domingo, 15 de enero de 2012

Me gusta mi vida.....la mayor parte de los días

En los últimos meses he tenido tiempo para reflexionar mucho sobre mi vida; y con esas reflexiones inauguro el año en este blog.
A veces llegamos a conclusiones sobre nuestra propia vida no a través de una introspección, sino más bien observando y escuchando la vida de otros. No me refiero a un mero acto cotilla, sino a realmente ponernos en la piel de otra persona.
La reflexión es especialmente dura cuando uno se pone en la piel de un ser querido. Cuando vemos las cosas que le pueden pasar a los que queremos nos hace volvernos vulnerables, aprehensivos y recelosos del futuro que podemos tener por delante, porque, al fin y al cabo, si les ha pasado a ellos, ¿quién nos dice que nosotros no seremos los siguientes?
Todos conocemos a alguien cuya vida parece más asentada, más madura, más ordenada y normal que la nuestra. La clave de esta frase es "parece". Y de repente todo se viene abajo como si de un castillo de naipes se tratara, y tú lo observas con la boca abierta, completamente impotente y anonadada. Y ese ha sido mi caso en los últimos meses. Y aunque todavía estoy en estado de shock, me ha hecho reflexionar mucho sobre mi vida y mis expectativas futuras.
Parece mentira que en el año que estamos y que hoy estreno en este blog, 2012, todavía mantengamos conversaciones con gente a la que no vemos desde hace tiempo del tipo "¿te has casado? ¿ya tienes hijos? o ¿cómo afecta el euribor a tu hipoteca?" y que al recibir un No por respuesta a todas estas preguntas, recibas una cara de pena en la que claramente puedes leer "Pobre....".
¿De verdad que la vida se reduce a eso? ¿De verdad que es una pena que alguien no quiera casarse? ¿De verdad es una pena que alguien no quiera incluir en sus planes de vida divorcio, juicios por custodias, deudas con el banco que seguirás pagando durante 35 años de tu vida?
Después de haber pasado años edulcorando mi vida con películas con finales felices llenos de perdices yo me pregunto ¿acaso no nos damos cuenta de que no nos cuentan la película entera? ¿No nos damos cuenta de que el príncipe azul no viene a caballo de un blanco corcel, y de que no comemos perdices sino que firmamos una hipoteca?
Tal vez os pueda parecer que mi grado de cinismo ha llegado a puntos insospechados, pero no. Más bien todo lo contrario. Mi optimismo vital es real, más que nunca. Y mi nuevo estatus se debe a la libertad.
¿Qué puede ser más bonito que dos personas amándose el tiempo que sea libremente, sin contratos firmados, sin hipotecas que los liguen de por vida, con la libertad de ver que el amor dura lo que tiene que durar y que las cosas materiales no tienen que ser un impedimento para que, si llega el momento, cada uno siga su camino libremente?
Alguna vez en mi vida he estado celosa, y aún a veces no puedo evitarlo, pero por fin las cosas son cristalinas para mí. Quiero que alguien esté conmigo porque quiere estar, no porque haya un contrato vinculante. Y aunque muchas veces me he imaginado a mí misma en una de estas escenas de película en la que te piden matrimonio y luego te casas y vives feliz para siempre, ahora sé que ese no es el cuento de hadas, que ese no es el gran final con el que soñar.
Así que la próxima vez que me pregunten si me he casado, o si tengo hijos, o una hipoteca, contestaré muy orgullosa que no, porque tengo un negocio que me satisface muchísimo, porque el dinero que me ahorro al no tener una hipoteca me permite hacer las cosas que más me gustan, y por las que, si algún día decido que finalmente sí quiero tener hijos, tendré muchas cosas que contarles y enseñarles. Porque al fin y al cabo soy una naranja completa que no busca a nadie que la complete, sino que quiere alguien que la haga feliz libremente....el tiempo que dure,claro.