domingo, 31 de diciembre de 2006

Propósitos para el año nuevo

Bien, hoy se acaba el año. ¿Balance? Siempre positivo, pero todo mejorable. Yo soy lo primero que se puede mejorar, más si cabe (empezando por minimizar los arranques de cretinez...).
Este año que no empezó con buen pie me ha deparado cosas muy buenas. He conseguido algo muy importante como es terminar las cosas que tenía empezadas, que eran muchas y variadas. Aún a riesgo de equivocarme, creo que puedo decir que finalmente estoy licenciada, cosa que creí que no iba a pasar nunca. He dado un paso más para romper con el pasado, y cada día procuro más mirar hacia el futuro. He aprendido lo bueno de estar aquí y lo malo de estar allí. He recuperado mucha de la dignidad que creí perdida. Y lo que para mí es lo más importante, he perdido el miedo a escribir, a creerme mediocre, y he conseguido compartir esa parte tan importante de mí con mucha gente. He recibido una buena acogida lo que me ha animado para seguir haciéndolo y hacerlo sin miedo (gracias Kattia, Glo, Luchi, Bea, Dami, Ana, Isa, Jaume, Vic y mamá y papá y Gabo, por supuesto). Me he dado cuenta de que cada día que pasa estoy más cerca de enamorarme otra vez, y de ser capaz de sentir como antes. He descubierto Sexo en Nueva York y Las Chicas Gilmore. He sido acogida en una nueva familia, mi familia irlandesa que, a pesar de las horas de trabajo, han sabido siempre como compensarme. He conocido a una bellísima persona como es mi querida tirolesa Yvonne. He descubierto definitivamente a Robbie, a J. K. Rowling y a Henning Mankell. He asumido, más todavía, mi lado femenino y le he dado un toque de glamour a mi vida (viva el strass, el Moët Chandon y Carrie Bradshaw). Todas cosas necesarias para hacerme la persona que hoy, 31 de diciembre de 2006, soy.
¿Qué me queda por hacer? Afortunadamente mucho; si no estaría perdida... el aburrimiento es mi perdición. Creo que este año empezaré mejor que el pasado, aunque, por si acaso, intentaré no tener demasiadas expectativas...no vaya a ser. En el 2007 quiero decidir hacer algo con mi vida, pero primero quiero disfrutar del hecho de no tener que estudiar. Quiero seguir escribiendo y dedicarle mucho más tiempo. Quiero cuidarme y que mi salud no se deteriore a pasos agigantados. Quiero sentirme bien por dentro y por fuera. Quiero conocer Londres, e ir a ver a Adry. Quiero tener mucha paciencia, y controlar mejor mis cambios de humor. Quiero sentirme más yo misma. No quiero que todos mis sueños se hagan realidad, me conformo con que todo vaya un poco mejor; y si lo malo tiene que venir, quiero ser lo suficientemente adulta como para enfrentarme a ello sin amargura.
Podría decir como las misses que quiero la paz mundial y la armonía en el mundo, pero no, quiero la paz y armonía en mi mundo y en el de los mío, que eso es bastante más factible y está más en mis manos. No todo será bonito, apacible ni armonioso pero, como dirían los Beatles (lo siento Jaume) "I will try with the little help from my friends". ¿Os he dicho últimamente que os quiero? ¡Feliz año a todos!

miércoles, 27 de diciembre de 2006

Antes soltera que sencilla

Ayer quedé con un ex algo mío, y actual amigo. La verdad es que nunca estoy segura de por dónde me va a salir. La penúltima vez que nos vimos dijo que yo era la mujer de su vida, para retractarse días más tarde aduciendo su estado ebrio como causa del romanticismo. La semana anterior me llamó a las 6 de la mañana de un jueves, pero esta vez no cogí el teléfono temorosa de que su estado etílico lo llevase a creerse una especie de Romeo de barrio llamando al balcón de su Julieta.
Ayer, sin emabargo, embriagada por las fiestas navideñas sin duda, descolgué el teléfono cuando me llamó y me sorprendí quedando con él para tomar un café. Me vino a buscar, como lleva años haciendo, aunque la magia se nos haya quedado por el camino. De camino al bar me dijo que tenía muchas cosas que contarme, sobre todo de chicas. "¿Me estará intentando poner celosa o esta vez me tratará de verdad como una amiga?" Él casi no hablaba, ni me preguntaba, así que yo rompía una y otra vez los silencios llegándoseme a acabar el repertorio. "Estás muy preguntona hoy, ¿no?", me espetó. "Claro", pensé, "no voy a dedicarme a mirar para tí; eso ya lo he hecho antes y así me fue". Menos mal que finalmente sacó el tema en cuestión. Resulta que tiene una novia, pero sale de vez en cuando con otra. La segunda le gusta más que la oficial, pero como, al parecer, esta es una chica difícil, y no sabe muy bien cuáles son su posibilidades con ella, sale con la otra que la tiene segura. "Ya sabes que necesito compañía...". Es cierto; experimenté en mis carnes sus necesidades de compañía, hasta que ví que era una más en el harén (él, por supuesto, siempre lo negaba: "Tú eres distinta; contigo es especial; pero no estoy preparado para la clase de compromiso que una mujer como tú necesita").
Comprenderéis ahora mi estupor cuando, ni corto ni perezoso, torna la conversación hacia mí: "¿Pero tú cuándo has tenido novio de verdad?". Me mordí la lengua para no contestarle lo que relamente pensaba, y le dije que "aquel que no debe ser nombrado" y yo habíamos sido novios, cosa que él se apresuró a negar: "Eso no fue tener novio". Le contesté que lo que él entendía por novio yo no lo iba a tener nunca, porque no me gusta que me saquen de paseo los domingos ni que me lleven al cine y me hablen durante la película, ni tengo necesidad de contar mis neuras de trabajo a nadie, y que si lo necesito llamo a mi madre. "Me gusta mucho estar sola, y no me gusta dar explicaciones". Ay Judith, me dijo, "te veo solterona toda tu vida". JODER; habló el experto en relaciones...
Y es cierto; creo en tener pareja y no tener novio. Quiero que, si voy a tener que renunciar a parte de mi tiempo para estar con una persona, esa persona me aporte algo más aparte de sexo y compañía, porque si fuese eso lo único que busco me compraría un perro y un vibrador. Me aburro fácilmente, y es lo peor que me puede pasar. Necesito estímulos constantes, retos y metas a las que llegar; y quiero un compañero que quiera que lo hagamos juntos, vivir. Quiero a alguien que no sólo me quiera sino que me comprenda, o lo intente, me respete y me arrope siempre que lo necesite. ¿Le pido mucho por ello a la vida? Puede ser; por eso: antes soltera que sencilla...

