jueves, 25 de noviembre de 2010

Fracaso

Fracaso es una palabra demasiado pequeña para abarcar todo lo que abarca. Debería ser un poco más como "supercalifragilisticoespialidoso". Es tan subjetiva que cada uno podría acortarla o alargarla a su gusto. Por eso mismo es muy difícil sentirse comprendido cuando uno dice que se siente fracasado. "No. No has fracasado. Tienes muchas cosas buenas. Hay mucho que has hecho bien. Has hecho todo lo que has podido". ¿Es eso cierto? Y aunque lo fuese, ¿no hemos fracasado exactamente igual al menos en aquello a lo que nos referimos en ese momento?

Estoy en uno de los mejores momentos de mi vida a muchos niveles. Por fin he encontrado algo a lo que quiero dedicarme por completo y que me da dinero y me reporta muchas satisfacciones. Además, soy mi propia jefa, con la doble satisfacción y esfuerzo que ello conlleva. Me voy a comprar un piso. Nada muy grande ni excesivamente moderno, pero un sitio al que llamar hogar al fin y al cabo. Un sitio que pueda poner a mi gusto y dónde vivir tranquilamente con mis gatos. Cada vez sé mejor quienes son mis amigos y por qué, y con ello viene un mejor conocimiento de mí misma; ya que son ellos los que me hacen hablar en voz alta; y son ellos los que hablándome de sus cosas me hacen plantearme un sin fin de dilemas que, poco a poco, hacen que me sitúe más en esta vida. Tengo pocas creencias, y las que tengo son firmes; y por lo demás, creo que he sabido evolucionar y adaptarme más a las situaciones (sólo los que me conocen desde hace años han sabido apreciar ese cambio...). Y además, se me ve mejor que nunca...

...Debería estar feliz; y sin embargo, ahí está el sentimiento de fracaso.

Él me lo dijo. Dijo que me aferraba porque no quería pensar que estaba fracasando, y yo le dije "yo no he fracasado en mi vida". Son curiosos los mecanismos de autodefensa que a veces utilizamos...

Debería estar feliz, y sin embargo, no lo estoy. Lo intento todos los días. Todos los días hago repaso mental de todo lo que hago bien, de lo bien que me van las cosas. Pero hay días en que el fracaso me abruma, como hoy.
Hay días que, por mucho que lo intentes, no puedes dejar de ver lo obvio: "lo que querías ya no está". Y piensas en todo lo que fue mal; en qué cosas dijiste e hiciste mal; en lo que deberías haber hecho para conservarlo ahí; para que esa última pieza de tu puzzle encajara también. Pero no encajó, ergo, FRACASO.

Pero como lo intento todos los días, mañana me diré a mí misma que hice todo lo humanamente posible, y que tengo muchas cosas buenas en mi vida, y mucho futuro por delante. Pero en el fondo (dependiendo del día, más o menos en el fondo), sé que él tenía razón, y que esto ha sido un fracaso.

viernes, 12 de noviembre de 2010

La chispa

Es algo complicado de explicar....

El otro día volví a ver Sexo en Nueva York 2, poseída por un exceso de hormonas en mi cuerpo, y con el lagrimal a punto de desbordar. Hay días así...Vosotras me entendéis; vosotros no....Es un fenómeno al que los hombres asisten atónitos, y al único al que le buscan explicación y al que no deberían. En fin, que Carrie y Big llevan 2 años de casados y se les empieza a notar el acomodamiento; en especial a él. Carrie, sobrepasada por la situación, le dice que tiene que hacer un esfuerzo, que los dos tienen que hacer un esfuerzo por mantener la chispa de su matrimonio viva.

Y es que las mujeres seguidoras de esta serie asistimos incrédulas a esa situación también. La chispa de Carrie y Big parecía no tener fin; parecía que cada vez que estaban juntos era imposible que no salten chispas por todos los lados...Y en la segunda película, vemos a Big como un hombre casado más. Pero ya conocéis mi teoría sobre que el hombre feliz se acomoda en el sofá, y la mujer feliz quiere más, más, más...Y si no me creeis a mí, leeos "Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus", en el que hay un gran apartado sobre la convivencia entre el hombre y la mujer.

Y, ¿qué es la chispa? Eso es lo que es difícil de explicar...

Hay veces en las que besas a alguien y te encuentras analizando el acto en sí. Igual que en ese capítulo de Big Bang en el que Leonard se besa por primera vez con Leslie: "Umm. No ha estado mal. No produces demasiada saliva; no me he sentido acosada por tu lengua. Pero no he sentido nada". Incluso puede que lo repitas y seguirás siempre pensando sobre ello. Puede ser incluso peor, ya que los hay que matan la chispa antes de que ocurra, anunciándote lo que van a hacer o incluso pidiéndote permiso. Y piensas: "Bueno...es educado", intentando buscar alguna forma de justificarlo, o verle el lado positivo.

Pero hay otras veces en las que parece como si los astros se alineasen, y que se den una conjunción de casualidades perfectas que hacen que todo sea mágico. Es cuando te besan y lo único que pasa por tu mente es "¡Dios!"; es cuando el resto del tiempo no encuentras palabras para explicarlo. Y tras ese instante, se borra todo de la mente. No existe nada más. No puedes pensar en otra cosa que en lo bien que estuvo, y en cuándo se repetirá.

Dicen, que lo normal en una relación, es que eso se pase con el tiempo. Te vas calmando; te acomodas en el sofá; y ya no te sientes como antes...

Yo, llevaba 3 años con mi pareja, cuando me lo encontré por la calle y pensé: ¡Dios! ¡Es tan guapo! A pesar de nuestros más y nuestros menos, la chispa siempre ha estado ahí...al menos por mi parte (aunque me inclino a pensar que si no es mutuo no la sientes).

Una amiga me decía el otro día que parecía que nos besábamos como si nos acabásemos de conocer, siempre...

Sabemos que eso no es fácil de encontrar, y los que lo hemos tenido tenemos tendencia a agarrarnos a ello como a un rencor... Es una droga más. Pasas un mono, y una desintoxicación. Pero, como ex fumadora que soy, constato que lo mejor para dejar un vicio, no es encontrar otro...

Aunque como ex-fumadora que soy también constato que hay recaidas, pase más o menos tiempo..................

martes, 9 de noviembre de 2010

Explicaciones

Es difícil de explicar algo que uno mismo no entiende. Y yo tengo experiencia. Soy profesora, y tengo que explicarme lo que nadie más entiende. Incluso si no lo entiendo del todo, mi obligación es buscar una explicación simple y directa para las preguntas y problemas de lo más variados. Podría encontrar muchas respuestas evasivas, pero ese no es mi estilo. Me gustan las respuestas directas, claras y sencillas, así que, como mínimo, yo debo ofrecer lo mismo.

Por eso resulta muy frustrante cuando parece que todo el mundo lo ve claro, menos tú. Es difícil evitar los signos que dicen que la que se equivoca eres tú y no el resto de la gente. Pero, ¿y si yo tengo más datos que los demás? ¿Y si resulta que conozco el problema mejor? ¿Tendría yo razón o estaría jugando a engañarme a mí misma para tenerla?

No necesito tener razón en todo, pero sí entenderlo, incluso aunque no esté de acuerdo. Me cuesta seguir adelante sin razones, sin porqués,....y me quedo estancada dándole mil vueltas y alguna más. ¿De verdad hay cosas que no tienen explicación?

Que todo tiene un principio y todo tiene un final es algo que no dudo, pero igualmente tiene un por qué. ¿Es cierto eso de "se nos acabó el amor de tanto usarlo"? ¿Se acaba así o es una explicación para algo a lo que realmente no le queremos encontrar explicación?

Sin embargo, esto cansa. Buscar respuestas es cansado. Además, que las busques y la encuentres no quiere decir que hayas encontrado la correcta, sino que has encontrado una, la que te ayuda a dejar de buscar, a dejar de preguntarte....¿No es el camino más corto?

Las respuestas que yo busco no están en mí. Las tiene otra persona. Y sólo depende de esa persona el compartirlo conmigo o no. Al menos he aprendido a dejar de comportarte como una niña en la etapa tan irritante del ¿y por qué? Saber que no están en mí no me ha calmado, no me ha resignado...Y comportarme como una semi-adulta no ha parado a la niña que llevo dentro que se sigue preguntando ¿y por qué?, sino que simplemente la ha callado.

El secreto es que en algún momento buscaré respuestas a otras preguntas, y será en ese momento cuando, de ninguna parte, encontraré las respuestas a las preguntas que me hago ahora.

Parece que las respuestas más ansiadas son más lentas que el caballo del malo....

jueves, 4 de noviembre de 2010

Los hombres de mi vida

Partimos de la base de que soy complicada. Es posible que para todos los hombres seamos complicadas, pero yo le doy un giro nuevo a la expresión. Y no me entendáis mal; esto no es otra forma de creerme especial. ¡Ojalá!

Vivir conmigo no es fácil, ni siquiera para una mujer. He aprendido mucho con los años, pero todavía me queda, como mínimo, otro tanto por aprender. Por ejemplo: ya no me levanto de mal humor todos los días. Es más, soy capaz de hablar con alguien sin haber desayunado. Eso sí, reconozco que no es mi mejor momento del día...

Me exijo mucho a mí misma. No soy una persona para nada conformista. Creo que todo es mejorable, empezando por uno mismo; y que todo exige una constante revisión para ver cómo se puede sacar el 200% de todo. No vale la pena hacer un esfuerzo si no lo vas a intentar de verdad. Me dejo la piel en todo lo que hago, me lleve más o menos tiempo, y siempre tengo alguna meta que quiero alcanzar. Yo no estoy en la vida de paso.

Así que, bajo estas premisas, es muy difícil llegar a ser alguien importante en mi vida. Y si bien, las mujeres de mi entorno me entienden en mayor o menor medida, a los hombres les cuesta algo más...

