martes, 9 de marzo de 2010

La pérdida del romanticismo

Últimamente tengo a "Los puentes de Maddison" en la cabeza. Durante mucho tiempo, esa película me recordó a mi abuela, una mujer con una vida de familia estable, con un marido que la quiere, y unos hijos que la quieren, pero sin nadie que la entienda, ni tan siquiera su mejor amiga. Una vida plácida, llena de convencionalismos, sin emociones, sin grandes cambios, con lo necesario, pero sin todo aquello que puedes anhelar.
Siempre he pensado que yo no quiero una vida así; que yo he nacido en otra época, para vivirlo de otra manera. Todo más vanal, más fútil, más ombliguista... Pero por otro lado, también he anunciado a los cuatro vientos que creo que no crecemos del todo hasta que no nos preocupamos por otra persona más de lo que lo hacemos por nosotros mismos. ¿Dónde está el término medio?
Mis padres fueron padres muy jóvenes y, sin embargo, no por ello dejaron de realizarse como personas. Ellos sí que supieron encontrar el término medio. Yo no lo encuentro.
He cambiado mucho en los últimos 5 años; sería una tontería negarlo. La esencia sigue siendo la misma, pero el cambio es evidente e inevitable.
He perdido inseguridades y he ganado ambición. Lo quiero todo y no me voy a conformar con menos. Y sin embargo sé que hay cosas que se quedarán por el camino, o que inevitablemente se irán postponiendo.
¿Creemos, de verdad, que podemos dejarlo todo para más adelante?¿No se nos echa el tiempo encima?

Antes era mucho más idealista; lo sigo siendo, pero en una medida mucho menor. Pero es que antes también pensaba en amores a primera vista, y en vuelcos repentinos del destino, y en dejar que éste actuase como tuviese que hacerlo. Y no, no me interpretéis mal; todavía no soy una cínica. Ahora que me conozco más que antes, sé que me enamoro muy despacio. Creo que el amor es como un buen guiso que se hace a fuego lento; aunque la carne necesite de un buen golpe de calor inicial para quedar bien hecha por fuera y jugosa por dentro. Sí, lo sé, no es muy romántico comparar el amor con un roastbeef... Ahora sé que el vuelco al corazón son las hormonas, o si lo preferíis, el deseo. El deseo lo mueve todo. Mueve nuestro mundo y lo pone cabeza abajo...pero el amor... el amor es eso que nos dicen nuestras madres que llega una vez que ves a tu amor con un buen virus estomacal y, aún así, no te quieres mover de su lado. Pero hay un punto entre el deseo y el amor.

Mery Streep y Clint Eastwood lo saben. Ambos viven la ilusión de una vida si no mejor, sí más ideal, más adaptada a lo que ellos siempre habían soñado. Enamorarse idealmente de alguien que te llena por completo, no pasa en dos días. Se dejan envolver en un deseo que no habían vivido antes y que saben que no volverá, y sueñan con la promesa de un amor ideal, que no saben si así será. Ideal, ideal, ideal...pero real?

Puede que con tanta evolución me haya dejado una gran parte de mi romanticismo por el camino. Una gran parte de mi romanticismo se esfumó con Big, y Benjamín me convenció de que podía volver a ser algo romántica; y sin embargo, desde entonces, no he dejado de ser la cabeza pensante de todo esto. Me mueven el deseo y el amor, y no por ese orden necesariamente; pero mi cabeza...¿Tiene ella la última palabra?Ese romanticismo perdido, ¿se recupera?¿Y cómo se llama eso que hay entre el amor y el deseo?

Todavía tantas respuestas sin responder... ¡Es un mundo lleno de sorpresas! (Hoy prefiero no sentirme cínica...tan sólo confusamente curiosa)