miércoles, 13 de diciembre de 2006

Culpas

El mejor recuerdo que conservo de mi abuelo paterno es de cuando me llevaba siendo muy pequeña a ver los trenes. Me gustaba ver a la gente que entraba y salía de la ciudad. También recuerdo cómo pretendía enseñarme a nadar a base de tirarme a la parte profunda de la piscina con una burbuja de poliespán enganchada en mi espalda. Sólo consiguió que tragase mucha agua y que tuviese miedo, casi de por vida, a nadar en donde no hago pie. Soy su niña, su favorita, y aún recuerdo, casi con espanto, cómo le dijo una vez a "áquel que no debe ser nombrado" que me cuidase bien porque "es lo más bonito que tengo", dándole así el visto bueno y su beneplácito. Mis recuerdos de él se reducen básicamente a eso. Me daba un paga semanal, y cumplió algún capricho mío llegando a enfrentarse a mi madre. Sé que es un hombre bueno y honesto, y sé que me quiere, y mucho; sé que ha sido un hombre muy trabajador además de un buen futbolista.
De mi abuelo materno tengo tantos recuerdos que no soy capaz de ordenarlos. Desde los primeros cuentos que me contó, o las primeras películas que vimos juntos, a los viajes que hicimos. Me volvía loca. Él siempre quería salirse con la suya, y yo soy igual. A mí me lo permitía. Con él subí por primera vez a un avión, visité Sevilla, Gibraltar, Ciudad Rodrigo y Lisboa. Él me habló por primera vez de la materia gris de Hercules Poirot, de los Reader´s Digest, y me llevaba a comprar libros. Se sentaba conmigo y me preguntaba por mi vida, a pesar de que mamá ya le hubiese contado casi todo; me preguntaba por mis sentimientos, por mis expectativas, por mis sueños,... Y aunque él muchas veces también me tiró al mar con muchas olas siempre me decía que no tuviese miedo porque él iba a estar allí para salvarme.
Mi abuela materna nunca ha estado. La conocí muy tarde, y nunca ha mostrado un interés real por mí. Sin embargo, mi abuela paterna es mi segunda madre. Igual que ella, me levanto por las mañanas demasiado dormida y no me gusta que me despierten. Mi abuela tiene una sensibilidad distinta a todas las mujeres de su tiempo; era una adelantada a la que las circunstancias la dejaron atrás. Por ella me sé el estribillo de un montón de coplas; por ella tengo un amor tremendo por los animales, y sé cómo tratarlos. Con ella me ha gustado ir al cine, al ballet o a la ópera. Cuando era una niña me cantaba "Chiquitita" de ABBA (puede que de ahí mi gusto por el disco-pop). Con ella puedo estar horas sin decirnos nada y sentirme en casa. Sé hacerla reir.
Puede que por todo esto, cuando tenía 4 años le dije a mi madre que no entendía como mi abuela paterna y mi abuelo materno no estaban juntos. Me parecían la pareja perfecta.
Sabemos por qué queremos a alguien o no, y sabemos que, a pesar de que no está bien, tenemos nuestras preferencias. Ya sabes, esa estúpida pregunta que se les hace a los niños, y a la que, a su vez, se les enseña a contestar: ¿A quién quieres más, a mamá o a papá? Y si bien en muchos casos es cierto que no queremos a uno más que al otro, sí que es cierto que se tiene más afinidad con alguno de los dos. Y es ahí donde empieza la culpa; cuando pensamos que no queremos tanto a alguien que nos quiere mucho; cuando no comprendemos a un amigo que busca comprensión; cuando no podemos dar más de lo que podemos ofrecer.

sábado, 2 de diciembre de 2006

No tengo novio

No tengo novio. Hace mucho que no lo tengo, y los pocos que he tenido me han durado bien poco. Ante tamaño hecho hay diversas reacciones.
Los que llevan con novi@ toda la vida te comentan la envidia que les produce: "Mujer, qué envidia me das. Puedes hacer siempre lo que quieras sin tener que consultarlo con nadie. Además seguro que conoces un montón de hombres y tienes una vida mucho más interesante que la mía..." Dicen querer vivir una vida como la tuya (aunque la realidad de lo que es tu vida y la idea que tienen distan bastante de ser la misma) y sin embargo, no hacen nada para cambiarla y hacer que se parezca a lo que ellos creen que vives. ¿Qué clase de envidia es esa? Me dan ganas de responderles: "Pues ya sabes. Deja tu novi@, tu vida monótona y tranquila y a follar que son dos días". ¡Joder! ¡Ni que fuese tan complicado!
Tenemos también otro tipo de comentarios, los de aquell@s que tienen novi@ reciente. Te miran constantemente con esa cara de "pobre... no tienes a nadie con quien compartir tu vida. No tienes sexo habitual, y para encontrarlo tienes que recurrir al alcohol y a faldas con categoría de cinturón". Piensan que todos los que no tengan ese "status" pierden algo maravilloso de la vida. Y no importa cuánto dure sus nuevas relaciones, lo único que importa es que las tienen y tú no.
Me enfrento también a los comentarios y preguntas y especulaciones de familia y demás conocidos: "¿No será lesbiana? Hombre una vez tuvo novio, ¿te acuerdas? Debió de ser en el 2002"; "a ver si te espabilas... que te vas a quedar para vestir santos"; "¿cuándo voy a ser bisabuelo?", o la que sin duda ha sido mi favorita a lo largo de todos estos años: "¿Qué, Judith, ya conseguiste novio?". Por mi parte he ido mejorando mi elenco de respuestas. Pasé del escueto "no" acompañado de un cierto rubor en las mejillas, a mi última frase cínico-escandalizadora: "si para ser madre necesito novio, prefiero que me inseminen como a las vacas".
Y así han ido pasando los años, y sobre mi persona corren un cierto número de rumores que nunca me he molestado en desmentir, ya que hacen que mi vida, y yo misma, parezcamos más interesantes y misteriosas de lo que en realidad somos. He sido lesbiana, y además he llevado los pantalones en la relación; he sido una deborahombres que se acuesta con uno distinto todas las semanas (si bien hay semanas en las que el número es mayor); he sido monja vocacional y soltera de profesión hasta el punto que no me extrañaría que, en ciertos ambientes, se rumoree que soy virgen; he sido una psicótica insoportable con grandes dificultades para convivir; pero, sin duda, mi favorito, es el rumor que dice que hay una ruptura en mi vida de la que no me he repuesto y de la que nunca lo haré, porque ya conocí al hombre de mi vida y no habrá otro como él.
Yo, como siempre, no me veo ni en un lado ni en el otro. Soy mucho más normal de lo que la gente se empeña en ver, pero he de confesar que me divierte, mucho, la idea de que me vean de esa manera. Pero ni soy soltera vocacional ni vivo sumida en un depresión por el abandono de "mi amado". Tampoco soy lesbiana, ni alcohólica ni quiero ser inseminada. Simplemente no tengo novio, aunque resulte tan difícil de creer, cosa que, por otra parte, me halaga.

miércoles, 29 de noviembre de 2006

Se busca hombre de los de antes

Parece un tópico de los de toda la vida, de esos como que "con Franco se vivía mejor", pero es cierto que ya no quedan hombres como los de antes.
El otro día una amiga y yo hablábamos de los actores en blanco y negro. Yo le decía que me encanta Cary Grant, especialmente mientras fue en blanco y negro, porque cuando llegó el color ese moreno radiactivo dejó de tener tanto atractivo. Me gusta Cary Grant en "Arsénico por compasión", en "Tú y yo" o en "Historias de Filadelfia", sin duda una de mis favoritas, o en "La fiera de mi niña".
A mi madre siempre le gustó Gary Cooper. Dice la leyenda que era tan alto que casi todos los planos de "Solo ante el peligro" tuvieron que ser contrapicados para que cupiese en el plano. De él me quedo con "Bola de fuego", probablemente porque hace de lingüista. Lo único que no puedo entender es que alguna vez tuviese un "affair" con Sara Montiel. No niego la belleza de la buena mujer en sus tiempos, pero no hablaba papa de inglés; aunque sospecho que no debieron de hablar mucho... Pero mientras mi madre hablaba de Gary, yo prefería a Monty Cliff. Ese aspecto tan lánguido, esos ojos tan azules, ese perfil adónico,... claro que yo, en ese momento no era consciente de su homosexualidad, aunque no por ello haya perdido atractivo.
Eso sí, mi madre y yo, en nuestras innumerables conversaciones listando a los hombres más guapos del celuloide, hemos estado siempre de acuerdo en dos: Paul Newman y Robert Redford. ¿Qué mujer no ha entendido la difícil posición de Catherine Ross, la guapa chica "Dos hombres y un destino"?¿Con cuál te quedarías? Con los dos, por supuesto. Por separado también han estado fabulosos. Personalmente descubrí el sex appeal de Paul con dos películas: "La gata sobre el tejado de zinc" y "La leyenda del indomable". A Robert fue en esa encantadora comedia, "Descalzos por el parque", y este año vi, por primera vez, "Tal como éramos". ¡Por Dios! Debería estar prohibido ser tan guapos.
Pero no se trata de eso. No es la belleza la que los hace "hombres de los de antes". Es ese porte, esa manera de llevar un traje como quien se pone un pijama, y de usar la corbata en una fiesta para algo más que acabar con ella en la cabeza (¿de verdad hay alguien que lo encuentre divertido? ¿Hay alguna mujer que, para más inri, lo encuentre atractivo?). Tenían esa forma de mirar a las mujeres tan descarada y a la vez sutil: de perfil, mirando de soslayo, con una ceja levantada, y la sonrisa de medio lado. ¿Por qué sino hemos encontrado alguna vez atractivo a Humphrey Bogart o a Clark Gable? Por esa forma en la que miraban a Lauren Bacall o a Vivien Leigh. Los hombres de antes te abrían la puerta de todos los sitios como un mero gesto de galantería, no para verte el trasero.
Y hablo desde el conocimiento. No he conocido a Paul Newman, por desgracia, ni a Cary o a Gary, pero conocí a Carlitos Deus. Carlitos decía que un hombre que habla en público de las mujeres con las que ha estado no es hombre ni es nada. Carlitos iba siempre de traje, impoluto, y los tenía de sport, y para las ocasiones más especiales. Carlitos Deus tenía unos modales exquisitos en la mesa, tanto que, a veces tenías la sensación de estarte preparando para ir a cenar a la Zarzuela. Tenía el pelo blanco más bonito que he visto nunca; más que blanco era plateado, y siempre lo llevaba cortado a la perfección, y siempre con la raya al lado. Siempre llevaba un peine en la cartera, y en la guantera del coche tenía un frasco de colonia de lavanda, "para refrescarme", me decía. Era guapísimo. Decían que se parecía a Errol Flynn, y a él, que era muy coqueto, le encantaba. Las mujeres lo adoraban, y él lo sabía, pero las trataba como señoras, y siempre tenía una palabra bonita para todas ellas. Tenía sentido del humor y del saber estar. Me decía: "Allá donde fueres, haz lo que vieres", "es así como se viaja". Le llamábamos John Wayne, porque su coche era su caballo, del que no se apeaba si podía evitarlo. Sabía bailar, mejor o peor (hay muchas historias al respecto), y tenía un millón de historias para contar. Su vida, mis sentimientos y mis recuerdos de él darían para mucho más que esto. Y aunque no le hago justicia en tan pocas líneas, y a pesar de sus muchos defectos, que los tenía, Carlitos era un hombre de los de antes, de los que ahora es muy difícil encontrar.

viernes, 24 de noviembre de 2006

Como en casa de mamá...

Resulta que, temporalmente, después de casi 4 años semi-independizada, vuelvo a vivir con mamá y papá.
La verdad es que hemos pasado por diferentes etapas:
Primero, vino la de reencuentro. Todos estábamos muy contentos de volver a vernos, ya que hacía seis meses que no nos veíamos. La vida estaba repleta de noticias y novedades que no tardaron en agotarse. Sólo mamá y yo intuíamos qué era lo que venía después; y la verdad es que no tardó tanto en llegar.
La segunda etapa consitió en mi huida. De repente, me empezó a faltar el aire. No me llegaba el espacio, ni tenía mucho tiempo para mí misma. Así que me dediqué a expandir mis horizontes por los bares de la zona, que son unos cuantos. No me entendais mal; no me volví alcohólica, sólo que tuve un verano coruñés. Para el que no está familiarizado con la experiencia os contaré que se trata de pasar las menos horas posibles bajo techo, y que, a ser posible, las pocas horas que estás a cubierto sea de fiesta en fiesta, o de bar en bar. La veda se abre el día de San Juan con las hogueras en la playa y dura hasta que aguante el buen tiempo, tu higado pida papas o te entre el juicio y recuerdes que no eres un vampiro, sino que existe vida antes de las 10 de la noche. Y no, mis padres no me empujaron al alcoholismo eventual; es más, se dignaron a recordarme que a lo mejor debería parar antes de que el higado empezase a hacerse puré. Incluso mi hermano pequeño tuvo algún tierno comentario del tipo "no crees que está un poco mayorcita como para acostarte a las 9 de la mañana como si fueses una adolescente". Creo que esos comentarios hicieron más mella en mí de la que creía...
Y finalmente llegamos a la etapa en la que me encuentro ahora: la aceptación. No puedo negar el hecho de que vivo aquí. Así que me he acomodado sospechosamente...
Mi pregunta es ¿qué nos pasa cuando volvemos a vivir en casa de mamá?¿O cuando simplemente vamos a hacerles una visita?¿Por qué de repente nos volvemos unos inútiles otra vez?
Durante 4 años he llevado mi casa. Me he hecho la comida, y todas las noches recogía el salón para no verlo desordenado por la mañana. He puesto lavadoras, y fregado el baño dos veces por semana. He ido a hacer la compra, hecho pedidos, ido a la tintorería cuando lo he necesitado. Y ahora de repente, es como si no supiese hacer nada de todo aquello que he hecho con tanto esmero todos estos años. He cuidado de más de cinco niños no mayores de 9 años a la vez que preparaba la cena para siete, o mientras limpiaba una cocina del tamaño de medio piso de mis padres. ¡Y el otro día me sorprendí a mí misma pelando mandarinas encima de un cojín en vez de en un plato! (Mamá no te enfades...).
Retrocedemos a la infancia, o a la adolescencia como mínimo. Nos hacemos vulnerables y comodones. Olvidamos todo lo que hemos aprendido por nosostros mismos; nuestro logros cotidianos, como son aprender a hacer una bechamel. Nos abandonamos en brazos de nuestro padres. Y la verdad es que es algo muy contradictorio, porque mientras ellos se quejan de nuestro asentamiento en la comodidad de la casa paterna, por otro lado nos dicen que no sabemos hacer las cosas, que todavía nos queda mucho por aprender para llegar a ser una persona que pueda valerse por sí misma.
Dependemos tanto nosotros de ellos como ellos de nosotros; y tanto a padres como a hijos nos cuesta aceptar ese hecho.
Por supuesto que una cosa está bien clara: ellos tienen los dos puntos de vista; saben lo que es ser hijo, y también lo que es ser padre. Nosotros, de momento, sólo tenemos el punto de vista de la progenie; pero eso no quita que ellos también puedan aprender de nosotros, ¿no?

