lunes, 27 de julio de 2015

Corporativismos

Hace poco hablando con unos amigos me decían que los tíos son corporativistas y las mujeres no. Para ellos que uno del "equipo" folle es una victoria para todos. Según su opinión, nosotras no.  Nosotras nos despellejamos las unas a las otras, con más o menos sutileza. "Es buena tía, aunque un poco puta", es una frase que he oído más de una vez y que hasta es posible que yo misma haya dicho.

Pero me niego a ser corporativista.

Sigo algunas webs sociales en las que hay trillones de artículos dirigidos a mujeres solteras, en pareja, depresivas, super optimistas, viajeras, caseras, buscando el amor o desechándolo. De los 20 artículos semanales que me puedo leer, si tengo suerte se salva uno. Son todos insulsos, sentimentaloides, con consejos tan ridículos que hacen que Paulo Coelho sea un Sócrates moderno. Pero por Dios, ¿con cuánta basura facilona somos capaces de alimentar nuestros egos y nuestras expectativas?

Lo peor de todo es que hay tíos que también los leen y, como no son pocos los panfletos de este tipo que aparecen por las redes sociales, están empezando a creer, y con razón, que todas somos así: pequeñas damiselas cursis que buscan que el zapato encaje, que esperan que con un beso de amor verdadero despertarán del terrible ensueño que es la soltería.

Así que no, no soy corporativista.

Me niego a estereotiparme con esa clase de memeces, escritas en un 95% de los casos por mujeres que, por si no fuese poco, dicen que su "trabajo de investigación" está basado en mujeres de su entorno. Y lo peor del caso es que casi se proclaman en estandartes de la feminidad con esas fotos de mujeres perfectas, con sus novios perfectos, con tanto filtro "Sierra" que esperas que en alguna de ellas salga Jared Leto a su lado. Claro, por eso estamos solteras: estamos esperando por Mr. Leto a lomos de un corcel blanco.

Y es que el artículo que leí hoy en concreto no es que me haya sacado de mis casillas, no, me dio ganas de vomitar por el subidón de azúcar que tuve. Busqué en los comentarios y, aunque gracias a alguno de ellos recuperé la fe en el género femenino, la mayor parte de ellos eran de mujeres diciendo que esperaban encontrar a quien le dijese esas cosas. Bajo el título de "10 cosas que todo chico enamorado suele enviarle a su novia"y un montón de epígrafes de "para toda la vida", "el amor de mi vida", "amorcito" y blablabla, no había ni una sola de esas frases con la que yo me haya identificado.

No voy a negar que seguro que muchas mujeres se mueren por oír esas cosas. Yo no; y estoy segura de que no soy la única. Y os voy a decir por qué en unos simples puntos, ya que esto de las listas es tan mainstream:

1.- Tu vida, si tienes suerte, será muy larga, así que mucho me temo que no puedes decir con 20 o 30 o incluso 40 años si alguien es el amor de tu vida. Seguimos predispuestos socialmente a que el amor de verdad dura toda la vida, y no es así. Habrá casos en los que sí y, es más, tengo bastantes ejemplos a mi alrededor; pero hay muchos más casos en el que o el amor se acaba, o pasas toda la vida con una persona a la que realmente no quieres, sino a la que tienes costumbre. Eso no es amor verdadero. Y yo quiero creer que hasta que no esté jubilada no lo sabré. Sabes siempre quien ha sido la persona más importante en tu vida hasta este momento pero, a no ser que seas vidente, no sabes lo que te espera más adelante.

2.- No necesitas que te digan que te quieren cada media hora. Eso agobia y no es creíble. Las personas que más dicen son las que menos hablan (o eso o, según sabias palabras de mi madre, "a lo mejor no tienen nada en el cerebro").

3.- Si te mandan mensajes de ¿cómo dormiste? ¿qué comiste? ¿ya saliste de trabajar? ¿qué haces después? ¿ya llegaste a casa? ¿cenaste? ¿ya estás en la cama?, no es amor, es un seguimiento. Seguro que tienes un GPS puesto en alguna parte.

4.- Los apodos cariñosos en la intimidad, gracias, y a ser posible que no lleven un posesivo delante.


No creáis por esto que no soy romántica. Soy romántica de una manera libre, independiente y con la firme convicción de que tengo mucho amor en mi vida. El daño hecho no es irreparable y no odio a todos los hombres. Las mujeres "reales" (ahora que el término está tan de moda) no son sólo una talla de ropa. No soy una mujer menos real por llevar una talla más pequeña de lo que debería una mujer de mi edad. Las mujeres reales son aquellas que viven en un mundo real, que no esperan príncipes azules, corceles ni limusinas con La Traviatta a todo volumen; que se levantan de mal humor y prefieren que ni les hables, que confiesan abiertamente que la "cucharita" es incómoda y que en verano da muchísimo calor y que saben que, en realidad, se duerme mil veces mejor sola que acompañada (en lo que a la calidad del sueño se refiere).

lunes, 13 de julio de 2015

LA TÍA LAURA SE QUEDA A DORMIR

Por primera vez en años, incluso puede que en mi vida, me atrevo a compartir con vosotros una ficción escrita por mí. Hay una cuarta parte de esta historia que está inspirada en hechos reales, en una historia de esas que oyes sentada a una mesa. Espero que os guste....

La tía Laura llegó una mañana de mayo acompañada por parte de su prole. Algunos de ellos no pudieron
venir alegando problemas de salud varios o negocios por atender. A pesar de que ella había manifestado
su anhelo de estar con todos ellos en ese momento, algunos habían decidido que otros asuntos tenían
prioridad sobre el deseo expreso de su madre. La noche anterior, su sobrina Victoria, había recibido la
llamada de una de sus primas. “Vamos para allá. Preparadlo todo”. Victoria, muy diligentemente, llamó
a sus hermanos y consiguió tenerlo todo listo para la llegada de la familia. Estaba acostumbrada a lidiar
con este tipo de situaciones desde muy joven por lo que, a pesar del poco preaviso, no se le escapó ni un
solo detalle.
La familia llegó con caras circunspectas a la hora indicada, ni antes ni después. Sin embargo, Victoria se
preguntaba si dicho semblante se debería a la situación en sí, o a los inconvenientes que conllevaba. Sus
sospechas se vieron confirmadas cuando uno de sus primos preguntó con ansia “¿A qué hora termina este
circo? Tengo que coger un avión de vuelta esta noche y no quiero perderlo”. Todos esos años después no
dejaba de sorprenderla el poco tacto que su familia mostraba. Quería a su tía Laura y si lo había
organizado todo y se quedaba con ella era en pro de un afecto verdadero.
La ceremonia duró más de lo deseado, y Victoria tuvo que despertar de un codazo a uno de sus primos
tras un sonoro ronquido. Su hermana pequeña, sentada a su derecha, no parecía inmutarse ante el
comportamiento de sus familiares. Uno a uno fueron saliendo envueltos en una creciente cháchara a un
volumen impropio del acto al que acababan de acudir; y ya en la puerta sus primos empezaron a
despedirse con las excusas más peregrinas. Por fin, llegó el último de ellos. “Y bien, ¿quién se queda con
mamá? Nosotros tenemos que volver volando a nuestras rutinas”. Victoria y su hermana se miraron. La
primera atónita, la segunda implorando. “La tía Laura siempre te ha querido más a ti….”. Sin darle
tiempo a responder, su primo ya se había ido a por la tía Laura. “Está en buenas manos” Y cuando se
quiso dar cuenta estaban ellas dos solas.
Condujo todo el camino a casa en silencio con la tía Laura en el asiento de al lado. De vez en cuando la
miraba de reojo, pero no creía que hablar fuese lo más apropiado. Además, no tenía nada bueno que decir
y notaba una ira creciente subiéndole por el estómago. “Prepararé algo de cenar al llegar a casa”. No
tenía ganas de cocinar pero la angustia se había transformado en hambre, así que se hizo algo sencillo y
puso la mesa. Antes de empezar a cenar miró al otro lado de la mesa donde estaba la tía Laura. “Rezo
cada día por que mis hijos no se comporten así el día que yo me muera”. La urna metalizada que había
al otro lado de la mesa sólo le devolvió un reflejo. En ella, una plaquita rezaba “Laura Fernández García.
Devota madre”.