sábado, 9 de septiembre de 2006

Compromiso

La fobia al compromiso siempre se ha asociado al llamado síndrome de Peter Pan; pero eso no es correcto, y yo soy la demostración empírica de ello.
Siempre se ha creído que la gente que tiene un cierto miedo a establecer cualquier tipo de compromiso vital es porque no quiere crecer. MAL. A mí me gusta crecer, y no a lo largo, ni mucho menos a lo ancho. Me gusta hacerme mayor, y adquirir una experiencia vital que me proporciona una mejor perspectiva de lo que me rodea, pero también, lo cuál me parece casi más importante, de mí misma. Creciendo es cuando vamos aprendiendo a conocernos, y es a través de ese conocimiento como aprendemos, a su vez, a interactuar con todo lo que nos rodea. Es maravilloso aprender día a día de tus propios errores. Es estupendo ver cómo medir tus propios límites, y conocerlos. Es decir, es genial superar la adolescencia y saber que como diría Frank Sinatra "the best is yet to come". Está claro, pues, que no sufro un síndrome de Peter Pan (por otra parte, mucho más común en los hombres; todo hay que decirlo).
Sin embargo, no soy un gran ejemplo de decisión y compromiso, y hace poco, leyendo una revista, descubrí que alguien fue capaz de expresar con palabras un comportamiento que siempre creí muy mío, y que, por lo visto, es muy universal. El artículo en cuestión versaba sobre la capacidad de decidir. Decidir implica algo horrible que es descartar. Decía el autor que las personas son indecisas por dos motivos, uno por miedo a equivocarse, o dos por el sufrimiento que provoca descartar opciones, lo cuál supone una pérdida. ¡Qué aliviada me sentí!¡Alguien me entendía!¡Lo que me pasa es explicable!¡Y es casi normal!
Una vez se lo intenté explicar a un amigo mío:
"Verás, cuando sabes lo que quieres es muy difícil encontrarlo. Piensa en un par de zapatos. Te imaginas durante un par de meses cómo son los zapatos que te quieres comprar; los que serán el par perfecto; los zapatos de tu vida. Puede que no sean los zapatos más cómodos del mundo, y ni mucho menos van a ser baratos; pero son los zapatos de tu vida. Vas de zapatería en zapatería probándote zapatos que se les parecen, pero no son exactamente lo que buscas. En el momento en que piensas que no los vas a encontrar te quedan dos opciones. Uno, desistes y te compras esos zapatos que no están mal de precio, son cómodos y te pegan con casi todo, pero no son los zapatos que tú querías en realidad. O dos, esperas y esperas y esperas, hasta que, a lo mejor un día tienes suerte. Tanto con una opción como con la otra te puedes quedar sin zapatos. Con la primera corres el riesgo de encontrar los zapatos de tu vida meses más tarde, y lo que sería peor, de rebajas. Con la segunda corres el riesgo de no encontrar nunca más esos zapatos que tan buen resultado te hubiesen dado. Porque, aún hay más, ¿y si encuentras los zapatos de tu vida, te los compras y resulta que al cabo de unos meses descubres que en realidad no te gustaban tanto, y que aun encima te matan los pies y casi no puedes caminar?"
Mi pobre amigo no supo que decirme; tanto zapato lo había vuelto loco, y hasta a mí esta analogía tan propia de Carrie me superó; pero tiene su lógica, ¿no?
A mi me pasa eso, con todo. A veces pienso en Big y creo que él es esos zapatos; pero luego fantaseo con conocer a Robbie Williams y, ¡oh Dios! ¿Perdería una ocasión como esa? Aunque creo que eso sería casi como comprarme unos zapatos tres número más grandes.
Además también creo que a Big le pasa exactamente lo mismo, aunque sólo con las relaciones personales, ya que en su trabajo es una máquina de tomar decisiones. Aunque fue él el que un día dijo que John Lennon decía que la vida es aquello que te pasa mientras estás ocupado haciendo planes... Toda una paradoja, ¿no?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sólo hay algo con lo que no estoy de acuerdo(¡qué esperabas de mí¡). Y es que esta teoría está planteada desde la idea de que sólo existe, como tú dices, "un Big"; y esta regla nos llevaría a pensar que sólo hay una oportunidad, es LA oportunidad, para cualquier cosa que uno se proponga en la vida. ¿Y no te parece esto muy deprimente al tiempo que increiblemente osado? ¿Cómo es posible saber a estas alturas que sólo hay UN/EL Y UNA/LA? No estoy de acuerdo, no puedo estarlo. Y no porque no quiera creeerlo, sino porque lo he vivido. He estado allí, en mi vida, cuando creía haber encontrado al/un, y no fue así, y sobreviví. También creí que era LA en primer trabajo en Madrid, y no fue así, y sobreviví. En la vida, que una historia se acabe significa que empieza otra, algo diferente y, normalmente, mejor. Aunque, claro está, no es una regla de oro. El problema no es decidir(aunque no niego que sea complicado), que es lo que nos hace ser lo que somos, sino dejar atrás esa otra historia, ésa que no nos deja empezar la siguiente.