lunes, 11 de mayo de 2009

En línea recta

Cuando estás en una relación hay días en los que puedes ver como la pasión se te escapa entre los dedos. Y es que por mucho romanticismo que le queramos poner al asunto todos tenemos una rutina, y además, los años los notamos todos.
Cuando empezamos una relación todos respiramos amor, y le robamos tiempo a lo que haga falta para poder sumergirnos un rato más en nuestra burbuja bi-personal. Arañamos unas horas del sueño para poder disfrutar del sexo hasta altas horas de la madrugada. Y es que en esos momentos cualquier momento es bueno...pero es mejor si sabemos que deberíamos estar haciendo otras cosas. Parece como si enamoramiento e irresponsabilidad viniesen de la mano. Llegamos tarde al trabajo, no nos concentramos, miramos el reloj continuamente, pero nada de eso importa porque la sonrisa que nos da la vuelta a la cabeza varias veces, y el rubor en las mejillas sumado a la maraña de pelo que llevamos en el cogote delatan que hemos disfrutado de un polvo matutino, así que nos sentamos en el trabajo pensando que todo el mundo nos mira y nos envidia.
Poco a poco vamos haciendo pequeñas concesiones a nuestro cuerpo y a nuestra mente.
Un día notamos que dormir menos de 5 horas todos los días de la semana y ser persona no son compatibles, así que empezamos a marcar límites y empezamos a decir que no. Normalmente suele darse el primer paso después de un día de trabajo agotador, que ha sido todavía peor por haber dormido 4 horas. Te reunes con tu "amorcito" y descubres que lo que antes era una mirada seductora se ha convertido en un par de ojos engullidos por las ojeras. Os miráis y os sonreis. Pero en el fondo los dos estáis pensando en lo mismo: "Esta noche no, por favor. Quiero dormir". Evidentemente, ninguno de los dos dice nada en ese momento. Os vais a casa, derechos a la cama pero no porque ardáis en deseos lujuriosos, sino porque lleváis soñando con dormir desde que os levantásteis. Normalmente os animáis a vosotros mismos pensando: "Seguro que un poco de pre-calientamento y me enciendo...". Por supuesto, no funciona.
Por fin, uno de los dos se atreve: "¿Te importa si lo dejamos para mañana?Un polvo matutino antes del curro...". "¡Me parece fantástico!", dice el otro sin poder controlar la emoción.
A la mañana siguiente, os quedáis dormidos de lo exhaustos que estábais así que ni polvo matutino ni hostias, toca salir pitando al trabajo.
Y así llega la rutina....
Por fin llega la calma...
Te sientes como cuando la montaña rusa aminora su ritmo en una recta. Es así de exacto: estás en una recta. ¡Ah!¡Qué bendición! Después de tanto frenesí...
Y aprendes a reconocer la bueno de estar en una recta. A disfrutar del paisaje y de ese nuevo ritmo vital que te deja espacio para muchas más cosas. Descubres que el romanticismo no es un maratón sexual, sino que es una sucesión de pequeños gestos cotidianos. Te relajas y te sientes más tú misma. Ya no se trata de demostrar que eres la más sexy del mundo poniéndote tacones imposibles y modelitos que te hacen sentirte un tanto ridícula sólo porque a él le gusten, sino que eres la más natural, y descubres que te encuentran sexy en chándal. Y el sexo deja de ser como el Operación de MB, ya sabes: aquí sí, aquí ERRRRR; sino que ya vamos a tiro fijo.
Y aunque a veces suspiramos por esos días del principio, sabemos que no volverán, o al menos no de esa manera.
La gente que lleva mucho tiempo en una relación asegura que son rachas, y que en el momento más inesperado te encuentras como si fueses una colegiala de nuevo.
No puedo olvidar una frase de una amiga que me contaba que un día se encontró por casualidad con su novio en el medio de calle: "Me dio un vuelco al corazón y me temblaban las piernas!". Llevaban 6 años juntos.

No hay comentarios: