viernes, 29 de septiembre de 2006

Parejas y amigos

Cuando Carrie decide marcharse con el ruso a París creía que iba a recibir sólo entusiasmo por parte de sus amigas. Se marchaba a PARÍS, e iba con un hombre que parecía ser el adecuado, que parecía tratarla como ella se merecía.
Y entonces llegó Miranda...
Cuando Carrie tenía una relación tormentosa con Big (aunque creo que eso fue así desde que se conocieron) creía que iba a ser capaz de hacerlo cambiar de opinión con respecto a la vida, pero no a la vida en general, sino concretamente a esa vida que podían llevar juntos.
Y entonces llegó Miranda...
Hoy no quiero pensar en cúal de las dos al final tuvo razón, si es que alguna la tuvo.
Hoy se me da por pensar en cómo presentamos a nuestras parejas y nuestras amigas, y la influencia que eso tiene en nuestra relación con ambos.
Tenemos una tendencia innata la mayor parte de los seres humanos a ocultar, o mejor dicho retener, para nosotros todo aquello que nos hace feliz. Es como si nos diese la sensación de que hemos encontrado el secreto de la felicidad, y por ello tuviesemos que guardarlo celosamente por miedo a que alguien nos lo usurpe. (Aunque también podría pensar que en nuestro "colocón" de felicidad, las endorfinas han hecho que olvidemos todo lo demás). Lo cierto es que existe esa tendencia, independientemente de nuestras motivaciones.
Así, mientras somos felices con una pareja tenemos poca necesidad de contar detalles de nuestra felicidad. Sin embargo, es cuando las cosas empiezan a no ir tan bien cuando necesitamos hablar de ello con alguien que no sea nuestra pareja. Es cuando descubrimos manías, malos hábitos, o simplemente cuando las endorfinas te dejan pensar un poco y, curiosamente, la comunicación deja de fluir.
Si antes nos limitábamos a un simple "todo bien" o al "soy muy feliz", llegados a este punto nuestras peroratas parecen no tener límites. Y no hay nadie mejor para escucharnos en momentos como esos que un amigo. Exponemos a nuestras amistades y familia, en algunos casos, a lo peor de nuestras relaciones de pareja: a los gritos, a los silencios interminables, a los desplantes, a las caras largas, a los lloros, a los celos, a las dudas,...
Si es está la información que damos sobre nuestras parejas, amores, etc, ¿qué podemos esperar que opinen nuestro amigos de ellos? ¿Hasta que punto no somos nosotros culpables de una posible mala o inexistente relación entre nuestras parejas y nuestras amistades? Al fin y al cabo acabamos conociendo a las parejas de nuestros amigos, o acaban conociendo a las nuestras más por lo que nosostros decimos o mostramos que nos hacen sentir, que por lo que realmente son.
Y cuando finalmente se rompe es cuando en nuestra melancolía y nostalgia de amor somos capaces de hablar de los momentos felices.
Yo tengo un par de Mirandas en mi vida. Ellas saben quienes son.

