domingo, 17 de febrero de 2013

Life is what happens to you while you are busy making plans

Ahora que estoy tan metida en mi papel de cínica os diré que no siempre fui así.

De todas mis amigas yo era la más romántica (con permiso de Vero); la que creía en el amor verdadero, en el amor para siempre, en el cuento de la Cenicienta y en el de La Bella Durmiente. Era la que tenía claro que, a pesar de mi ateísmo, quería casarme y tener hijos. Quería ser madre joven porque decía que es cuando tienes más energía, y que además luego de que tus hijos crezcan y hagan su vida, aún te ves con la vida por delante. Quería tener 3: dos niñas y un niño (Como si pudiese escoger....), porque quería que creciesen independientes y que aprendiesen a contar los unos con los otros. Sabía que sería una madre estricta pero cariñosa; que los querría por encima de todo, pero que no por ello les iba a consentir, ya que eso no es bueno para ellos. 

Ninguna de mis amigas se planteaba esas cosas. O si lo hacían, lo veían como algo muy lejano. Incluso como algo que hay que hacer en la vida: Tener un hijo. TICK.

Muchas cosas han pasado desde entonces. Algunas buenas. Algunas no tanto. El amor ha venido y ha salido de mi vida un par de veces. Pocas, pero las suficientes como para replantearme mi visión tan Disney de la vida y del amor. No quiere decir, sin embargo, que me haya vuelto tan cínica como para no creer que el amor existe. No me he vuelto nihilista. Pero sí que he aprendido sobre la caducidad de las cosas. No siempre ocurre, pero muchas veces sí. Así que ahora soy más práctica. Ahora sí que vivo un carpe diem real y no el que creía vivir con 20 años.

No sé cómo ocurrió, ni por qué, pero un día dejé de querer casarme. "Sólo complica las cosas a nivel práctico, y a nivel emocional no lo necesitas", fue mi conclusión. Y casi lo mismo ocurrió con la idea de tener hijos. Decidí que para mí era más importante sentirme satisfecha como individuo de otra manera primero. Necesitaba triunfar de otra manera para saber que, si en un futuro tenía hijos, no sólo tendría un sustento para ellos, sino que también tendría un trabajo del que me sentiría muy orgullosa y que llenaría otras ambiciones que, para mí, no suple la maternidad. Pero como mujer que soy tengo ese dichoso tic tac que me persigue: "Te estás haciendo mayor. ¿Podrás tener hijos más adelante? Nunca vas a encontrar el momento adecuado...." Y me dije: ¿Y qué? ¿Es tan horrible que nunca tengas hijos propios? Siempre puedes adoptarlos. Y así zanjé el tema, y me centre sólo en el trabajo.

Ahora mis amigos se casan; tienen hijos. Y la gente que hace años que no me ve me pregunta: ¿Qué tal? ¿Te casaste? ¿Tienes hijos? No. Cara de pena inmediata. Antes me defendía y decía: "Tengo un negocio". Más cara de pena, después de hacerme un escaner en búsqueda de algo que les diga que soy rica y no encontrar nada.

Disfruto mucho siendo la tía de todos los hijos de mis amigos. De mi Clary en especial; aunque la vea poquísimo últimamente. De Marta, la niña más risueña que he visto. De mi próximo futuro sobrino/a postizo/a. Quiero verlos crecer felices y contentos y sabiendo que siempre pueden contar con la tía Ju.  Y con eso me basta.

No era así como había planeado mi vida, pero es que como decía John Lennon, la vida es aquello que te pasa mientras estás ocupado haciendo planes.

Eso sí, planeo trabajar a este ritmo no demasiado tiempo, porque si no ni planes ni vida, ni tía Ju.

1 comentario:

Veronica Toranzo dijo...

;-). Da gusto leerte,espero leer alto de ficcion algun dia. La Vida nos ensena tantas cosas... Que aventura!