miércoles, 19 de agosto de 2009

Rock 'n roll




Después del parón vacacional, que al menos en mi caso nunca es muy vocacional (ya lo sé, chiste malo), he vuelto, y como este año no he hecho mis propósitos para el año nuevo el momento de inflexión y reflexión ha llegado con la época estival.


Ha sido ("está siendo" me parece muy optimista para el mal tiempo que hemos tenido en el noroeste peninsular lo que ha durado el verano), desde luego, un verano de los más raros que recuerdo. No sé si la inestabilidad atmosférica ayudó a potenciar mi inquietud, pero lo cierto es que a día de hoy, cuando casi lo doy por concluido, tengo que reconocer que siento cierto alivio.


El verano nos empuja al desorden vital. Comemos tarde y mal, nos movemos menos y salimos más (qué ironía, verdad?). A mí en verano me cuesta pensar, por eso del calor, de que me baja la tensión. Así que mi primera conclusión del verano, así a bote pronto, es que estoy deseando que se acabe y que llegue el frescor del otoño, y mi rutina anual, para poder quejarme de que no tego tiempo ni para respirar, pero al menos sentirme útil.


Pero no todas mis conclusiones han sido tan drásticas.


He vuelto a ir de viaje sola. Ha sido raro, porque no era lo que yo quería. Tenía planeado otro tipo de viaje, y a última hora las cosas salieron de otra manera. Me fui a un festival en otro pais, y para ello me pasé 10 horas en un autobús lleno de gente 10 años más jóvenes que yo que viajaban en pandilla y se quedaban en un hostal. Yo los escuchaba de vez en cuando e intentaba recordar si yo con esa edad había sido así de idiota...probablemente sí, concluí. Yo me fui a un hotelito con desayuno bufé, y en vez de agarrarme un par de pedos, me dediqué a hacer turisteo a 32º de calor, y, aunque descansé, llegué al festival con un considerable dolor de pies. Por un instante me sentí vieja y sola alli sentada con mi caña, y con una cierta melancolía de los días en los que hacía 6 horas de cola para poder estar en primera fila, y dejarme aplastar por una multitud enfebrecida. Pero sólo fue un instante. Con la primera canción de uno de mis grupos favoritos me di cuenta de que me hubiese arrepentido mucho si no llego a haber ido.


En el viaje de vuelta pude seguir reflexionando, a pesar del cansancio, y la verdad es que sé que vi e hice cosas que los pequeños grupos de adolescentes que viajaban en mi autobús no habrían hecho ni visto...Cada edad tiene sus cosas, no?


Eché de menos a mi hermano, la persona con la que había planeado el viaje, porque hubiesemos visto y hecho muchas cosas, pero también porque me hubiese arrastrado a primera fila, y porque él es tan fan de The Killers como yo.


Casi sin tiempo para recuperarme, vi, 2 semanas más tarde, a Bruce Springsteen... y me quedé sin palabras. Un viejo de 60 años me hizo emocionarme, saltar, cantar y pedir papas del cansancio y del dolor de riñones tras 3 horas y 15 minutos de concierto. ¡Vale cada euro que pagas para verlo!


Y otros quince días después me fui de botellón a un concierto en la playa. The Hives, en plena forma.


Y entre medias, he ido a verbenas, fiestas de pueblo, bares de pachanga y reggeton, y no pude llegar a mejor conclusión: Mi rollo es el rock. Llamadlo como querais: indie, pop, rock'n roll,... Me gusta enfundarme lo que yo llamo "mi uniforme de conciertos": vaqueros, all-stars, camiseta y cazadora con bolsillos, porque ese día el bolso se queda en casa. Me gusta mirar al escenario y sentir una envidia sana de los que están ahí subidos, y me gusta ver a alguno de ellos como un sex-symbol. Y me vuelvo a mi casa y sueño con el verano siguiente.


Así que, aunque ha sido un verano muy raro en el que he reflexionado mucho sobre mis relaciones personales y sobre el rumbo de mi vida, he afianzado ese sentimiento que, por pequeño que sea, me hace sentirme mejor conmigo misma.

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