lunes, 18 de septiembre de 2006

Adicta al romance

Hoy vi el último capítulo de Sexo en Nueva York. Ya lo había visto, pero no me pude resistir... A pesar de ser un final algo predecible, no deja de ser por ello un final perfecto, en mi opinión, claro.
Cuando Carrie deja al ruso le dice que ella está buscando el amor, un amor, dice, "arrollador e inadecuado". ¿Quién no busca una amor así? Dice también que quiere ese amor que dure para siempre, esa clase de amor tan trágico sin el cual no puedes vivir, sin el cual crees ahogarte. ¿Es ese el amor que nos merecemos? ¿Es ese el amor que nos hará felices?
También es cierto que no todos tienen ese tipo de necesidad de amor. No sé si es una cuestión de carácter, de madurez, de edad, pero lo cierto es que hay gente que necesita un amor más tranquilo y estable.
Yo creo que el perfecto amor, si es que existe, es aquel amor inadecuado que primero te arrolla y luego te ahoga, para de repente volverte a la vida, y convertirse poco a poco en ese amor tranquilo y estable, con la madurez propia de quien sabe donde está y lo que quiere. Y es eso por lo que creo que el final de la serie es perfecto.
Carrie viaja para descubrir que ese no es su sitio, que ya no quiere más aventuras, que sabe quién es, y con quien quiere estar. La pérdida de su collar es algo muy simbólico, casi metafórico. Carrie se pierde para volverse a encontrar. El final perfecto no es que acabe con Big; no es que Big le diga que "ella es la única". El final perfecto es que Carrie vuelve a su casa, vuelve a su hogar, New York, con su familia, sus amigas, de la mano de Big.
El amor no es sólo tener una pareja que te quiera y tú la quieras; el amor es algo parecido a lo que le dice Big a las chicas: "Vosotras sois sus grandes amores, y yo sólo aspiro a ser el cuarto, con vuestra bendición". Porque el amor no es completo si no tenemos con quien compartirlo y quien nos recuerde lo afortunados que somos por tenerlo.
Puede que, quizá, sea una avariciosa de amor. Yo prefiero pensar que soy adicta al romance, aunque prefiera disfrutarlo en dosis pequeñas. Me gustan todos esos preliminares estúpidos y tontos, propios de quinceañeros. Me gustan todos los juegos con los que se incia el cortejo: las miradas, los roces, las sonrisas, los celos, los miedos,... Me gustan los besos interminables que hacen que te tiemblen las rodillas, y que mientras me besan me acaricien la mejilla.
Aparentemente no son grandes cosas, y sin embargo, es lo más difícil de encontrar. Es esto lo que me gusta; es esto a lo que soy adicta.

martes, 12 de septiembre de 2006

Love sick

"Love sick" lo podemos traducir de dos maneras. Por un lado, de un modo muy literal, lo entenderíamos como "enfermo de amor". ¿Hasta que punto es esto cierto?
Ayer oí a un hombre hablar de una ex: "Estuve muy enamorado de ella". No había en su tono ni una pizca de nostalgia; ni siquiera un matiz de ternura, o incluso de rabia. Nada. Utilizó el tono más neutro del mundo. Mi tendencia, por ser mujer, es pensar que los hombres no tienen corazón y que todos son iguales; pero luego me paré a pensar un poco más. Eso era generalizar demasiado. ¿Acaso no hay mujeres sin corazón? Y empecé a recordar... He conocido a mujeres que, al igual que muchos hombres, se enamoraban una vez por semana. Es una modalidad vírica del amor.El amor como un virus; los hay, incluso, que duran 24 horas. Y como tal virus, hablan del amor como si fuese una gripe que acaban de pasar.
Así que, igual que con las enfermedades, hay gente que es más propensa al amor, y hay otra que está inmunizada. ¿Por qué? ¿Existe un factor genético?
Alguna vez me han explicado en qué consiste el proceso físico-químico por el que pasamos cuando nos enamoramos; es más, ese proceso y esa euforia en la que te ves envuelto tienen, por lo visto, fecha de caducidad. Siempre he intentado negarme a creer en afirmaciones como esa, porque puede que prefiera creerme frases como la de "Historias de Philadelphia": "Las mujeres son propensas al romanticismo". Puede que no todas, pero yo sí. Por eso me he negado a aceptar el hecho de que el amor es un proceso químico que ocurre en nuestro cerebro. Siempre he sido una crédula, y los años me han enseñado que a veces es mejor creer lo imposible que aceptar lo probable.
Puede que por ello esté condenada a sufrir una "larga enfermedad"; puede que "mi enfermedad" no se cure con paracetamol y líquidos...
Pero hay una segunda traducción para "love sick" y es "harto/a del amor". Es una traducción que no es tan literal, pero, en cualquier caso, no deja de ser curioso y a la vez significativo que esos dos sinificados se unan en una sola expresión.
A mí, mi enfermedad de amor me lleva a estar harta del amor.

sábado, 9 de septiembre de 2006

Compromiso

La fobia al compromiso siempre se ha asociado al llamado síndrome de Peter Pan; pero eso no es correcto, y yo soy la demostración empírica de ello.
Siempre se ha creído que la gente que tiene un cierto miedo a establecer cualquier tipo de compromiso vital es porque no quiere crecer. MAL. A mí me gusta crecer, y no a lo largo, ni mucho menos a lo ancho. Me gusta hacerme mayor, y adquirir una experiencia vital que me proporciona una mejor perspectiva de lo que me rodea, pero también, lo cuál me parece casi más importante, de mí misma. Creciendo es cuando vamos aprendiendo a conocernos, y es a través de ese conocimiento como aprendemos, a su vez, a interactuar con todo lo que nos rodea. Es maravilloso aprender día a día de tus propios errores. Es estupendo ver cómo medir tus propios límites, y conocerlos. Es decir, es genial superar la adolescencia y saber que como diría Frank Sinatra "the best is yet to come". Está claro, pues, que no sufro un síndrome de Peter Pan (por otra parte, mucho más común en los hombres; todo hay que decirlo).
Sin embargo, no soy un gran ejemplo de decisión y compromiso, y hace poco, leyendo una revista, descubrí que alguien fue capaz de expresar con palabras un comportamiento que siempre creí muy mío, y que, por lo visto, es muy universal. El artículo en cuestión versaba sobre la capacidad de decidir. Decidir implica algo horrible que es descartar. Decía el autor que las personas son indecisas por dos motivos, uno por miedo a equivocarse, o dos por el sufrimiento que provoca descartar opciones, lo cuál supone una pérdida. ¡Qué aliviada me sentí!¡Alguien me entendía!¡Lo que me pasa es explicable!¡Y es casi normal!
Una vez se lo intenté explicar a un amigo mío:
"Verás, cuando sabes lo que quieres es muy difícil encontrarlo. Piensa en un par de zapatos. Te imaginas durante un par de meses cómo son los zapatos que te quieres comprar; los que serán el par perfecto; los zapatos de tu vida. Puede que no sean los zapatos más cómodos del mundo, y ni mucho menos van a ser baratos; pero son los zapatos de tu vida. Vas de zapatería en zapatería probándote zapatos que se les parecen, pero no son exactamente lo que buscas. En el momento en que piensas que no los vas a encontrar te quedan dos opciones. Uno, desistes y te compras esos zapatos que no están mal de precio, son cómodos y te pegan con casi todo, pero no son los zapatos que tú querías en realidad. O dos, esperas y esperas y esperas, hasta que, a lo mejor un día tienes suerte. Tanto con una opción como con la otra te puedes quedar sin zapatos. Con la primera corres el riesgo de encontrar los zapatos de tu vida meses más tarde, y lo que sería peor, de rebajas. Con la segunda corres el riesgo de no encontrar nunca más esos zapatos que tan buen resultado te hubiesen dado. Porque, aún hay más, ¿y si encuentras los zapatos de tu vida, te los compras y resulta que al cabo de unos meses descubres que en realidad no te gustaban tanto, y que aun encima te matan los pies y casi no puedes caminar?"
Mi pobre amigo no supo que decirme; tanto zapato lo había vuelto loco, y hasta a mí esta analogía tan propia de Carrie me superó; pero tiene su lógica, ¿no?
A mi me pasa eso, con todo. A veces pienso en Big y creo que él es esos zapatos; pero luego fantaseo con conocer a Robbie Williams y, ¡oh Dios! ¿Perdería una ocasión como esa? Aunque creo que eso sería casi como comprarme unos zapatos tres número más grandes.
Además también creo que a Big le pasa exactamente lo mismo, aunque sólo con las relaciones personales, ya que en su trabajo es una máquina de tomar decisiones. Aunque fue él el que un día dijo que John Lennon decía que la vida es aquello que te pasa mientras estás ocupado haciendo planes... Toda una paradoja, ¿no?

