domingo, 7 de julio de 2019

Que te quieran bonito

Más tarde o más temprano en tu vida tomas consciencia de la futilidad de la vida, pero a diferencia de lo que nos planteamos cuando somos más jóvenes, el carpe diem y el "muere joven y deja un hermoso cadáver" ya no son respuestas válidas (bueno, habrá gente para la que sí). Se trata de un momento de casi clarividencia en el que sabes que tienes que parar y hacer una reflexión muy profunda del pasado, el presente y el futuro; y no, no puedes evitar ninguno de ellos. Y ahora que lo pienso, puede ser que Dickens estuviese pasando una crisis de la mediana edad cuando escribió el Cuento de Navidad.
El pasado no lo puedes cambiar. Es un hecho. Pero para entender a la persona que eres ahora y moldear a la que quieres ser en el futuro tienes que comprenderlo y aceptarlo. Y no es una tarea fácil. Aunque siempre he sido defensora de no arrepentirme de nada de lo que haya hecho, hay momentos en los que pienso cómo habría sido mi vida si hubiese tomado otras decisiones y hecho otras elecciones. El otro día, alguien que me quiere mucho me dijo que era una pena que yo hubiese decidido no ser madre porque habría sido una magnífica. Yo quería ser madre joven y quería tener tres hijos durante toda mi veintena, así que le respondí: "Yo no lo decidí. Simplemente no pasó. Pero no me siento incompleta, ni siento que fuera mi misión en la vida. Y si lo pienso sé que fue mejor así porque no habría sido con una persona con la que hubiese podido lidiar el resto de mi vida." ¿Y si hubiese elegido otras personas? ¿Y si hubiese sabido cortar a tiempo con lo que no iba a ninguna parte? Y si... Y si...
Y llegamos al presente y dejas el "y si..." y te centras en el "¿Por qué?". ¿Por qué escojo lo que escojo? ¿Por qué decido lo que decido? En los últimos meses he llegado a una conclusión dolorosa con respecto a mí misma: "No sé lidiar con mis emociones." No sé manejar el estrés. No sé encajar las críticas sin hacerme daño. No estoy segura de lo que siento ni de por qué lo siento, y me acongoja. Pero sí que estoy segura de una cosa con respecto a mis sentimientos: quiero bonito. Quiero de una manera limpia y sin dobleces. Quiero sin letra pequeña. Quiero sin acuerdos ni condiciones. Quiero de una manera casi desinteresada. Y digo casi porque yo también quiero que me quieran bonito.
Y pensaréis ¿quién no? Pues hay gente que no está preparada para que los quieran bonito, porque para eso tienes que estar seguro de que es el amor que te mereces y el que estás dispuesto a dar.
Soy una cursi. Una tía lógica que se ha liado la manta a la cabeza mucho más de una vez por amor, y que además, cree firmemente que lo volvería a hacer una y mil veces por todas esas veces que he sentido que me querían bonito, durase más o durase menos.
Por eso, si os aprecio u os quiero de alguna manera os deseo eso: que os quieran bonito. Deseo que os sonrían con los ojos. Deseo que os hagan reír hasta que os duela la barriga porque sí (porque no hay motivo mejor). Deseo que os den el abrazo que necesitáis cuando lo necesitáis. Deseo que vean todo lo bueno y lo malo que tenéis y, aún así, os sigan queriendo bonito.
¿Y el futuro? El futuro depende de lo muy bonito que te quieras a ti mismo.

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