miércoles, 13 de diciembre de 2006

Culpas

El mejor recuerdo que conservo de mi abuelo paterno es de cuando me llevaba siendo muy pequeña a ver los trenes. Me gustaba ver a la gente que entraba y salía de la ciudad. También recuerdo cómo pretendía enseñarme a nadar a base de tirarme a la parte profunda de la piscina con una burbuja de poliespán enganchada en mi espalda. Sólo consiguió que tragase mucha agua y que tuviese miedo, casi de por vida, a nadar en donde no hago pie. Soy su niña, su favorita, y aún recuerdo, casi con espanto, cómo le dijo una vez a "áquel que no debe ser nombrado" que me cuidase bien porque "es lo más bonito que tengo", dándole así el visto bueno y su beneplácito. Mis recuerdos de él se reducen básicamente a eso. Me daba un paga semanal, y cumplió algún capricho mío llegando a enfrentarse a mi madre. Sé que es un hombre bueno y honesto, y sé que me quiere, y mucho; sé que ha sido un hombre muy trabajador además de un buen futbolista.
De mi abuelo materno tengo tantos recuerdos que no soy capaz de ordenarlos. Desde los primeros cuentos que me contó, o las primeras películas que vimos juntos, a los viajes que hicimos. Me volvía loca. Él siempre quería salirse con la suya, y yo soy igual. A mí me lo permitía. Con él subí por primera vez a un avión, visité Sevilla, Gibraltar, Ciudad Rodrigo y Lisboa. Él me habló por primera vez de la materia gris de Hercules Poirot, de los Reader´s Digest, y me llevaba a comprar libros. Se sentaba conmigo y me preguntaba por mi vida, a pesar de que mamá ya le hubiese contado casi todo; me preguntaba por mis sentimientos, por mis expectativas, por mis sueños,... Y aunque él muchas veces también me tiró al mar con muchas olas siempre me decía que no tuviese miedo porque él iba a estar allí para salvarme.
Mi abuela materna nunca ha estado. La conocí muy tarde, y nunca ha mostrado un interés real por mí. Sin embargo, mi abuela paterna es mi segunda madre. Igual que ella, me levanto por las mañanas demasiado dormida y no me gusta que me despierten. Mi abuela tiene una sensibilidad distinta a todas las mujeres de su tiempo; era una adelantada a la que las circunstancias la dejaron atrás. Por ella me sé el estribillo de un montón de coplas; por ella tengo un amor tremendo por los animales, y sé cómo tratarlos. Con ella me ha gustado ir al cine, al ballet o a la ópera. Cuando era una niña me cantaba "Chiquitita" de ABBA (puede que de ahí mi gusto por el disco-pop). Con ella puedo estar horas sin decirnos nada y sentirme en casa. Sé hacerla reir.
Puede que por todo esto, cuando tenía 4 años le dije a mi madre que no entendía como mi abuela paterna y mi abuelo materno no estaban juntos. Me parecían la pareja perfecta.
Sabemos por qué queremos a alguien o no, y sabemos que, a pesar de que no está bien, tenemos nuestras preferencias. Ya sabes, esa estúpida pregunta que se les hace a los niños, y a la que, a su vez, se les enseña a contestar: ¿A quién quieres más, a mamá o a papá? Y si bien en muchos casos es cierto que no queremos a uno más que al otro, sí que es cierto que se tiene más afinidad con alguno de los dos. Y es ahí donde empieza la culpa; cuando pensamos que no queremos tanto a alguien que nos quiere mucho; cuando no comprendemos a un amigo que busca comprensión; cuando no podemos dar más de lo que podemos ofrecer.