sábado, 2 de septiembre de 2006

Cinismo

Resulta que tengo algo en común con Carrie, aparte de mi nuevo corte de pelo: me estoy volviendo una cínica.
Sabía que algo raro me estaba pasando, aunque no era muy capaz de identificar qué era exactamente.
Desde mi intento de apartar a "mi Big" de mi vida, poco ha pasado en materia de hombres. Hasta hace poco menos de un mes, me gustaba un chico. Y lo digo así porque fue tal cual. Me gustaba. No era una cuestión de sexo. Quería conocerlo más. Quería tener citas, que al fin y al cabo es cómo conoces un poco más a una persona, y no en sesiones de sexo semanal. Quería ir al cine, a un concierto, a cenar, a sitios dónde nadie nos conociese. Quería hacer propósito de enmienda, pues lo conozco desde hace algún tiempo, y desde luego no empezamos del mejor modo posible. Es un chico muy raro, aunque siempre estuve casi segura de que yo le gustaba. Pensé que sólo era tímido y que debía intentarlo yo. Algunas copas más tarde intenté hablar con él. Sólo salen estupideces de mi boca, e increíblemente, ¡a mí! se me acaban los temas de conversación. Las mejores conversaciones que hemos tenido han sido, claro, en estado sobrio. Han sido cortas, pero sinceras. El problema del que probablemente él no se ha dado cuenta, y no le culpo, es de que yo también soy tímida. Intenté hablar con él muchas veces, con diferente resultado; pero también intenté la técnica contraria, la más absoluta indiferencia. Soy muy cabezota, así que seguí probando, en diferentes estados etílicos, y comenzó a reaccionar, aunque no del modo que yo esperaba, sino más bien del contrario. Su tono empezó a adquirir un cierto matiz bastante borde; se metía conmigo (pero no se reía después...), etc. Creo que estaba empezando a considerar que soy una alcohólica ninfómana.
En el medio de todo esto conocí a otro chico. Alto, guapo, deportista, encantador y que a pesar de todo me dijo "me gustas", en un momento muy adecuado, pero no nos volvimos a ver. No me pidió el teléfono, y yo a él tampoco. Aunque, en mi línea habitual, le tuve que encontrar defectos del tipo "parece un poco infantil".
De todo esto ya hace un tiempo, y aunque a veces miro a alguno, enseguida se me pasa al recordar mis antecedentes.
Me aptecía mucho, muchísimo, encontrar a alguien encantador con quien pasear los domingos o ir al cine, en vez de hacerlo sola, para variar, pero se me ha pasado. ¿Es cómo la gripe?¿Como un catarro? Tenía ganas de mimos, y de tonterías; de peleas y reconciliaciones; del "estoy harta de ti" y del "no puedo vivir sin ti". Y de repente se me ha pasado. De repente, no me lo creo. De repente no me fío de nada, y creo que estar sola no está tan mal. Aunque no puedo ir a ver una peli de terror sola al cine, y me gustan... Pienso que todo esto va a estar bien para centrame en mi vida. Y estoy contenta y orgullosa. Y creo que el resto de la gente no sabe lo que se pierde al tener tan poco tiempo para sí mismos. Y frivolizo sobre mi vida, mi futuro o mis expectativas. Y me corto el pelo como Carrie. Y entonces Charlotte le dice a Carrie: "te estás volviendo una cínica"... Y pienso "es cierto". ¿En qué momento dejé de soñar con el amor?¿En qué momento me volví tan fría?¿En qué momento dejé de saber ser yo misma?¿Me habré convertido irremediablemente en una cínica?
Y entonces voy a un concierto y suena una canción. Me asaltan los recuerdos, y se me pone la piel de gallina.
Y entonces dos días más tarde recibo noticias de mi Big... ¿Hasta cuándo va a durar esto?¿Dejará de doler algún día?