miércoles, 10 de diciembre de 2014

La experiencia es un grado

No creo que existan más de 4 etapas en la vida: naces, creces, te reproduces (opcional) y mueres. Exactamente igual que las cucarachas. Así que cuando alguien me dice "es que estoy en otra etapa", salvo que se haya reproducido (cosa que yo no he hecho) que entonces sí que le puedo dar la razón, me dan ganas de decirle "crecer no vas a crecer más....así que sólo te queda reproducirte o morirte". Parece que porque "estén en otra etapa" han subido un escalón por encima del tuyo. Pues no señores. No están en otra etapa; sólo es una excusa para sentirse superiores a los demás. Craso error.

Personalmente prefiero llamarlos momentos. En la vida pasas por momentos, que además se pueden volver a repetir. Y es que no podemos negar la estupidez humana. Es completamente intrínseco. Tropezar con una misma piedra en más de 15 ocasiones está en nuestra naturaleza humana. Y no hay que darse de cabezazos por ello, sino que simplemente debemos aceptarlo. Caerás, y lo sabes, pero dependiendo del momento de tu vida lo llevarás mejor o peor.

Pero una cosa sí que es cierta: la experiencia es un grado. Y es que sabe más el Diablo por viejo que por Diablo. Alguna cosa sí que aprendemos. Poco, pero suficiente. Aunque también depende del momento de nuestras vidas en que estemos. Así que cuando el otro día una amiga bastante más joven que yo me preguntó si las cosas con los hombres mejoraban con los años, rotundamente le dije que no. "Te quedarán un buen número de amigos-tíos y muchas historias que contar. Y eso ya es bastante bueno". 

Y es que a lo mejor en otro momento de mi vida hubiese sucumbido a la idea de que soy la única de mis amigas que está desparejada, hubiese aceptado mi destino de convertirme en la "loca de los gatos" y estaría adoptando a mi tercer gato, dramatizando, cual Bridget Jones, con que iba a acabar devorada por ellos en el suelo de la cocina. Pero ese no es el caso. Ahora mismo soy capaz de disfrutar de las cosas como vienen.

Hubo un tiempo en el que dramatizaba mucho más. Cualquier cosa era motivo de depresión más absoluta. Pero bueno, era joven, inexperta y a medio camino entre hippie e indie, casi como un emo. Y escuchaba música que ayudaba a que mi estado de ánimo se mantuviese de esa manera; y era tan calimero que sólo me faltaba el huevo en la cabeza. Luego hubo momentos de paz y felicidad y a continuación más drama, aunque esta vez algo más fundado.

Será que ya no tengo tiempo, aunque me inclino por pensar que no tengo ganas de complicarme en materia sentimental, ya que en el resto de aspectos voy servida. La vida es mucho más simple así. Haces lo que quieres, cuando quieres o si puedes, porque recibir un no como respuesta ya no supone un trauma, ya que sabes que las oportunidades van y vienen, y verlas sólo depende de lo receptiva que estés. Así que ya no te quedas en casa viendo películas ñoñas, en bata y comiendo helado, porque eso sólo lo puede hacer alguna actriz famosa y super guapa que luego siempre tiene la suerte de que el hombre de su vida le llena la casa de flores, y va en limusina a buscarla mientras suena La Traviata. Señoras y señoritas, a nosotras NO. Nosotras cuando tenemos un día así, si pasas de los 30 con o sin hijos pero con la dignidad semi-intacta, te vas a la peluquería, y te haces una manicura y te depilas (ya si tenéis la suerte como yo de que la peluquera sea una de tus mejores amigas, matas más de un pájaro de un tiro), te compras un vestido que te quede de infarto, te pintas la pestaña y te das una vuelta con tus amigas, y hacéis un bonito aquelarre (queridos, si os pitan los oídos ya sabéis por qué es).

De hecho, el último aquelarre fue improvisado en la cabina de estética de la peluquería en la que trabaja una de mis mejores amigas y a la que fui con otra. Entre ouchs y ays nos pusimos al día de nuestras vidas, y en lo que estábamos de acuerdo las tres es la naturalidad con la que nos tomamos las cosas a día de hoy. Da igual si es bueno o si es malo. Es como si nada fuese lo suficientemente sorprendente y lo viésemos venir.

Son las ventajas de tener más de 30 años y que no tengas miedo a que se te pase el arroz. He apagado el tic-tac, así que no hay prisa para nada. Sabes que tendrás días malos, incluso negros, en los que te preguntes qué has hecho para no "tener suerte". Es tu día calimero y puedes permitírtelo, porque sabes que si no es al día siguiente, será otro en el que te levantes y te digas "Bah, pero si adoro mi vida como es. Sin pedir ni dar explicaciones." Sabes también que a todo cerdo le llega su San Martiño y algún día las darás y las pedirás, pero hasta que ese día llegue, qué coño, como lo vas a disfrutar.

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