lunes, 13 de julio de 2015

LA TÍA LAURA SE QUEDA A DORMIR

Por primera vez en años, incluso puede que en mi vida, me atrevo a compartir con vosotros una ficción escrita por mí. Hay una cuarta parte de esta historia que está inspirada en hechos reales, en una historia de esas que oyes sentada a una mesa. Espero que os guste....

La tía Laura llegó una mañana de mayo acompañada por parte de su prole. Algunos de ellos no pudieron
venir alegando problemas de salud varios o negocios por atender. A pesar de que ella había manifestado
su anhelo de estar con todos ellos en ese momento, algunos habían decidido que otros asuntos tenían
prioridad sobre el deseo expreso de su madre. La noche anterior, su sobrina Victoria, había recibido la
llamada de una de sus primas. “Vamos para allá. Preparadlo todo”. Victoria, muy diligentemente, llamó
a sus hermanos y consiguió tenerlo todo listo para la llegada de la familia. Estaba acostumbrada a lidiar
con este tipo de situaciones desde muy joven por lo que, a pesar del poco preaviso, no se le escapó ni un
solo detalle.
La familia llegó con caras circunspectas a la hora indicada, ni antes ni después. Sin embargo, Victoria se
preguntaba si dicho semblante se debería a la situación en sí, o a los inconvenientes que conllevaba. Sus
sospechas se vieron confirmadas cuando uno de sus primos preguntó con ansia “¿A qué hora termina este
circo? Tengo que coger un avión de vuelta esta noche y no quiero perderlo”. Todos esos años después no
dejaba de sorprenderla el poco tacto que su familia mostraba. Quería a su tía Laura y si lo había
organizado todo y se quedaba con ella era en pro de un afecto verdadero.
La ceremonia duró más de lo deseado, y Victoria tuvo que despertar de un codazo a uno de sus primos
tras un sonoro ronquido. Su hermana pequeña, sentada a su derecha, no parecía inmutarse ante el
comportamiento de sus familiares. Uno a uno fueron saliendo envueltos en una creciente cháchara a un
volumen impropio del acto al que acababan de acudir; y ya en la puerta sus primos empezaron a
despedirse con las excusas más peregrinas. Por fin, llegó el último de ellos. “Y bien, ¿quién se queda con
mamá? Nosotros tenemos que volver volando a nuestras rutinas”. Victoria y su hermana se miraron. La
primera atónita, la segunda implorando. “La tía Laura siempre te ha querido más a ti….”. Sin darle
tiempo a responder, su primo ya se había ido a por la tía Laura. “Está en buenas manos” Y cuando se
quiso dar cuenta estaban ellas dos solas.
Condujo todo el camino a casa en silencio con la tía Laura en el asiento de al lado. De vez en cuando la
miraba de reojo, pero no creía que hablar fuese lo más apropiado. Además, no tenía nada bueno que decir
y notaba una ira creciente subiéndole por el estómago. “Prepararé algo de cenar al llegar a casa”. No
tenía ganas de cocinar pero la angustia se había transformado en hambre, así que se hizo algo sencillo y
puso la mesa. Antes de empezar a cenar miró al otro lado de la mesa donde estaba la tía Laura. “Rezo
cada día por que mis hijos no se comporten así el día que yo me muera”. La urna metalizada que había
al otro lado de la mesa sólo le devolvió un reflejo. En ella, una plaquita rezaba “Laura Fernández García.
Devota madre”.

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