domingo, 31 de julio de 2016

Tropezones en el camino

No soy de esas personas que hacen ruido. No entro en la vida de nadie como una apisonadora esperando que me hagan un hueco inmediato y que dejen lo que están haciendo porque he llegado.

No soy de esas personas que piden, pero tampoco soy de las que se conforman con cualquier cosa que reciben.

Hace mucho que no me bastan las migajas...

No soy el perro faldero de nadie y nunca reclamo cariño...

No imploro.

No ruego.

No me desmonto delante de nadie que no se lo merezca.

No hago chantaje emocional en serio.

No vuelvo si ya me he ido.

Pero siento.

Duelo.

Lloro.

Me frustro.

Necesito.

Quiero...

Quiero todas esas muestras que me hacen sentir vulnerable.

Quiero sentir vértigo.

Quiero sentir el miedo a dar un paso más.

Y darlo.

Porque siempre voy a darlo, aunque me caiga después.

Al fin y al cabo, aunque te caigas, pocas veces duele de verdad.

Pocas veces, desde el suelo piensas: " Volvería a caerme una y mil veces".

Pero necesitas más...

Mucho más...

El resto son sólo tropezones en el camino

Porque quiero y porque puedo

Hace poco pregunté en una clase qué consideraban ellos como una persona normal. La respuesta no vino de los adultos, sino de dos tiernos adolescentes. "Judith, nadie es normal porque todos somos especiales". Intentando ocultar mi emoción por la respuesta fui un poco más allá y les respondí que hay gente que considera que yo no soy normal porque tengo 37 años, soy mujer,  estoy soltera y sin hijos, no tengo hipoteca y ni siquiera tengo coche y que, para más inri, tengo dos gatos. "¿Os parece que tengo una vida normal para una persona de mi edad?". "Es que hay gente que confunde normal con mediocre", respondió uno de ellos. Y allí me dejaron, al borde de las lágrimas, llena de orgullo y pensando que aún hay esperanza en este mundo tan mediocre.

Y es que por mucho que lo pienso no veo qué tiene mi vida de poco normal; en todo caso no es convencional, lo cual tiene mucho sentido ya que mi educación no ha tenido nada de tradicional (¡Gracias familia!).

Esta diatriba, por desgracia, no viene de la nada; no es algo en lo que me siente a pensar en mi día a día; no sale del examen de vidas ajenas y posterior fustigamiento. No. Funciona así:

Un día estás toda feliz con tu vida y alguien, más o menos cercano a ti, te dice que te estás mintiendo a ti misma, que uno no puede ser feliz llevando la vida que tú llevas y que lo que realmente intentas hacer es escapar de la realidad. Lease: "Eres infeliz y no quieres asumirlo". Y una, que es un animal racional y, sobre todo cuando dicho comentario viene de alguien que te quiere, se sienta y lo piensa.

Trabajo aproximadamente cincuenta horas semanales. Un error para cualquier ser humano. Explotación pura y dura. Bien; para mí no. No soy la persona más feliz del mundo por tener que levantarme por las mañanas e ir a trabajar, pero una vez que lo estoy haciendo no existe nada más. Me encanta se queda muy corto. Disfruto muchísimo de mi trabajo, y de toda la gente que pasa por mi vida gracias a él. De ellos también aprendo muchísimas cosas y me retan cada día a hacerlo mejor. Es un trabajo creativo, divertido, apasionante que no tiene nada de rutinario ni de mecánico. O al menos yo lo vivo así. ¿Me canso? Por supuesto. ¿Me estreso? Un montón. ¿Estoy bajo presión? Constante. Y aún así vale la pena mil veces. Así que sí, no trabajo para sobrevivir. Es más, muchas veces lo he hecho gratis.

¿Qué hago cuando no trabajo además de dormir? Estar con la gente que quiero haciendo lo que más nos gusta: reírnos. Mucho. Si. Salgo de noche y últimamente también salgo de día. Vamos a bares de todo tipo,  plazas con bancos donde nos sentamos y bebemos, y ¿sabéis que más hacemos? Nos reímos. Nos reímos tanto que nos duelen los carrillos. Nos reímos tanto que nos saltan los lagrimones. ¿Y qué más hacemos? Cantamos a voz en grito; como si no hubiese un mañana (porque a lo mejor no hay un mañana). Y bailamos sin ningún tipo de vergüenza. A veces también hablamos en serio, pero siempre nos acabamos riendo.

Lo que quiero decir es: No me siento incompleta. No soy media naranja ni siento que me falte algo en la vida para ser feliz. Que mi vida sea mejorable (como la de todos) no quiere decir que no me guste. Más bien todo lo contrario. Escucho a gente a mi alrededor y no envidio a nadie. Y lo sé; ya lo he oído muchas veces: este discurso suena a reafirmación; suena a que me estoy intentando convencer a mí misma de que me gusta.

Mi padre sin ir más lejos, me dijo hace unas semanas que hace un tiempo estuvo preocupado por mí, por la vida que tengo, pero que después de pensarlo se dio cuenta de que tengo esta vida porque quiero y porque puedo.

Así que haceos un favor, arriesgándome a cerrar este post como si fuese Paulo Coelho, sed felices con lo que coño os haga felices. Reíos (mucho), cantad, bailad, follad, amad, bebed, que todo lo demás es pura y simple paja. Y hasta los adolescentes de 17 años lo saben, hasta que la sociedad los cambia. Por eso rebelaos; no seáis nunca lo que los demás quieren que seas porque es muy probable que te conviertas en una persona tan gris como ellos.