miércoles, 22 de noviembre de 2006

Página en blanco

Esto funciona así: te levantas una mañana legañosa y sin saber muy bien qué haces en el mundo. Te sientas delante del ordenador sin haber asimilado que ya tienes los ojos abiertos (eso dando por hecho que te hayas lavado la cara y te hayas quitado las legañas). Mientras se pone en funcionamiento e introduces todos los nombres de usuario y las contraseñas, enguyes el desayuno, para que, cuando ya esté arrancando el programa que te interesa, estés casi despierta gracias a que ya has empezado a ingerir tu dosis de teina. Normalmente arrancas varios programas a la vez, entre ellos el messenger, así que cuando te das cuenta ya tienes un par de ventanitas con un par de conversaciones de lo más variopintas (pero qué sería yo sin la peke in the morning...). A la vez que mantienes conversaciones comienzas a escribir, e intercalas párrafos de profunda autorreflexión con líneas con frases muy gestuales del tipo "jajajaaja" o "juas" o "Ah" o "ein". Por fin, cuando acabas de escribir, con el tiempo justo para salir pitando a meterte en la ducha, no repasas lo que has escrito, y piensas "Buf, a saber lo que puse. Voy a tener que repasarlo esta noche". Cuando llegas a casa te encuentras con que tu correo está lleno de comentarios positivos sobre lo que escribiste, así que lo relees, y oh, sorpresa, está bien; está muy bien. Y te sientes satisfecha.
Otros días, te sientas con toda la calma del mundo, deseando volver a escribir algo bueno, y te encuentras con eso: la página en blanco. La miras, y la vuelves a mirar, y la muy puta no te dice nada. Haces crujir tus nudillos y preparas una dosis de teina. Y nada. Pones un disco, pero la página sigue ahí, devolviéndote la mirada. ¡La muy puta, otra vez! Y te vas a la cama pensando que a lo mejor lo que ocurrió el día anterior fue un golpe de suerte, una mano buena que no te van a volver a repartir.
Bécquer decía que era mucho mejor imaginarse al artista en un estado febril, casi poseído por las musas componiendo alguna obra de genialidad extrema, pero que la cruda realidad es que es un trabajo también. Decía que "hay una parte mecánica, pequeña y material en todas las obras del hombre".
Y mientras nuestra tendencia es dejarnos llevar por la vanidad y esperar a que tengamos otro momento de genialidad, lo acertado, sin duda, es seguir escribiendo, es seguir trabajando.
También decía Bécquer que "no siempre la verdad es lo más sublime".

lunes, 20 de noviembre de 2006

Demasiado

Cuando era una niña, la mujer de mi tío, una mujer de metro y medio mal medido y con los modales de Belén Esteban ("Andreita, cómete el pollo, coño") le dijo a mi madre y a mi abuela que el problema que yo tenía es que era "demasiado educada" y que era "una repipi que decía demasiadas veces gracias y por favor". Mi madre, claro, se quedó estupefacta y si no le respondió algo fue porque mi abuela estaba delante, probablemente dirigiéndole una mirada que diría "Rosa, no, por favor" (es que mi abuela también es educada). Posiblemente esa fue la primera vez de muchas.
Otra vez, cuando tenía más o menos 16 años, me gustaba un chico de mi edad. Era guspísimo, divertido, ingenioso, inteligente y tocaba la guitarra. Por aquel entonces yo todavía era incapaz de disimular mi timidez, así que me ponía colorada y ma daba la risa floja si él se dirigía a mí. Cuando había más gente entonces yo me relajaba un poco más y podía establecer una conversación. Pero el día en que una amiga mía fue a preguntarle, en un acto de absoluta puerilidad, si yo le gustaba, él contestó que me consideraba una amiga, y que sentía demasiado respeto por mí como para comportarse conmigo como solía con todas las chicas. Así que la espinita se me quedó. Durante un tiempo no lo entendí muy bien, pero luego me sorprendí al darme cuenta de que no iba a ser la primera vez que recibiese eso por respuesta, o en su defecto intuyas que es lo que te quieren decir. Es la peor excusa del mundo.
Con 19 años tuve novio, aunque me duró bastante poco. Entre las cosas que alegaría más adelante para dejarme fue que era "demasiado independiente". Imagínate: tú que no quieres ser la típica novia agobiante y manipuladora, de las de "¿A dónde vas? ¿Con quién vas?", si no que eres de las de "¿Qué sales con tus amigos esta noche? Vale. Llámame mañana si no tienes mucha resaca", y resulta que eres "demasiado independiente". Y no fue el único hombre que me lo dijo. ¿Qué las mujeres necesitamos manual de instrucciones? Pues los hombres necesitan un máster de especialización.
Unos años más tarde "áquel que no debe ser nombrado" me lo espetó tan tranquilamente también, aunque él le dio un pequeño matiz: "Judith, eres obsesivamente independiente", me dijo el que unos mese antes tras pasar dos días en su casa me dijo que se agobiaba porque era como estar casados, a lo que yo, amorosamente, respondí: "Pero no lo estamos. Recuerda que esto es sólo temporal; que me voy dentro de unos días. Mientras tanto relájate y disfruta."Y unos meses más tarde cuando intentamos vivir juntos me dijo que era "demasiado difícil vivir conmigo". "Coño, le dijo la sartén al mango", le respondí yo al punto, para morirme de risa al ver su cara de confusión. Por mucho español que sepa un irlandés, ¿qué conociemiento tiene del refranero español?
Hace unos meses volví a Irlanda y allí me han obsequiado con otra buena tanda de demasiados. Demasiado mayor para ser aupair, demasiado inteligente como para intentar ligar conmigo, y, sin duda, mi favorita, mi inglés es demasiado bueno como para tener una conversación conmigo. ??????????
De verdad, ¿algo de esto tiene sentido? También me han acusado de ser "demasiado exigente" (esa acusación la puedo entender y secundar), de ser "demasiado guapa" como para acercarse a hablar conmigo; "demasiado segura de mí misma" o "demasiado insegura", a gusto del consumidor.
Así que me he visto discriminada por exceso de curriculum. Una se empeña en dar lo mejor de sí misma para que luego te acaben viendo como una especie en vías de extinción que, como hay que proteger, mejor meterla entre rejas. A lo mejor se les ocurre utilizar la reproducción asistida para guardar mis genes.
Ahora en serio, ¿quién tiene los baremos? Que alguien me diga, por favor (o mejor dicho, ya, porque si lo pido por favor incurro en mi falta de ser demadiaso educada), cuáles son los límites de la belleza, la inteligencia o la independencia para que empiece a tener algún tipo de contacto con la realidad mundana que me rodea, porque la verdad, estoy empezando a pensar que, definitivamente, vengo de otro planeta

