martes, 19 de enero de 2010

Zapatos nuevos, zapatos viejos

Resulta que hace un tiempo le eché el ojo a unos zapatos nuevos. Son exactamente el tipo de zapatos que siempre me han gustado. Son el tipo de zapatos que hace tiempo dejé de buscar; pero un día, sin más, ahí estaban, enfrente de mí.

Ya no los necesito porque tengo otros zapatos más viejos que son muy cómodos porque los he ido moldeando a lo largo del tiempo. Esos zapatos viejos, aunque no siempre me parezcan los más adecuados, se amoldan bien a mi pie y no lo hacen sufrir demasiado.

Sin embargo, esos zapatos nuevos, aunque no puedo dejar de mirarlos cuando paso por el escaparate, tienen pinta de ir a hacerme daño. Puede que me hagan sentir bien un rato, por el brillo que tienen los zapatos nuevos o por el tacón que me hará sentir sexy, pero al final me harán daño.

Además, no quiero deshacerme de mis zapatos viejos mientras que todavía me hacen sentir bien.

Pero cuando paso por el escaparate y veo ese par de zapatos nuevos tengo la tentación de entrar y probármelos convenciéndome a mí misma de que no voy a comprarlos, sino que sólo es para hacerme una idea de cómo me quedan. ¿Para qué probármelos si no me los voy a quedar?

La tentación vive arriba...y la mía tiene forma de zapato

No hay comentarios: