jueves, 15 de noviembre de 2007

"Ser natural es la más difícil de todas las poses"

No puedo estar más de acuerdo con mi querido Oscar Wilde. Oscar Wilde era, sin lugar a dudas, uno de los mejores observadores y comentadores de sociedad. Hay otros pertenecientes a la misma especie como Henry James o Truman Capote, pero siento especial cariño y admiración por el irlandés. Pero volviendo a la frase que da título a esta entrada, recuerdo una vez en la que, años antes de leer una cita tan maravillosa como esta, escribí: "Es muy difícil ser natural sin ser absolutamente vulgar". Y es tan fácil para algunos confundir la naturalidad con la vulgaridad... "Sólo estoy siendo sincera. Te estoy diciendo lo que pienso". ¡De los hombres y mujeres sinceros líbrenos Dios! Y es que hay gente que sufre de una incontrolable diarrea verbal, que en muchas ocasiones va acompañada de la consecuente diarrea mental. Nunca me ha gustado ese tipo de gente. Los encuentro especialmente vulgares.

La honestidad es una virtud que hay que dosificar, ya que en grandes dosis puede ser venenosa. Hay dos posibles antídotos contra ella. Por un lado tenemos la indiferencia. Hay gente que tiene la suerte ( o la desgracia) de nacer con tamaña virtud; pero la mayor parte de la gente tenemos que desarrollar el antídoto a base de envenenarnos unas cuantas veces. Llega un momento que, con suerte, te vuelves inmune a determinas especies. El otro antídoto es la sordera.

No soy una gran fan de la sinceridad. A mí eso de "Vaya, ¡cómo has engordado!" no me parece que sea de ayuda a nadie. A mi madre una vez la paró una amiga de mi abuela en la panadería y, sin ningún reparo, le espetó: "¡Cómo has cambiado! ¡Qué gorda estás!". "¡Y tú qué vieja!", le contestó mi madre.

Hace bastantes años en mi casa escuchábamos mucho a Sabina, y había un disco en concreto que a mí me gustaba especialmente. Era el "Mentiras piadosas", y la canción que le daba título era mi favorita. "...esa explicación nadie te la pisió; así que guárdatela. Me pone enferma tanta sinceridad."

Así, hay gente que va por la vida repartiendo opiniones sin que nadie les pregunte. "Yo creo...", "lo que tienes que hacer...", "si yo fuera tú...", "no crees que sería mejor que...". Muchos no lo hacen malintencionadamente, o eso dicen, pero, ¿no es poner un poco en duda nuestra capacidad para tomar decisiones? No digo con eso que no necesitemos a nadie (de eso ya hablé en otra entrada). No me gusta dar mi opinión, y menos gratuitamente. Tengo muy claro, y así se lo dejo saber a quién acude a mí pidiendo consejo, que lo que puede ser bueno para mí no tiene porque serlo para la otra persona. Al final cuando cedo es porque tengo claro que mi opinión no interfiere con las deciones propias de esa persona. Algunos le llaman no mojarse... yo lo llamo respetar a mi prójimo.

En fin...

A mí me costó estar inmunizada, y no estoy segura de estarlo de todo... Soy demasiado sensible. Lo reconozco.

Yo misma a veces también tengo ganas de salir de mi " pose natural" y decirle a algun@ "¿Quieres callarte de una puta vez? ¿Todavía no te has dado cuenta de que tu opinión no le interesa a nadie?", pero soy una buena discípula de Oscar Wilde. He perdido un poco de mordacidad, sí es cierto, pero la batalla no está perdida. Estoy segura que en cuanto empiece a relacionarme un poco más con la curiosa sociedad de mi pequeño gran pueblo, mi sarcasmo volverá a brotar naturalmente. ¡No os impacienteis!