martes, 14 de noviembre de 2006

Depilaciones

Ayer hablaba con una amiga y me contaba lo mal que lo estaba pasando por culpa de la depilación brasileña. "Es que pica horrores. Cualquier día de estos me dejo el modelo selva tropical". La semana pasada, otra me decía que se había gastado una buena suma de dinero en depilarse todo de ombligo para abajo. Otras dos hacían lo propio hace unos días.
Justamente ayer vi en la televisión un anuncio en el que las mujeres para reivindicar no sé qué hacían que se dejaban sin depilarse el vello de las axilas y el entrecejo; eso lo que se veía, claro, porque aparecían vestidas.
Y así nos pasamos la vida entera buscando y quitando pelos de donde no los hay ¿en un intento de vernos más guapas y más deseables a los ojos de los hombres?¿Es sólo eso o hay algo más?
Yo soy rubia así que durante mucho tiempo ni me lo plantee. Yo no tenía ese problema. Pero un día empecé a ver vello donde casi no lo había, y me convertí en una exclava de la cera más. Por suerte la depilación me dura meses, y me puedo olvidar durante mucho tiempo. Siempre he compadecido a las pobres mujeres que no tienen otro remedio, y que además lo tienen que hacer a menudo; y creo que la depilación láser debería tener un gran descuento para ellas; al fin y al cabo, se lo merecen después de todos esos años de sufrimiento.
Los hombres no son capaces de ver todo ese esfuerzo. Y no lo digo desde el punto de vista de una feminista despechada. No soy feminista; nunca lo he sido; y espero no serlo jamás. Lo hubiese sido si hubiese nacido entre el siglo XIX y el XX. Hubiese sido sufragista, y me hubiera gustado parecerme a Jane Austen. Pero hoy por hoy el feminismo no me parece necesario. No hablo tampoco desde el coorporativismo. Soy una persona (y digo persona, y no mujer) muy independiente y nunca he tenido conciencia de grupo. Creo que los gremios pertenecen a la Edad Media. Sin embargo, he de reconocer que me interesa, es más me apasiona la lucha de sexos. Hay que reconocer que las diferencias entre hombres y mujeres son notables, y que, además, son éstas las que hacen que nuestra convivencia sea unas veces maravillosa, y al segundo siguiente insoportable. Que los hombres son simples y que nosotras intentamos ver cosas donde no las hay es un hecho universal. Que los hombres tienen más capacidad de concentración y que las mujeres son capaces de hacer muchas cosas a a vez también es bien conocido. Y si bien todo esto son "normas" generales, y siempre nos encontraremos excepciones a ellas, la verdad es que mientras nosotras gastamos todo ese tiempo y dinero en depilarnos de arriba a abajo, vamos al solarium, a la peluquería, al gimnasio, o pasamos hambre con la esperanza de que nos encuentren muy atractivas, y sexys, y sofisticadas, aunque lo escondamos todo bajo un "lo hago para sentirme bien conmigo misma". ¿Acaso no sabemos, o no somos conscientes, de que sólo sientiéndonos bien con nosotras mimas vamos a conseguir todas las miradas que queremos?¿Al fin y al cabo no se trata siempre de nuestra vanidad? Aunque, en mi opinión, son los hombres los que se llevan el premio a la vanidad más elaborada. Cuando un hombre se arregla es simplemente para sentirse bien consigo mismo, que es más que suficiente para ellos. Porque ellos, mal que nos pese, o mal que nos cueste entenderlo, son simples.
Calvin Klein dice que hace falta mucho maquillaje para ser natural. Yo pienso que es muy difícil llegar a ser natural sin ser vulgar, aunque dicen que con clase se nace, no se hace.

jueves, 26 de octubre de 2006

Canciones

Hay veces que suena una canción y parece que el mundo se para. Siempre he medido mi vida, mi felicidad o mi desgracia, mis grandes momentos, bien fuesen buenos o malos, por alguna canción. Me gusta saber que yo también tengo banda sonora, y que tengo una historia de película. ¿Quién no ha soñado con tener una vida diferente, y no sólo por descontento con la suya propia? Yo, personalmente, no me siento disconforme con ella, pero también soy consciente de las limitaciones que vamos imponiendonos conforme tomamos decisiones vitales (y de eso ya he hablado aquí). Creo que una buena banda sonora ayuda a contar una historia, y de hecho casi podríamos decir que las colecciono.
Pero estábamos hablando de mí, aunque sin ánimo de parecer ególatra; de mi banda sonora particular.
Aunque hay miles de canciones que puedo recordar claramente en mi cabeza, parece que el recuerdo es más claro cuando hay chicos por el medio. El primer chico que me embobó tocaba y cantaba a Los Suaves. Tenía un grupo de heavy. Era melenudo y guapo como pocos he conocido en mi vida; sabía hacerte reir siempre, y nunca más me han hecho ponerme colorada de esa manera. Cuando escucho "Dolores se llamaba Lola" me acuerdo de él. Luego llegó el "with or without you" y "suzie Q", hasta que las cambié por un verano de Planetas, "de viaje por el sol en una nueva dimensión". De lo que vino después tengo canciones para llenar un par de Cds: "Blackbird", "Easy", "rainbow" o "black star"; canciones que, todavía hoy, me duelen. Pero luego, para animar mi vida, llegó Suede. ¡Dios!¡Qué grandes momentos al son de la voz de Brett!
En pocas palabras, a veces me comunico a través de canciones. Con mi peke nos hemos dicho muchas cosas de esa manera, y todavía hoy sólo hace falta que una de las dos nombre una canción para que todo un raudal de recuerdos y sentimientos nos invada, y nos dé la risa; esa risa cómplice de la que muchos y muchas han sentido envidia insana (Dedicado a tí, peke: "Cuánto tiempo he perdido ahí afuera..."). Me encanta que alguien me entienda de esa manera...
Hoy entré en un bar. Allí estaba él. Nos guiñamos el ojo mutuamente, y a los 5 minutos estaba sonando "True love waits". No recuerdo nada de lo que me dijeron mientras sonó la canción.
¿Quizá debería preocuparme?

viernes, 29 de septiembre de 2006

Parejas y amigos

Cuando Carrie decide marcharse con el ruso a París creía que iba a recibir sólo entusiasmo por parte de sus amigas. Se marchaba a PARÍS, e iba con un hombre que parecía ser el adecuado, que parecía tratarla como ella se merecía.
Y entonces llegó Miranda...
Cuando Carrie tenía una relación tormentosa con Big (aunque creo que eso fue así desde que se conocieron) creía que iba a ser capaz de hacerlo cambiar de opinión con respecto a la vida, pero no a la vida en general, sino concretamente a esa vida que podían llevar juntos.
Y entonces llegó Miranda...
Hoy no quiero pensar en cúal de las dos al final tuvo razón, si es que alguna la tuvo.
Hoy se me da por pensar en cómo presentamos a nuestras parejas y nuestras amigas, y la influencia que eso tiene en nuestra relación con ambos.
Tenemos una tendencia innata la mayor parte de los seres humanos a ocultar, o mejor dicho retener, para nosotros todo aquello que nos hace feliz. Es como si nos diese la sensación de que hemos encontrado el secreto de la felicidad, y por ello tuviesemos que guardarlo celosamente por miedo a que alguien nos lo usurpe. (Aunque también podría pensar que en nuestro "colocón" de felicidad, las endorfinas han hecho que olvidemos todo lo demás). Lo cierto es que existe esa tendencia, independientemente de nuestras motivaciones.
Así, mientras somos felices con una pareja tenemos poca necesidad de contar detalles de nuestra felicidad. Sin embargo, es cuando las cosas empiezan a no ir tan bien cuando necesitamos hablar de ello con alguien que no sea nuestra pareja. Es cuando descubrimos manías, malos hábitos, o simplemente cuando las endorfinas te dejan pensar un poco y, curiosamente, la comunicación deja de fluir.
Si antes nos limitábamos a un simple "todo bien" o al "soy muy feliz", llegados a este punto nuestras peroratas parecen no tener límites. Y no hay nadie mejor para escucharnos en momentos como esos que un amigo. Exponemos a nuestras amistades y familia, en algunos casos, a lo peor de nuestras relaciones de pareja: a los gritos, a los silencios interminables, a los desplantes, a las caras largas, a los lloros, a los celos, a las dudas,...
Si es está la información que damos sobre nuestras parejas, amores, etc, ¿qué podemos esperar que opinen nuestro amigos de ellos? ¿Hasta que punto no somos nosotros culpables de una posible mala o inexistente relación entre nuestras parejas y nuestras amistades? Al fin y al cabo acabamos conociendo a las parejas de nuestros amigos, o acaban conociendo a las nuestras más por lo que nosostros decimos o mostramos que nos hacen sentir, que por lo que realmente son.
Y cuando finalmente se rompe es cuando en nuestra melancolía y nostalgia de amor somos capaces de hablar de los momentos felices.
Yo tengo un par de Mirandas en mi vida. Ellas saben quienes son.

lunes, 18 de septiembre de 2006

Adicta al romance

Hoy vi el último capítulo de Sexo en Nueva York. Ya lo había visto, pero no me pude resistir... A pesar de ser un final algo predecible, no deja de ser por ello un final perfecto, en mi opinión, claro.
Cuando Carrie deja al ruso le dice que ella está buscando el amor, un amor, dice, "arrollador e inadecuado". ¿Quién no busca una amor así? Dice también que quiere ese amor que dure para siempre, esa clase de amor tan trágico sin el cual no puedes vivir, sin el cual crees ahogarte. ¿Es ese el amor que nos merecemos? ¿Es ese el amor que nos hará felices?
También es cierto que no todos tienen ese tipo de necesidad de amor. No sé si es una cuestión de carácter, de madurez, de edad, pero lo cierto es que hay gente que necesita un amor más tranquilo y estable.
Yo creo que el perfecto amor, si es que existe, es aquel amor inadecuado que primero te arrolla y luego te ahoga, para de repente volverte a la vida, y convertirse poco a poco en ese amor tranquilo y estable, con la madurez propia de quien sabe donde está y lo que quiere. Y es eso por lo que creo que el final de la serie es perfecto.
Carrie viaja para descubrir que ese no es su sitio, que ya no quiere más aventuras, que sabe quién es, y con quien quiere estar. La pérdida de su collar es algo muy simbólico, casi metafórico. Carrie se pierde para volverse a encontrar. El final perfecto no es que acabe con Big; no es que Big le diga que "ella es la única". El final perfecto es que Carrie vuelve a su casa, vuelve a su hogar, New York, con su familia, sus amigas, de la mano de Big.
El amor no es sólo tener una pareja que te quiera y tú la quieras; el amor es algo parecido a lo que le dice Big a las chicas: "Vosotras sois sus grandes amores, y yo sólo aspiro a ser el cuarto, con vuestra bendición". Porque el amor no es completo si no tenemos con quien compartirlo y quien nos recuerde lo afortunados que somos por tenerlo.
Puede que, quizá, sea una avariciosa de amor. Yo prefiero pensar que soy adicta al romance, aunque prefiera disfrutarlo en dosis pequeñas. Me gustan todos esos preliminares estúpidos y tontos, propios de quinceañeros. Me gustan todos los juegos con los que se incia el cortejo: las miradas, los roces, las sonrisas, los celos, los miedos,... Me gustan los besos interminables que hacen que te tiemblen las rodillas, y que mientras me besan me acaricien la mejilla.
Aparentemente no son grandes cosas, y sin embargo, es lo más difícil de encontrar. Es esto lo que me gusta; es esto a lo que soy adicta.

martes, 12 de septiembre de 2006

Love sick

"Love sick" lo podemos traducir de dos maneras. Por un lado, de un modo muy literal, lo entenderíamos como "enfermo de amor". ¿Hasta que punto es esto cierto?
Ayer oí a un hombre hablar de una ex: "Estuve muy enamorado de ella". No había en su tono ni una pizca de nostalgia; ni siquiera un matiz de ternura, o incluso de rabia. Nada. Utilizó el tono más neutro del mundo. Mi tendencia, por ser mujer, es pensar que los hombres no tienen corazón y que todos son iguales; pero luego me paré a pensar un poco más. Eso era generalizar demasiado. ¿Acaso no hay mujeres sin corazón? Y empecé a recordar... He conocido a mujeres que, al igual que muchos hombres, se enamoraban una vez por semana. Es una modalidad vírica del amor.El amor como un virus; los hay, incluso, que duran 24 horas. Y como tal virus, hablan del amor como si fuese una gripe que acaban de pasar.
Así que, igual que con las enfermedades, hay gente que es más propensa al amor, y hay otra que está inmunizada. ¿Por qué? ¿Existe un factor genético?
Alguna vez me han explicado en qué consiste el proceso físico-químico por el que pasamos cuando nos enamoramos; es más, ese proceso y esa euforia en la que te ves envuelto tienen, por lo visto, fecha de caducidad. Siempre he intentado negarme a creer en afirmaciones como esa, porque puede que prefiera creerme frases como la de "Historias de Philadelphia": "Las mujeres son propensas al romanticismo". Puede que no todas, pero yo sí. Por eso me he negado a aceptar el hecho de que el amor es un proceso químico que ocurre en nuestro cerebro. Siempre he sido una crédula, y los años me han enseñado que a veces es mejor creer lo imposible que aceptar lo probable.
Puede que por ello esté condenada a sufrir una "larga enfermedad"; puede que "mi enfermedad" no se cure con paracetamol y líquidos...
Pero hay una segunda traducción para "love sick" y es "harto/a del amor". Es una traducción que no es tan literal, pero, en cualquier caso, no deja de ser curioso y a la vez significativo que esos dos sinificados se unan en una sola expresión.
A mí, mi enfermedad de amor me lleva a estar harta del amor.

