miércoles, 27 de diciembre de 2017

No le preguntes a nadie

Detrás de cada persona hay una historia que tú no conoces. Unas son más tristes que otras, o eso es lo que nos parece; pero son suyas, al fin y al cabo. 

No todos están preparados para compartirla contigo, o simplemente no quieren, ya que lo que vivimos y lo que sentimos es algo completamente nuestro. Por eso, cuando alguien decide regalarte su historia solo siéntete agradecido y escucha. No juzgues. No opines.

Así, no le preguntes a nadie si tiene hijos, o por qué no los tienen. No sabes qué historia se esconde detrás. No asumas que es una decisión egoísta de hacer lo que les dé la gana. Y si así fuera, no pienses que es egoísta. A lo mejor esa persona cree que lo egoísta es traer un hijo al mundo que nos ha tocado vivir; una sociedad viciada, sin valores, materialista y apurada en la que ni siquiera saben si van a poder darles el tiempo que un hijo necesita. O quizás a esa persona no le gusten los niños. Y no, no es egoísta. Como profesora que soy, os aseguro que pienso que ojalá más gente se lo pensara bien.

Otras veces, sin embargo, hay una historia más triste detrás. A veces no es una decisión personal, sino que es la vida la que decide por ti. Y duele. No le recuerdes a esa persona lo que no podrá tener. No asumas hechos, y no metas el dedo en la llaga. No le digas “A quien Dios no le da hijos, el Diablo le da sobrinos”, porque suena a castigo divino. 

Y sí, deliberadamente he hablado de personas porque los hombres también sufren esto; pero es cierto que nosotras tenemos un tiempo límite marcado. Personalmente, dejaría de llamarlo “reloj biológico” y pasaría a llamarlo “bomba biológica” porque un día te explotará en la cara, y desde entonces estarás caduca a los ojos de los demás. Y no, no es así. Nuestro propósito en la vida no se puede reducir a una función biológica. 

No es justo que tengas que explicar tus decisiones o tu vida (tanto si tienes hijos, como si no). Así que no lo hagas. No te expliques. No contestes. Tu dolor, si lo tienes, es tuyo, y si alguien es capaz de ignorarlo entonces no se merece tu historia.


Y si estás del otro lado, no preguntes; no asumas; no opines y no juzgues. Recibirás el mismo regalo a cambio, y puede que decidan compartir su historia contigo.