Que mi abuelo Carlitos es el hombre al que más echo de menos en mi vida de eso no hay duda. Y es una añoranza superlativa porque ya no volverá; porque soy consciente completamente de todos los momentos que no viviremos juntos. Él era un hombre aparentemente fácil de llevar al que sólo manejábamos las mujeres difíciles de la familia. Le fascinaban las mujeres. Y algunas como mi madre y yo podíamos malear su testarudez a nuestro antojo. El sábado pasado hubiese cumplido 89 años...

Mi padre fue importante desde el primer día, y no es por el hecho de que sea mi padre. Él y yo nos entendemos, en un 90% de las veces. Fue importante, y lo es, porque es la figura que nos hace sentir seguros a todos nosotros. No tiene ataques de pánico, y en medio de una crisis siempre recurrimos a él porque parece como si él fuese a tener la solución para cualquier cosa. Es el médico, el economista, el ñapas, ... Me enseñó a valorar la inteligencia emocional en mí, la capacidad de resolución...aunque consulte primero, sé que la última palabra la tengo siempre yo.

Mi hermano y yo no siempre nos llevamos bien, y es curioso, porque a todo el mundo le sorprende ahora. Aprendimos a apoyarnos el uno al otro, en la medida que nos fuese posible, siempre intentando mantener nuestra relación al margen de nuestros padres. Nos gusta ir a bailar, y con los años hemos desarrollado el mismo gusto por muchas cosas, incluido los tatuajes. No hay nadie con quien me ría más...

Son familia; son sangre. Pero, ¿y los que no lo son? ¿no es más difícil entender a una persona cuando no os une la genética?

El primer hombre importante en mi vida fue Keelan. En él encontré a mucho más que un amigo; encontré al que yo, inocente dieciochoañera adicta a Jane Austen, creyó que era "su alma gemela". Y era tan fácil creerlo... Hasta que la convivencia trajo el "Judith, you are terribly fussy", cosa que a día de hoy no puedo culpar que me dijese. Años después de eso, aún quedaba esa extraña familiaridad que siempre ha habido entre nosotros; esa por la que parecen no pasar los años. Ambos cambiamos, pero ella seguía ahí...impune.

Ha habido después de él romances más o menos importantes; todo lo importantes que quería yo hacerlos en ese momento. Los ha habido que hubiesen merecido que yo mirase un poco más profundamente, y los ha habido en los que quise encontrar algo que no había sólo para cubrir un vacío. Hay algunos importantes entre ellos, y son con los que he sabido conservar algún grado de amistad.

Y luego está él... La herida es muy reciente, y no me siento capaz de decir mucho al respecto. Como diría Jorge Drexler "calma, calma, deja que el tiempo cure". Sólo puedo decir que ha sido el más importante, a día de hoy...

No es fácil estar en mi vida; puede que abra la puerta y deje entrar, pero quedarse ahí no es fácil... Siempre he querido pensar que los momentos buenos conmigo hacen que olvidar los malos sea fácil. Pero eso, quizá, es ser un poco condescendiente conmigo misma...

El próximo día escribiré sobre las mujeres de mi vida para que no os sintáis olvidadas. Al fin y al cabo, no sólo de romances se vive, ¿no?

miércoles, 27 de octubre de 2010

Aprendiendo a crecer

Desde pequeños aprendemos, unos con más éxito que otros, que en la vida vamos a tener que hacer cosas que no nos gustan para conseguir algo mejor.

Tenemos que ir al colegio y estudiar si queremos tener un trabajo y un futuro mejor el día de mañana. Tenemos que comer verduras que no nos gustan y pescado para que estemos más sanos y fuertes y poder vivir más años, o para simplemente evitar los catarros. Tenemos que buscarnos un trabajo y aprender a hacernos responsables de nuestras facturas porque no siempre vamos a tener la suerte de tener a alguien que nos quite las castañas del fuego.

Hace algunos años aprendí la importancia de terminar todo aquello que se empieza. Cualquier cosa inconclusa en nuestra vida nos produce una sensación de desazón, de inseguridad. En ese momento poco y nada había concluido en mi vida. Sobrevivía y cuidaba bastante bien de mi misma, pero no me quitaba esa sensación del cuerpo; esa sensación de que debía hacer algo, de que mi futuro tenía que ser mejor y de que eso mismo estaba tan sólo en mis manos. Muchas veces he escrito aquí lo que hice en ese momento (terminar la carrera, dejar de fumar, ponerme a dieta, terminar con mi Big particular....), pero nunca había hablado de esa sensación, del desazón. Una vez me puse manos a la obra me di cuenta de que con cada cosa que terminaba me sentía mejor y mejor conmigo misma.... y desde entonces soy una fan del "acaba todo lo que empieces".

Sin embargo, hay una pregunta que siempre me ha inquietado, y a la que malamente le he encontrado una respuesta: ¿Cómo se deja de querer a alguien? ¿Cómo se termina eso?