sábado, 9 de septiembre de 2006

Compromiso

La fobia al compromiso siempre se ha asociado al llamado síndrome de Peter Pan; pero eso no es correcto, y yo soy la demostración empírica de ello.
Siempre se ha creído que la gente que tiene un cierto miedo a establecer cualquier tipo de compromiso vital es porque no quiere crecer. MAL. A mí me gusta crecer, y no a lo largo, ni mucho menos a lo ancho. Me gusta hacerme mayor, y adquirir una experiencia vital que me proporciona una mejor perspectiva de lo que me rodea, pero también, lo cuál me parece casi más importante, de mí misma. Creciendo es cuando vamos aprendiendo a conocernos, y es a través de ese conocimiento como aprendemos, a su vez, a interactuar con todo lo que nos rodea. Es maravilloso aprender día a día de tus propios errores. Es estupendo ver cómo medir tus propios límites, y conocerlos. Es decir, es genial superar la adolescencia y saber que como diría Frank Sinatra "the best is yet to come". Está claro, pues, que no sufro un síndrome de Peter Pan (por otra parte, mucho más común en los hombres; todo hay que decirlo).
Sin embargo, no soy un gran ejemplo de decisión y compromiso, y hace poco, leyendo una revista, descubrí que alguien fue capaz de expresar con palabras un comportamiento que siempre creí muy mío, y que, por lo visto, es muy universal. El artículo en cuestión versaba sobre la capacidad de decidir. Decidir implica algo horrible que es descartar. Decía el autor que las personas son indecisas por dos motivos, uno por miedo a equivocarse, o dos por el sufrimiento que provoca descartar opciones, lo cuál supone una pérdida. ¡Qué aliviada me sentí!¡Alguien me entendía!¡Lo que me pasa es explicable!¡Y es casi normal!
Una vez se lo intenté explicar a un amigo mío:
"Verás, cuando sabes lo que quieres es muy difícil encontrarlo. Piensa en un par de zapatos. Te imaginas durante un par de meses cómo son los zapatos que te quieres comprar; los que serán el par perfecto; los zapatos de tu vida. Puede que no sean los zapatos más cómodos del mundo, y ni mucho menos van a ser baratos; pero son los zapatos de tu vida. Vas de zapatería en zapatería probándote zapatos que se les parecen, pero no son exactamente lo que buscas. En el momento en que piensas que no los vas a encontrar te quedan dos opciones. Uno, desistes y te compras esos zapatos que no están mal de precio, son cómodos y te pegan con casi todo, pero no son los zapatos que tú querías en realidad. O dos, esperas y esperas y esperas, hasta que, a lo mejor un día tienes suerte. Tanto con una opción como con la otra te puedes quedar sin zapatos. Con la primera corres el riesgo de encontrar los zapatos de tu vida meses más tarde, y lo que sería peor, de rebajas. Con la segunda corres el riesgo de no encontrar nunca más esos zapatos que tan buen resultado te hubiesen dado. Porque, aún hay más, ¿y si encuentras los zapatos de tu vida, te los compras y resulta que al cabo de unos meses descubres que en realidad no te gustaban tanto, y que aun encima te matan los pies y casi no puedes caminar?"
Mi pobre amigo no supo que decirme; tanto zapato lo había vuelto loco, y hasta a mí esta analogía tan propia de Carrie me superó; pero tiene su lógica, ¿no?
A mi me pasa eso, con todo. A veces pienso en Big y creo que él es esos zapatos; pero luego fantaseo con conocer a Robbie Williams y, ¡oh Dios! ¿Perdería una ocasión como esa? Aunque creo que eso sería casi como comprarme unos zapatos tres número más grandes.
Además también creo que a Big le pasa exactamente lo mismo, aunque sólo con las relaciones personales, ya que en su trabajo es una máquina de tomar decisiones. Aunque fue él el que un día dijo que John Lennon decía que la vida es aquello que te pasa mientras estás ocupado haciendo planes... Toda una paradoja, ¿no?

sábado, 2 de septiembre de 2006

Cinismo

Resulta que tengo algo en común con Carrie, aparte de mi nuevo corte de pelo: me estoy volviendo una cínica.
Sabía que algo raro me estaba pasando, aunque no era muy capaz de identificar qué era exactamente.
Desde mi intento de apartar a "mi Big" de mi vida, poco ha pasado en materia de hombres. Hasta hace poco menos de un mes, me gustaba un chico. Y lo digo así porque fue tal cual. Me gustaba. No era una cuestión de sexo. Quería conocerlo más. Quería tener citas, que al fin y al cabo es cómo conoces un poco más a una persona, y no en sesiones de sexo semanal. Quería ir al cine, a un concierto, a cenar, a sitios dónde nadie nos conociese. Quería hacer propósito de enmienda, pues lo conozco desde hace algún tiempo, y desde luego no empezamos del mejor modo posible. Es un chico muy raro, aunque siempre estuve casi segura de que yo le gustaba. Pensé que sólo era tímido y que debía intentarlo yo. Algunas copas más tarde intenté hablar con él. Sólo salen estupideces de mi boca, e increíblemente, ¡a mí! se me acaban los temas de conversación. Las mejores conversaciones que hemos tenido han sido, claro, en estado sobrio. Han sido cortas, pero sinceras. El problema del que probablemente él no se ha dado cuenta, y no le culpo, es de que yo también soy tímida. Intenté hablar con él muchas veces, con diferente resultado; pero también intenté la técnica contraria, la más absoluta indiferencia. Soy muy cabezota, así que seguí probando, en diferentes estados etílicos, y comenzó a reaccionar, aunque no del modo que yo esperaba, sino más bien del contrario. Su tono empezó a adquirir un cierto matiz bastante borde; se metía conmigo (pero no se reía después...), etc. Creo que estaba empezando a considerar que soy una alcohólica ninfómana.
En el medio de todo esto conocí a otro chico. Alto, guapo, deportista, encantador y que a pesar de todo me dijo "me gustas", en un momento muy adecuado, pero no nos volvimos a ver. No me pidió el teléfono, y yo a él tampoco. Aunque, en mi línea habitual, le tuve que encontrar defectos del tipo "parece un poco infantil".
De todo esto ya hace un tiempo, y aunque a veces miro a alguno, enseguida se me pasa al recordar mis antecedentes.
Me aptecía mucho, muchísimo, encontrar a alguien encantador con quien pasear los domingos o ir al cine, en vez de hacerlo sola, para variar, pero se me ha pasado. ¿Es cómo la gripe?¿Como un catarro? Tenía ganas de mimos, y de tonterías; de peleas y reconciliaciones; del "estoy harta de ti" y del "no puedo vivir sin ti". Y de repente se me ha pasado. De repente, no me lo creo. De repente no me fío de nada, y creo que estar sola no está tan mal. Aunque no puedo ir a ver una peli de terror sola al cine, y me gustan... Pienso que todo esto va a estar bien para centrame en mi vida. Y estoy contenta y orgullosa. Y creo que el resto de la gente no sabe lo que se pierde al tener tan poco tiempo para sí mismos. Y frivolizo sobre mi vida, mi futuro o mis expectativas. Y me corto el pelo como Carrie. Y entonces Charlotte le dice a Carrie: "te estás volviendo una cínica"... Y pienso "es cierto". ¿En qué momento dejé de soñar con el amor?¿En qué momento me volví tan fría?¿En qué momento dejé de saber ser yo misma?¿Me habré convertido irremediablemente en una cínica?
Y entonces voy a un concierto y suena una canción. Me asaltan los recuerdos, y se me pone la piel de gallina.
Y entonces dos días más tarde recibo noticias de mi Big... ¿Hasta cuándo va a durar esto?¿Dejará de doler algún día?

