martes, 22 de enero de 2019

Romances pasados


Todavía hoy me pregunto si algunos de ellos me quisieron o simplemente me desearon. No me cabe duda de que no piensan mal de mí, pero no soy capaz de ver más allá de eso.  ¿He sido la mujer que casualmente apareció en el momento adecuado o, por el contrario, vieron algo más que no fueron capaces de hacerme ver o que yo no supe entender?

Aunque casi ninguno de ellos ha desaparecido totalmente de mi vida, fueron ellos los que decidieron desvanecerse en algún momento, aunque fui yo la que decidió no dejarlos volver mucho más lejos de alguna noche de copas y cama, en algún caso, y en otros casos de una cordialidad no fingida, al menos por mi parte.

A pesar de mi proclamado mal gusto para los hombres, desde una serenidad que los años y la convalecencia solo pueden otorgar, creo poder decir que, salvo contadas ocasiones, no he salido tan mal parada y que me he encontrado a buenas personas por el camino. Tal vez no fuera el momento adecuado, o tal vez no fuéramos las personas adecuadas los unos para los otros; pero lo único que he sentido dañado en los momentos en los que esas personas han caminado en otra dirección ha sido mi ego.

Ese ego que nos hace creernos tan especiales, tan únicos, nos impide ver lo que realmente somos, lo que realmente necesitamos y lo que realmente queremos; y por supuesto, si no podemos ver más allá de nosotros mismos, ¿cómo lo vamos a hacer más allá de otras personas?

Y nuestro ego, alimentado por los que nos quieren, crece a golpe de no te merece, no sabe lo que se pierde, “¿Cómo va a pasar de alguien como tú? o es un imbécil; cuando deberíamos estarnos preguntando otras cosas: “¿Eras de verdad lo que yo quería?, “¿Eras de verdad lo que yo necesitaba?, “¿Realmente nos podríamos haber hecho felices el uno al otro?.

Nos regodeamos en las miserias de nuestro ego herido y nos convertimos en espíritus oscuros llenos de rencor y miedo a pasar tiempo solos. Y es nuestro ego el que nos hace pensar que por qué si todo el mundo tiene pareja tú no. No se nos ocurre pensar que esas parejas puede que ni siquiera sean felices; que puede que no sean buenos el uno para el otro; que puede que solo estén juntos por no ver la tele solos o para compartir gastos de una casa que no es un hogar.

Y cuanta ironía hay en creerte tan especial y único y, aún así, querer lo mismo que todos los demás

Aunque no sepa si me han querido o deseado, sí que sé lo que yo he querido y lo más importante, cómo. Aunque no hayan parecido adecuados; aunque hayan alimentado la creencia propia y ajena de que tengo mal gusto para los hombres; aunque no haya durado y aunque ahora vea la televisión sola, he querido de una manera carente de ego, no solo viendo a la persona que tenía enfrente, sino también viendo la persona que me hacían ser. He querido con la certeza de saber que no eran una necesidad en mi vida, sino una elección (mejor o peor, a gusto del lector) mutua, y que duraría siempre que ambos lo viésemos así.

No voy a mentir; en esas relaciones algo más que mi ego salió malparado pero es un precio que estuve dispuesta a pagar.

No hay comentarios: