lo hacen las frutas. Así que a no ser que te creas una naranja (hay mucha gente que se cree media naranja en este mundo... Yo creo que deberían hacerse mirar los niveles de litio...) no vas a madurar. Cuanto antes lo asumas mejor.

Aún así, hay mucha gente a la que se le llena la boca diciendo "es que eres inmaduro", "aún no has madurado" o "¿cuándo vas a madurar?". ¿Qué es lo que nos están intentando decir? ¿Es que a ellos, como si fuesen Newton, les ha golpeado alguna fruta en la cabeza mucho antes que a mí? Normal por otra parte. No tengo la costumbre de echarme la siesta bajo un manzano.

Dicha gente, en muchas ocasiones, son aquellos que tienen hijos (uno de los rasgos de la madurez según alguien...). Ayer, sin ir más lejos, estaba sentada en una terraza viendo a un padre enseñar a su hijo a pegar balonazos en el medio de una ciudad a una altura que podrían romper las ventanas de un tercer piso. Por supuesto, dichos balonazos del padre que peinaba canas acabaron cayendo sobre mí. ¿Madurez? ¿En serio? También están esos padres que van a los partidos de fútbol de sus hijos a insultar a árbitros adolescentes. ¿Madurez? ¿En serio? Gente con trabajos serios, hipotecados, con coches, hijos, casados, etc Así que mucho me temo que el valor familliar, posicional, socio-económico, etc no es un índice, en mi opinión, con el que medir la madurez.

¿Cómo se mide la madurez? ¿Quién puede decir lo que es maduro y lo que no? Personalmente, por si no os habíais dado cuenta ya, odio ese término. Yo no soy una naranja y punto. Creo que hay gente que aprende y gente que no. Gente que sabe utilizar lo aprendido y gente que no. Punto. Y sí, estoy siendo muy categórica, porque es cierto que con los años nos volvemos menos tolerantes. Voy poniendo en sobreaviso porque dentro de 3 semanas estoy ya más cerca de los 40 que de los 30.

Me encanta cumplir años. "Es bueno", decía Carlitos. "Señal de que sigues vivo". Puede que tenga que ver con lo que mi hermano llama síndrome de Dorian Gray. Aparento, probablemente, diez años menos de los que tengo. Y no dicho por mí. Es un estudio sociológico que mi miniyo lleva a cabo (puede que me acabe convirtiendo en su proyecto fin de grado). Creo que es porque me gusta vivir. Me gusta disfrutar y cada vez un poco más. Me siento libre para poder hacer lo que quiero y cuando quiero. Bueno, más o menos... Veo ropa que me gusta; no pienso si es adecuada para alguien de mi edad. Y por cierto, ¿cómo se viste alguien de mi edad?

Hay muchas cosas que todavía tengo que hacer: bailar bajo la lluvia, saltar en los charcos, gritar hasta quedarme afónica, escribir un libro o dos, tener un huerto, tener un perro o dos, disfrazarme de Madonna (like a virgin, of course), seguir riéndome hasta que me duelan los mofletes y tenga agujetas en la barriga, querer tanto que llores por ello, viajar a Estados Unidos y recorrerlo de punta a punta, y tantas cosas más que podría estar todo el día escribiéndolo.

Pero mucho me temo que soy una "persona madura" con sus obligaciones, un trabajo muy exigente, una casa que limpiar, familia y amigos a los que cuidar, y ahora mismo me voy a trabajar. Aún así, llamadme niña, llamadme inmadura, que nunca, nunca dejaré de soñar, de reír, ni de bailar

lunes, 5 de enero de 2015

La novia de Chuky no es ficción

Que las mujeres somos un poco psicóticas y con tendencia a ser pasivo-agresivas no debería ser ningún secreto ni para vosotros ni para vosotras. ¿Cuál de nosotras no habrá dicho alguna vez "Tú sabrás...." (queriendo decir "ni se te ocurra hacerlo"), o "no me pasa nada" (queriendo decir "deberías saber lo que me pasa")? Todas, por muy normales que nos queramos creer, hemos dicho y hecho cosas estando en una relación que pondrían los pelos de punta al mismísimo Aníbal Lecter.

Excusaos como queráis: síndrome pre-menstrual, estrés post traumático causado por una relación anterior, "mi madre es así, y lleva con mi padre 40 años", etc; pero lo cierto es que no somos un mar en calma en todo momento, y si lo somos es la calma que precede a la tempestad. Y mucho me temo que no siempre es culpa de los hombres...

Sin que sirva de precedente, hoy no me voy a cagar en el género masculino. En un 90% de las ocasiones no entiendo a los hombres, es cierto, y sigo pensando que ellos también deberían venir con manual de instrucciones; pero también es verdad que tengo los suficientes amigos-hombres, como para haber observado, a lo largo de los años, que ellos también se encuentran con determinados especímenes de nuestro género que hacen que germine en ellos un recelo natural a exponerse al contacto prolongado con nosotras.

Por ello, quiero advertiros a vosotros (si es que aún estáis a tiempo de salvaros) e invitaros a hacer reflexión a vosotras sobre los tipos de novias que os podéis encontrar o en las que os podéis convertir. 

1) La novia koala: no es que la alimentes sólo de hojas de eucalipto, que también podría ser, es que no te la quitas de encima ni a palazos. Tiene tendencia a demostrar su amor de manera asfixiante y casi literal, especialmente en lugares públicos. Sí sólo lo hace en público podría ser llamada también la novia estoy-meando-en-mi-farola.

2) La novia camaleón: es la reina del camuflaje, y no porque vaya vestida de verde militar, sino porque sus capacidades miméticas son infinitas. Parece al principio que has encontrado a la horma de tu zapato, pero no te confundas, sólo se está adaptando al medio. Prueba a decirle que te gusta algo asqueroso, por ejemplo los bocadillos de nocilla con chorizo; si dice que a ella también te está mintiendo. Huye porque te acabará haciendo el koala emocional.

3) La novia creyente: Saben, muy en el fondo de su ser, que el hombre que tienen al lado no es bueno para ellas, pero es que ellas son creyentes, y esperan que el milagro suceda algún día. Su amado se levantará una mañana y habrá cambiado a mejor gracias a la paciencia que ella ha tenido con él. El milagro nunca llega, por supuesto....

4) La novia abuela: Era una mujer divertida, juerguista, con estilo, etc y de repente se echó novio y se convirtió en una abuela. Tener novio significa envejecer 10 años, vestirse como su madre, o lo que es peor, como su abuela, dejan de salir y prefieren quedarse en casa a jugar al parchís, calcetando o revisando las cuentas de la hipoteca.

5) La novia comercial: muy similar a la anterior, sólo que no implica que se avejente. Este tipo de novia es muy fan de los postizos al principio de una relación. Extensiones, pestañas postizas, lentillas de colores, sin ser de colores, etc. No hay push-up que se le resista, ya sea wonder bra o bottom bra. Puede que las primeras veces no te des ni cuenta de todo lo que se quita y se pone porque probablemente lo hace mientras duermes. De repente, un día, ese pivón de novia que tenías ha encogido de altura, de pecho y de pelo, y lo único que tiene bastante más de lo que creías es de cadera, porque se ha liberado de la faja y porque los tacones hacen que todo parezca estar más en su sitio de lo que realmente está; ya no tiene los ojos azules, y no hay quién la haga salir de sus yoga-pants.

6) La novia a la sombra: es esa que va detrás de un gran hombre. Tan sacrificada ella. A los hombres con el ego desmedido pero poco inteligentes, les suele encantar tener una novia así (debe ser por esa sensación de tener una geisha a tu disposición). Pocos se acuerdan de que la Clinton famosa ahora es Hilary....

7) La novia mona: y no me refiero a guapa, no, sino a esa a la que tantos hombres se refieren: no suelta una rama hasta que tiene otra.

8) La castradora: desde mi punto de vista y sin lugar a dudas, la más peligrosa de todas. Con todo tipo de artimañas bien sea hacer el koala, hacer pucheros, etc se las apaña para conseguir lo que sea de su pareja. Eso al principio de la relación, porque poco a poco va comiendo terreno hasta que deja al hombre sin cerebro ni pelotas. Con una novia así nunca sabrás si piensas por tí mismo o eres una marioneta aunque no veas los hilos. Sólo las burlas de tus amigos que te llamarán calzonazos continuamente, te darán alguna pista de dónde te has metido; y más te vale que reacciones en ese momento, porque si no lo haces el siguiente paso es dejarte sin amigos (siempre creerás que la decisión es tuya), y ojito como no le guste tu madre, tu hermana, etc...Son las siguientes en la lista.

Seguro que a los hombres se les ocurriría nombrar algún que otro tipo más, pero chicas, sed un poco autocríticas y sabréis que o bien conocéis a alguna mujer que encaja en uno o varios de estos perfiles, o bien lo habréis sido vosotras mismas. Yo sin ir más lejos fui la novia a la sombra primero, para convertirme en la novia creyente después. 

Quiero creer que he aprendido de errores propios y ajenos como para no encajar en ninguno de estos perfiles otra vez, aunque no creo poder prometer que nunca más vaya a decir "no me pasa nada" sin que implique algo más. 

Pero por favor, hagámonos un favor las unas a las otras y aprendamos a dominar nuestros impulsos psicóticos un poco porque sino no va a haber hombre que se crea que las mujeres semi-normales existimos. Y así, señoritas, no hay quien ligue...