Me maravilla la gente que es capaz de engarzar una relación con otra como si de una servilleta de papel se tratase. A lo mejor es que hasta el amor me lo tomo muy en serio. Yo no creo en el amor a primera vista, porque eso no te sale del corazón sino que te sale de las vísceras. Yo no creo en levantarse una mañana y decirse: "Ups! Creo que estoy enamorada"; y del mismo modo acostarse otra noche y pensar: "¡Vaya! Creo que ya no lo estoy". Para mí va muy despacio y siempre "in crecendo". Lo visceral es lo que nos confunde. La química nos hace creer que hay más de lo que en realidad hay, en muchos casos. Pero el amor es algo mucho más profundo, para el que no hay ese otro clavo....por mucho que otro clavo alivie. Y si, para mi, el proceso de enamorarse es lento, el de desenamorarme mucho más.

Pero como decía antes, desde pequeños aprendemos que a veces tenemos que hacer cosas que no nos gustan para conseguir que todo sea mejor. Aprender duele y es cansado, pero es inevitable (al menos en mi caso que siempre quiero más). Y aprendemos que, en ocasiones, todo el amor del mundo no es suficiente; o que hay cosas que no están en nuestras manos. Así que damos pasos que en realidad no queremos dar, sabiendo que es la única dirección que podemos tomar, y esperando (diría rezando si fuese religiosa) que sea el adecuado, el que nos demuestre un día que todo el amor del mundo sí es suficiente.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Lúcida

Hay un momento poco antes de que alguien que ha pasado por una agonía muera en el que vive un momento de lucidez. Es como si la muerte intentase engañarnos, y nos hiciese creer que lo inevitable no va a ocurrir. Como espectador quieres creer lo que ven tus ojos y lo que oyen tus oidos, y prefieres ignorar la verdad; lo que, por una vez al unísono, tu cabeza y tu corazón te dicen. Y así, de una manera engañosa, la única certeza absoluta que conocemos se muestra.

Con Carlitos viví ese proceso. Dejó de ser la persona lúcida que siempre conocí y durante unas semanas se sumergió en una nebulosa de sufrimiento y morfina. Todos lo sabíamos: lo inevitable estaba llegando. Y un día, sin saber ni cómo ni por qué, llegué a verlo y era el de siempre; si acaso con una expresión ligeramente cambiada por el dolor. Pero era él. Agudo, vivaz, cariñoso, lúcido, aunque sin ser vital. Y por un instante, aunque llevaba meses concienciada de que el momento había llegado, quise creer que me había engañado. A los tres días todo se había acabado...

La muerte es como la vida misma, y de ella también se aprende. Es un proceso más. Algo más de lo que aprender. Y pensando en la vida y en las relaciones humanas, recordé este momento y vi muchas similitudes con otras situaciones vitales.

La tendencia generalizada en todo tipo de relaciones humanas es que no tienen fin. Todo en los convencionalismos de las relaciones humanas nos hace creer (o queremos creer) que son para siempre. Y lo cierto es que es tan estúpido como negar la muerte en sí.

No quiero parecer más cínica de lo habitual (si bien es cierto que mi cinismo estuvo aparcado una temporada, ha vuelto...pero no con más fuerza). Si lo pensamos "científicamente", las relaciones están tan vivas como los seres vivos que las mantienen. Y así, si los seres vivos no estamos exentos de final, ¿por qué lo van a estar las relaciones?

No me estoy ciñendo sólo a relaciones de pareja, sino que extiendo el término a su sentido más general. Las amistades también se acaban, por ejemplo. Las personas cambian constantemente y sin pre-aviso. No le decimos a nadie: "Te aviso que a partir de ahora voy a ser así, y asá"; sino que simplemente sucede. Y puede ser que estemos de acuerdo con ese cambio en la otra persona, o puede ser que no. Si éste es el caso, normalmente solemos distanciarnos y ya está. En el caso de las relaciones de pareja casi siempre hay más dramatismo, o una puesta en escena más efectista. Pero a la larga el resultado suele ser el mismo: pasan los años y te vueves a encontrar a esa persona y puede que retomes el contacto, puede que renoveis la amistad o puede que cada uno siga por su lado sin más.

Y así, hay relaciones que a veces agonizan. No es un final repentino. Ni hay una fecha conocida. Intuimos que va a ocurrir pero no sabemos cuando...Y cuando está muy cercano, de repente, un día, parece que nada hubiese pasado. Nuestros cinco sentidos notan que todo es distinto. Todo se ve bien, se oye bien, se huele bien, se toca bien....Pero al igual que con la muerte hay algo que nos dice que no. La diferencia es que en este caso, al menos mi propia experiencia así me lo indica, la cabeza y el corazón no están de acuerdo. La cabeza nos dice que no es real, y el corazón quiere creer que sí lo es.

Puede que sea como la dicotomía entre ser ateo o ser creyente. Yo soy atea convencida, pero a veces pienso que mi vida sería mucho más sencilla si dejase a mi corazón actuar sin consultar a mi cabeza primero.

domingo, 27 de junio de 2010

El amor verdadero espera

Tuve que pasar por algún desengaño antes de ser capaz de responder igual que lo hace Dita Von Teese en uno de los Semanales de este fin de semana a la pregunta de cuál ha sido el amor de su vida: "Eso se lo diré cuando acabe". No hay verdad más grande sobre el amor.

Y es que hemos vivido siempre rodeados de estereotipos y convencionalismos que han disfrazado al amor de algo mágico y destinado a los más afortunados. El destino nos unía a alguien, y el amor verdadero era para toda la vida. El amor verdadero era algo fácil porque era lo que tenía que ser. ¿Pero es realmente lícito adjetivar el amor como verdadero?¿Puede ser el amor falso? ¿Acaso no son dos adjetivos demasiado absolutos para definir el amor?

En el amor existen una gran cantidad de áreas grises, de espacios sin definir. Lo intentamos una y otra vez; buscamos una definición que en realidad no existe porque seguimos unos parámetros que no son los nuestros. Y no encaja. Nada encaja. Y pasan los años y descubres que todo lo que diste por verdadero, ha dejado de serlo. El amor no es fácil, sino que el 80% de las veces duele; duele demasiado. Y estar enamorado de alguien no es algo hermoso sino que es triste, tedioso, sacrificado, ....

Se hacen sacrificios una y otra vez por amor. Algunos son acertados y otros no. Y lo peor de todo es que no lo sabrás hasta más adelante; mucho más adelante. Puede que pasen muchos años antes de que puedas saber si te equivocaste o no.

Tomamos una decisión detrás de otra, y en realidad damos palos de ciego. Cometemos grandes equivocaciones en nombre del amor, o acertamos a costa de perderlo. Puede que un día, sin más, acertemos y encontremos el camino, pero lo cierto es que no lo sabremos hasta llegar al final.

Puede parecer que me he convertido en una descreída o en una cínica, que es mucho peor, pero lo cierto es que vivo rodeada de parejas duraderas, de las de toda la vida, y según te haces mayor te das cuenta de que lo suyo nunca fue un cuento de hadas, sino que más bien ha sido una carrera de fondo llena de obstáculos, y que han sabido y han querido salvarlos todos de la mano.

Entonces, ¿el amor verdadero espera?

viernes, 16 de abril de 2010

Los misterios de la convivencia con los hombres (I)

Convivir con un hombre es una experiencia mágica; y lo cierto es que no es metafórico...Es completamente literal.
Ya comenté en mi post de la lavadora el mágico hechizo número 1: "el cubo mágico" (para los que no os acordéis...ese maravilloso cubo en el que, un buen número de hombres que conviven con mujeres en distintos grados de parentesco, meten la ropa sucia un día y "mágicamente" aparece limpia, planchada y doblada en el armario días después).
Pero hoy os hablaré del hechizo número 2: La bolsa de basura invisible.
Como Harry Potter, parece que estos inventos de plástico utilizasen una capa de invisibilidad para desaparecer únicamente cuando un hombre pasa por delante. ¿Qué extraño criterio de selección siguen estas malévolas bolsas?
Parece que el misterio no se queda ahí. Por lo visto una bolsa de basura huele peor cuando hay una mujer cerca. O eso o los hombres tienen capacidades para taponarse ellos mismos la nariz que nosotras desconocemos, y que, por favor, si es así, solicito imperiosamente que algún alma caritativa me enseñe cómo hacerlo.
Lo cierto es que cuando limpiamos vamos sacando las bolsas de basura a una zona cercana a la puerta para acordarnos de bajarla a la calle. No he convivido con muchos hombres, pero sí con los suficentes como para verlos ignorar continuamente la presencia de dicha bolsa.
He llegado a ponerla en el medio y medio de la puerta para ver qué hacía mi novio... Salta por encima de ella como si no estuviese allí. Y cuando le pregunto más tarde, siempre me contesta lo mismo: "No la vi". ¿Cómo es posible? A veces hay hasta tres bolsas llenas, y juro que alguna desprende olor, esperando por él en la puerta, y él ni las ve ni las huele. Finalmente le digo que voy a bajarlas yo (Nota aclaratoria: vivimos en un cuarto sin ascensor que es como un sexto...nadie quiere bajar y subir las escaleras para tan poco tiempo, a no ser que seas un vigoréxico), y me dice: "No, deja cariño, que ya las bajo yo mañana cuando me vaya a trabajar". Soy una ingenua y siempre lo creo; pero por la mañana, esas bolsas malvadas cogen su capa de invisibilidad de nuevo y desaparecen del mapa de nuevo.
Mi madre que es como el Diablo y sabe mucho, hace años que ha simplificado la tarea, y le pega un grito a quienquiera que pase por la puerta: "Bájame la basura, gracias".
Supongo que aún me queda mucho por aprender, pero ya he aprendido la lección más importante: "¡Múdate de piso! A este no sube nadie que luego me quiera bajar la bolsa de la basura...

jueves, 15 de abril de 2010

Maneater /vs/ Womanizer

El caso es que hace unas semanas, sentados en la barra de un bar discutíamos unos amigos y yo sobre las diversas formas que tienen los hombres de ingeniárselas para librarse de las tías.
Uno de mis amigos, womanizer conocido, quiso compartir un comentario al respecto únicamente con el otro hombre sentado en la barra, mi novio. Yo, indignada y pensando en las posibilidades que esa conversación tenía para escribir algo nuevo aquí, lo animé a que compartiese ese comentario con nosotras apelando a mi condición de "novia de.., hermana de..., mejor amiga de...", todos ellos hombres sin pelos en la lengua.
Lo que vine a descubrir me escandalizó por simple y vago. Resulta que nuestro amigo womanizer recibió instrucciones de un amigo sobre lo que hacer cuando repites polvo con una misma mujer, y al cabo de varias sesiones ella insiste en que quiere algo más (y por "algo más" me refiero a una cita textual, ya que ningún hombre se atreve a preguntar qué es lo que entendemos por algo más, y sólo con la idea de que "algo más" signifique noviazgo, matrimonio o similares, ya se echan a temblar...¿Por qué nunca se imaginan que "algo más" es un amigo sincero y no sólo un polvo?). En fin, que el "brillante consejo" fue "échale un mal polvo para que no quiera repetir". ¿Cómo? ¿Cómo? No sé si alguien se hace una idea de mi estupor del momento. "No entiendo", le dije a mi amigo, "el fin de todo eso, ¿no es echar un buen polvo? "Judith", me respondió él, "para nosostros es más fácil conseguir un polvo que nos parezca decente. Con un poco de esfuerzo todos podemos desahogarnos".
¡¡Joder!! ¿Así que todo se reduce a eso? A ver si ahora resulta que iba a tener razón "un amigo de un amigo" (nunca conocemos a la fuente real de todas estas leyendas urbanas...) que decía que si se pasaba toda la noche preguntando "¿Follas?" malo sería que alguna no dijese que sí. ¡A eso sí que le llamo yo selección natural!
Mi amiga y yo nos quedamos presas del estupor unos instantes, momento en el cuál decimos transpolar esa teoría a nuestra experiencia. Y rápidamente llegaron las ideas. He de decir que ese día estaba especialmente despierta y ágil, mentalmente hablando, así que empecé por darle la razón a mi amigo:
"El problema, mi querido amigo, es que la mayor parte de las mujeres llegan a un polvo ocasional con la idea preconcebida de que podéis ser un "algo más" en potencia. Las mujeres, generalmente, buscamos algo más que sólo un desahogo físico. Y eso es nuestro problema. Sin embargo, en el caso de una Maneater sería todo mucho más fácil y satisfactorio que en el caso de un Womanizer..." ¿Por qué? "... sencillo. Una Maneater podría echar el polvo de su vida con el hombre que escogiese para la ocasión, y librarse de él en el momento que ella quisiese con una frase muy sencilla..." ¿Cuál? "...Te quiero/Creo que me estoy enamorando y todas sus variantes". Al menos nosotras tenemos mejor sexo... Y si no, para el caso del desahogo ¿no son preferibles los "trabajos manuales" con los que luego no dais explicaciones? Si es que...Y luego dicen que nosotras nos complicamos...

viernes, 2 de abril de 2010

El fin del romance

Siempre me ha gustado Graham Greene y su fascinación por la
coexistencia de temas paganos y religiosos. Siempre habla de cómo coexisten en nosotros el ángel y el demonio, de cómo nos debatimos entre nuestras pasiones y nuestro racionalismo, supuestamente innato.
El fin del romance fue la primera película; fue la que me llevó a leer a Graham Greene y convertirlo en un autor de cabecera para mi.
Dice Ralph Fiennes que es mucho más fácil escribir desde la tristeza, y es cierto. ¿Cómo se escribe de la felicidad? La tristeza es más fácil de comunicar con palabras, mientras que con la felicidad lo hacemos con gestos. Normalmente ocultamos sentimientos como la tristeza, la culpa o el dolor, y manifestamos abiertamente nuestra felicidad. Y es de eso de lo que trata El fin del romance. Bueno, entre otras cosas, porque básicamente es una historia de amor y deseo. Y estos sentimientos tienen rostro propio en la película.

Ralph Fiennes dice: "los celos sólo existen si existe el deseo".

Julianne Moore dice: "¿Crees que el amor se acaba sólo porque no me veas?"

Y ahí están; esos dos sentimientos que todo lo mueven y todo lo confunden. Siempre volvemos a ellos. Siempre están ahí. Nos convierten en personas que no queremos y nos llevan obsesivamente por caminos por los que nunca creimos que andaríamos.

¿Es cierto eso de que quién bien te quiere te hará sufrir? ¿Y por qué?¿Para qué?

La verdad es que nunca estamos contentos hasta que no complicamos las cosas lo suficiente, y a veces nos ponemos las excusas más gregarias para hacerlo. Por ejemplo, en la película, Julianne Moore pone fin al romance basándose en que le ha hecho una promesa a Dios.

Y puestos a hacer daño, ¿cualquier excusa es válida? ¿Es tan fina esa línea entre el amor y el odio? ¿Es tan fácil pasar de un lado al otro? Una vez alguien comparó su amor con un río, ¿es que existe algún puente supersónico que no sabíamos que estaba ahi? Bueno, yo al menos. Y lo que es más importante, ¿es un puente en las dos direcciones? ¿Sólo pasamos del amor al odio? ¿Nunca del odio al amor?

Según la película, va en las dos direcciones. Ralph Fiennes pasa por un proceso de amor-odio-amor-odio. Pero es que a su personaje lo domina el deseo, mientras que al de Julianne Moore lo mueve el amor, lo que hace que sus cimientos sean más firmes; y quizá, ¿más verdaderos? ¿Es más auténtico el amor que el deseo?

La película de mañana es Walk the line...más material para seguir pensando en esto.

martes, 9 de marzo de 2010

La pérdida del romanticismo

Últimamente tengo a "Los puentes de Maddison" en la cabeza. Durante mucho tiempo, esa película me recordó a mi abuela, una mujer con una vida de familia estable, con un marido que la quiere, y unos hijos que la quieren, pero sin nadie que la entienda, ni tan siquiera su mejor amiga. Una vida plácida, llena de convencionalismos, sin emociones, sin grandes cambios, con lo necesario, pero sin todo aquello que puedes anhelar.
Siempre he pensado que yo no quiero una vida así; que yo he nacido en otra época, para vivirlo de otra manera. Todo más vanal, más fútil, más ombliguista... Pero por otro lado, también he anunciado a los cuatro vientos que creo que no crecemos del todo hasta que no nos preocupamos por otra persona más de lo que lo hacemos por nosotros mismos. ¿Dónde está el término medio?
Mis padres fueron padres muy jóvenes y, sin embargo, no por ello dejaron de realizarse como personas. Ellos sí que supieron encontrar el término medio. Yo no lo encuentro.
He cambiado mucho en los últimos 5 años; sería una tontería negarlo. La esencia sigue siendo la misma, pero el cambio es evidente e inevitable.
He perdido inseguridades y he ganado ambición. Lo quiero todo y no me voy a conformar con menos. Y sin embargo sé que hay cosas que se quedarán por el camino, o que inevitablemente se irán postponiendo.
¿Creemos, de verdad, que podemos dejarlo todo para más adelante?¿No se nos echa el tiempo encima?

Antes era mucho más idealista; lo sigo siendo, pero en una medida mucho menor. Pero es que antes también pensaba en amores a primera vista, y en vuelcos repentinos del destino, y en dejar que éste actuase como tuviese que hacerlo. Y no, no me interpretéis mal; todavía no soy una cínica. Ahora que me conozco más que antes, sé que me enamoro muy despacio. Creo que el amor es como un buen guiso que se hace a fuego lento; aunque la carne necesite de un buen golpe de calor inicial para quedar bien hecha por fuera y jugosa por dentro. Sí, lo sé, no es muy romántico comparar el amor con un roastbeef... Ahora sé que el vuelco al corazón son las hormonas, o si lo preferíis, el deseo. El deseo lo mueve todo. Mueve nuestro mundo y lo pone cabeza abajo...pero el amor... el amor es eso que nos dicen nuestras madres que llega una vez que ves a tu amor con un buen virus estomacal y, aún así, no te quieres mover de su lado. Pero hay un punto entre el deseo y el amor.

Mery Streep y Clint Eastwood lo saben. Ambos viven la ilusión de una vida si no mejor, sí más ideal, más adaptada a lo que ellos siempre habían soñado. Enamorarse idealmente de alguien que te llena por completo, no pasa en dos días. Se dejan envolver en un deseo que no habían vivido antes y que saben que no volverá, y sueñan con la promesa de un amor ideal, que no saben si así será. Ideal, ideal, ideal...pero real?

Puede que con tanta evolución me haya dejado una gran parte de mi romanticismo por el camino. Una gran parte de mi romanticismo se esfumó con Big, y Benjamín me convenció de que podía volver a ser algo romántica; y sin embargo, desde entonces, no he dejado de ser la cabeza pensante de todo esto. Me mueven el deseo y el amor, y no por ese orden necesariamente; pero mi cabeza...¿Tiene ella la última palabra?Ese romanticismo perdido, ¿se recupera?¿Y cómo se llama eso que hay entre el amor y el deseo?

Todavía tantas respuestas sin responder... ¡Es un mundo lleno de sorpresas! (Hoy prefiero no sentirme cínica...tan sólo confusamente curiosa)

martes, 19 de enero de 2010

Zapatos nuevos, zapatos viejos

Resulta que hace un tiempo le eché el ojo a unos zapatos nuevos. Son exactamente el tipo de zapatos que siempre me han gustado. Son el tipo de zapatos que hace tiempo dejé de buscar; pero un día, sin más, ahí estaban, enfrente de mí.

Ya no los necesito porque tengo otros zapatos más viejos que son muy cómodos porque los he ido moldeando a lo largo del tiempo. Esos zapatos viejos, aunque no siempre me parezcan los más adecuados, se amoldan bien a mi pie y no lo hacen sufrir demasiado.

Sin embargo, esos zapatos nuevos, aunque no puedo dejar de mirarlos cuando paso por el escaparate, tienen pinta de ir a hacerme daño. Puede que me hagan sentir bien un rato, por el brillo que tienen los zapatos nuevos o por el tacón que me hará sentir sexy, pero al final me harán daño.

Además, no quiero deshacerme de mis zapatos viejos mientras que todavía me hacen sentir bien.

Pero cuando paso por el escaparate y veo ese par de zapatos nuevos tengo la tentación de entrar y probármelos convenciéndome a mí misma de que no voy a comprarlos, sino que sólo es para hacerme una idea de cómo me quedan. ¿Para qué probármelos si no me los voy a quedar?

La tentación vive arriba...y la mía tiene forma de zapato

sábado, 9 de enero de 2010

Señores, con ustedes la incréible y magnífica LAVADORA

Según la Wikipedia, la lavadora se empezó a utilizar en EE.UU. en los años 20, pero no se popularizó hasta los años 40 o 50 en los que se convirtió en un producto de masas. En su definición dice que es un aparato generalmente utilizado para lavar la ropa (me sorprende la utilización de ese adverbio ahi...¿es que acaso se puede utilizar para otra cosa?No habrá nadie que utilice una lavadora para blanquear dinero, ¿no?)

Según un alarmante número de la población masculina mundial la lavadora NO EXISTE.

Durante años he oido a diferentes genaraciones de hombres hablando del "Milagro del cubo mágico". "No sé como ocurre", dicen la mayor parte de ellos, "...pero hay un cubo en el que echo la ropa sucia y, milagrosamente, aparece unos días más tarde planchada y doblada en mi armario. ¡ES UN MILAGRO!".
Tamaña fe electrónica siempre me ha llamado mucho la atención, en un mundo en el que el ateismo religioso está a la orden del día; sin embargo, si lo pensamos bien, tiene su lógica ya que la fe siempre ha sido un instrumento para explicar todo aquello que no sabemos o no queremos explicar de otro modo. Y así, mientras los hombres se encuentran en un estado de "cubo mágico adoremus", las mujeres se encuentran en un estado de "lavadora bendigamus". ¡Casi como interpretar la Santísima Trinidad!
Se dice, y digo "se dice" porque yo todavía no lo he comprobado, que hay un creciente número de hombres que abrazan la fe electrodoméstica y abandonan el paganismo del "cubo mágico". Estas son mis pruebas de evaluación a 3 machos con los que de una manera u otra convivo:

1.- Papá: aunque ha aprendido mucho con los años, todavía está pendiente la asignatura de "poner una lavadora". Ha desarrollado la capacidad para meter la ropa dentro de la lavadora, y para sacarla e incluso colgarla, lo cuál ha sido un avance enorme. Por eso le vamos a dar un P.A.

2.- Hermano: A pesar de vivir sólo, sin mujeres en su casa, si se produce una crisis doméstica recurre a las mujeres de la familia para solucionarlas. Conoce el uso de una lavadora, y hasta es capaz de seguir todo el ciclo de una lavadora, a saber: meter ropa dentro de la lavadora, poner detergente, programarla, y una vez finalizado sacarla de la lavadora y tenderla. El problema es que a veces deja pasar días entre este paso y el anterior, por lo que, en muchas ocasiones tiene que volver a lavarla y volvemos al principio. Sigue sin desarrollar ese instinto básico de separar la ropa para que no destiña; y lo que es más curioso, si pasa unos días en casa de su madre, la fe en el cubo mágico se renueva.

3.- Novio: Ignora su existencia casi por completo. Sabe que hay un cuarto en el que hay un aparato llamado lavadora, pero ignora lo demás. Cuando por su cumpleaños quise hacerle una fiesta sorpresa estuve a punto de esconder la tarta dentro de la lavadora, porque sabía seguro que ahí no iba a buscar. La pregunta clave que muestra su fe en el "cubo mágico" es la de "Nena, ¿has visto mis gallumbos?". Y es cuando hago la presentación oficial: "Cariño, esta es la lavadora. Allí está el cubo de la ropa sucia...no es mágico; no tiene poderes ni es como Lázaro". En ese instante me siento como cuando ves que un niño descubre que los Reyes no existen, y veo el dolor de crecer en su cara.

Dicen que cada vez hay más hombres que se ocupan de la casa; dicen que hay una raza evolucionada que no dice "Cariño, mira que te hice" cuando ha pasado el aspirador. Y veis que hay distintos especímenes. En mi vida tengo "Homo habilis" y "Australopitecus", pero ni por asomo un "homo sapiens" (al menos en lo que a una lavadora se refiere). El único mi abuelo Carlitos, que por saber hasta sabía bordar y coser. Pero él era un avanzado para su tiempo e incluso para el nuestro.
Para todos aquellos que necesitéis una introducción en el maravilloso mundo de las lavadoras, os recomiendo que le echéis un vistazo a http://es.wikipedia.org/wiki/Lavadora , ya que incluso hay un apartado titulado: "Normas básicas para el uso de una lavadora"; y para todos aquellos que os sepáis duchos en la materia, mi más sincera enhorabuena.

P.D. Mujeres que convivíis con un especímen de estos, por favor dejad vuestros comentarios...me gustaría documentar su existencia