lunes, 2 de septiembre de 2019

El mundo es de los valientes

Llevaba un par de horas pensando en escribir algo sobre cuánta razón tiene mi padre cuando me dice que, igual que él, controlo demasiado mis cabreos hasta que se me van de las manos del todo. Además, ambos tenemos la mala costumbre de creer que porque lo has rumiado durante mucho tiempo has podido encontrar todos los argumentos posibles para tener razón. No somos bombas de palenque; cuando estallamos es bomba nuclear y sólo hay caos y destrucción que disfrazamos de aparente tranquilidad. Pero eso lo dejo para otro momento (puede que para nunca), porque hay otra historia en la que mi padre tiene razón.
Miré el reloj y vi la fecha. Una fecha que escribí y consulté varias veces en este lunes de mierda. Pero absorta en mis mierdas y miserias (aunque no he tenido tiempo a tener síndrome postvacacional, porque no he tenido vacaciones reales) no pensé en el día que era.
Hoy hace 22 años que me fui a vivir sola a un país extranjero, en una época en la que no había ni teléfonos móviles, ni Internet a nivel usuario de a pie, ni por supuesto Skype ni redes sociales. Me subí a dos aviones con una maleta enorme y una sonrisa de oreja a oreja que no duró mucho. En el segundo avión pensé que, lo que había creído una decisión valiente y aventurera, era, en realidad, una locura. Estaba loca por irme a otro país, de habla diferente a la mía, completamente sola y casi incomunicada (a los más jóvenes os parecerá que estaba incomunicada por completo).
Escribía. Escribía mucho. Era mi consuelo y mi desahogo. Escribía a mi familia, a mis amigos y a mí misma. Lloré muchísimo en las primeras semanas, pero me empeñé en creer que las cosas iban a mejorar; que de ahí saldría más fuerte y mejor. Pero flaqueaba.
En uno de esos "flaqueos" me llegó una carta de mi padre en la que me decía lo orgulloso que estaba de mí, y me animaba a seguir con todos mis sueños. Y me lo dijo así: "No tengas miedo, mi niña. El miedo es un sentimiento que pertenece a los mayores e, inconscientemente, os lo transmitimos a los jóvenes. No tengas miedo. El mundo es de los valientes."
El otro día hablando con él me volvió a recordar esto, aunque con otras palabras; pero yo, que soy una idiota, de la misma manera que hoy no supe darme cuenta de qué fecha era, aparqué ese pensamiento en alguna parte del cerebro para dejar paso al drama y a mi bomba de relojería.
Menos mal que hoy, por algún extraño motivo, respiré y miré el reloj y me acordé de eso: "El mundo es de los valientes", y todo tuvo sentido.