viernes, 16 de abril de 2010

Los misterios de la convivencia con los hombres (I)

Convivir con un hombre es una experiencia mágica; y lo cierto es que no es metafórico...Es completamente literal.
Ya comenté en mi post de la lavadora el mágico hechizo número 1: "el cubo mágico" (para los que no os acordéis...ese maravilloso cubo en el que, un buen número de hombres que conviven con mujeres en distintos grados de parentesco, meten la ropa sucia un día y "mágicamente" aparece limpia, planchada y doblada en el armario días después).
Pero hoy os hablaré del hechizo número 2: La bolsa de basura invisible.
Como Harry Potter, parece que estos inventos de plástico utilizasen una capa de invisibilidad para desaparecer únicamente cuando un hombre pasa por delante. ¿Qué extraño criterio de selección siguen estas malévolas bolsas?
Parece que el misterio no se queda ahí. Por lo visto una bolsa de basura huele peor cuando hay una mujer cerca. O eso o los hombres tienen capacidades para taponarse ellos mismos la nariz que nosotras desconocemos, y que, por favor, si es así, solicito imperiosamente que algún alma caritativa me enseñe cómo hacerlo.
Lo cierto es que cuando limpiamos vamos sacando las bolsas de basura a una zona cercana a la puerta para acordarnos de bajarla a la calle. No he convivido con muchos hombres, pero sí con los suficentes como para verlos ignorar continuamente la presencia de dicha bolsa.
He llegado a ponerla en el medio y medio de la puerta para ver qué hacía mi novio... Salta por encima de ella como si no estuviese allí. Y cuando le pregunto más tarde, siempre me contesta lo mismo: "No la vi". ¿Cómo es posible? A veces hay hasta tres bolsas llenas, y juro que alguna desprende olor, esperando por él en la puerta, y él ni las ve ni las huele. Finalmente le digo que voy a bajarlas yo (Nota aclaratoria: vivimos en un cuarto sin ascensor que es como un sexto...nadie quiere bajar y subir las escaleras para tan poco tiempo, a no ser que seas un vigoréxico), y me dice: "No, deja cariño, que ya las bajo yo mañana cuando me vaya a trabajar". Soy una ingenua y siempre lo creo; pero por la mañana, esas bolsas malvadas cogen su capa de invisibilidad de nuevo y desaparecen del mapa de nuevo.
Mi madre que es como el Diablo y sabe mucho, hace años que ha simplificado la tarea, y le pega un grito a quienquiera que pase por la puerta: "Bájame la basura, gracias".
Supongo que aún me queda mucho por aprender, pero ya he aprendido la lección más importante: "¡Múdate de piso! A este no sube nadie que luego me quiera bajar la bolsa de la basura...

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