miércoles, 23 de agosto de 2006

Ocupada viviendo

Tengo 27 años y todavía no he acabado mi carrera. Y no, no estudio una ingeniería, ni arquitectura, ni medicina, ni siquiera derecho; estudio una misera filología de cuatro cursos. La empecé cuando tenía 19, un año tarde porque me tomé un año para aprender inglés en Irlanda, aunque eso es otra historia... Ni siquiera quería estudiar eso. Siempre quise ser Traductora (además de escritora, claro). En aquel momento me pareció que era una buena opción: idiomas, literatura, ... parecía encajar en mi vida. Hoy por hoy es una tortura.
¿Por qué he tardado tanto?¿Es que no estudié lo suficiente?¿Acaso sufrí algún accidente que me dejó en coma un par de meses?No, nada de eso fue lo que pasó. Simplemente me aburrí, como siempre me pasa; me impacienté, también típico de mi carácter; y me dejé llevar por otras pasiones. En todos estos años, en los que nunca he abandonado la carrera del todo, me he independizado, he vivido con mi novio, he compartido piso dos veces y con dos compañeros de piso totalmente opuestos; he trabajado muchas horas; he sido pluriempleada y he estado en el paro. También me he deprimido para luego resurgir y tomar grandes e importantes decisiones en mi vida, como acabar la carrera; he dejado de fumar, y me propuse firmemente acabar con el pasado. He ganado amigos, y también he perdido alguno. He sufrido una pérdida enorme en mi vida: mi abuelo. He estado enferma, y también he cuidado de mi madre. He vuelto a Dublín y he conocido París.
Hoy vuelvo a vivir con mis padres, temporalmente, claro. Hoy sigo estudiando para terminarla, y esa es la única prioridad.
¿Me arrepiento? Nunca. El arrepentimiento es un sentimiento muy estúpido.
Ayer le preguntaban a mi madre si yo ya había acabado la carrera; le respondí: "Mamá, díle que he estado muy ocupada viviendo".
A juzgar por lo que he escrito así ha sido; y espero que terminar la carrera no me impida seguir haciéndolo, sino que me ayude a disfrutarlo más.

lunes, 21 de agosto de 2006

Todas tenemos un Big en nuestra vida

Todas tenemos un Big en nuestra vida del que nuestras amigas siempre nos previenen. "¿Te acuerdas de lo echa polvo que te quedaste la última vez?" es una frase que se repite intermitentemente a lo largo de nuestra vida.
Big es encantador. Tiene una vida excitante de la cual sabemos poco tirando a nada, lo que, por supuesto, la hace más excitante y misteriosa, y a él lo hace parece más encantador cada vez que se digna a compartir una milésima parte de ella con nosotras.
Big es divertido. A todo el mundo le gusta hablar con Big, y nosotras observamos extasiadas como fluye la conversación con todo el mundo menos con nosotras.
Big es elegante. Un día te sorprende diciéndote "Nena, hoy te voy a llevar de compras". ¡Oh Dios! Y el cielo se abre para nosotras al creer que nos vamos a convertir en una "preatty woman" moderna. Comenzamos la jornada. Mientras se dedica a mirar más ropa para él que para tí, nos deleita con comentarios del tipo de "es que eres tan poco femenina...", "no, pero tienes mucha personalidad...", "¿te vas a vestir así?¿Qué piensas que eres Björk?". Y nosotras, con esa estúpida candidez tan femenina pensamos: "Lo dice porque está loco por mi." Así que llegas a casa con una minifalda del ancho de un cinturón y unos tacones a los que sólo mirarlos te produce vértigo.
Big tiene éxito; tanto que no tiene un minuto para dedicarte a tí, y cuando lo tiene ahí estás tú, porque te has pasado semanas mirando al teléfono esperando a que sonase. (Tú, por supuesto, no lo llamas porque si lo haces vas a hacer que se sienta presionado y huya de tu lado...y eso no nos interesa).
Big tiene otras en su vida. Como lo intuyes, por no decir que lo sabes aunque prefieres ignorarlo, haces todo lo crees que ninguna otra le puede dar, desde ejercer de su exclusiva ama de casa, hasta darle masajes después de un día agotador, por no mencionar ponerte esa minifalda y esos tacones que tanto le gustaron para escuchar comentarios como "te están mirando todos, ¿no crees que vas un poco exagerada?".
Y es que Big es un inconformista. Hagamos lo que hagamos, Big nunca va a estar satisfecho.
Big está enamorado. Él y sólo él se puede dar el suficiente placer a sí mismo, y Big tiene una vida tan excitante que no hay cabida para nada más en ella. Nosotras estamos de paso, porque siempre aparecerá algo nuevo, más excitante; siempre llegará alguna otra que lo intente más, o que simplemente tenga otros recursos y habilidades.
Yo tengo un Big en mi vida. Y mi Big me dijo un día "Sé que no te haría feliz". Big le dijo eso a Carrie y, a pesar de todo, la ficción acabó como acabó. Y aunque la vida real es otra cosa, y aunque sé que un Big no es un dechado de virtudes, a veces todavía sueño que mi Big viene a buscarme y me dice "voy a intentar por todos los medio hacerte feliz".
Así de estúpidas somos las mujeres... o así de estúpida soy yo.

jueves, 17 de agosto de 2006

La importancia de las cosas

No he escogido el mejor día para comenzar con todo esto. Pretendía que fuese algo imaginativo, lleno de reflexiones sobre las relaciones interpersonales en clave de humor sarcástico, en el más puro estilo de esa heroína moderna que es Carrie Bradshaw. ¿Heroína?¿O quizás ególatra, neurótica, materialista, indecisa, y un largo etcétera de inmundos defectos?
Mi familia no se explica cómo puedo haberme enganchado a "esa serie" (utilícese un tono despectivo), y hasta hace un par de días yo tampoco me lo explicaba. ¿Qué hay de real en una serie como esa?¿Cómo puedo llegar a identificarme con ella?
A lo mejor es porque siempre he querido ser escritora, aunque no haya luchado lo suficiente por ello ni haya tenido la suficiente confianza en mis posibilidades.
A lo mejor es porque siempre he creído que la literatura, la bohemia o como quieran llamarlo, no está reñida con que tengas gustos caros; o porque también creo que no eres más superficial porque te guste usar tacones y maquillarte para salir de casa. La máscara de pestañas no me impide leer a Chomsky.
A lo mejor es porque yo, igual que Carrie, escojo mal a los hombres.
A lo mejor es porque, igual que Charlotte, quiero casarme y tener hijos.
A lo mejor es porque, igual que Miranda, quiero tener una vida profesional exitosa.
A lo mejor es porque, igual que Samantha...no, nadie es igual a Samantha.
Sí que tengo claro que en el siglo XXI en el que vivimos, los menores de cuarenta años hemos tenido que irnos a grandes núcleos urbanos para encontrar trabajo, o simplemente una vida que nos satisfaciese más. En ese contexto, nuestros amigos se han convertido en nuestra familia, en nuestro apoyo diario. Hemos creado vínculos muy extrechos con nuestras amistades a falta de otra familia.
¿Es eso lo que vemos en Sexo en Nueva York que hace que nos identifiquemos tanto? ¿O quizás es la búsqueda constante?
En la vida hay días para los Manhatans y Cosmopolitans, para los Malboro Lights, para los Manolo Blahniks, pero también hay días en los que saltas en la cama en mitad de la noche porque una amiga no puede dormir; hay días en los que acudimos en busca de un abrazo sin saber por qué; hay días en los que engañamos y nos engañamos; hay días en los que te sientes absolutamente perdida pero la llamada de una amiga que te necesita más de lo que te necesitas tú a ti misma lo cambia todo.
Hoy es un día de esos.