miércoles, 22 de noviembre de 2006

Página en blanco

Esto funciona así: te levantas una mañana legañosa y sin saber muy bien qué haces en el mundo. Te sientas delante del ordenador sin haber asimilado que ya tienes los ojos abiertos (eso dando por hecho que te hayas lavado la cara y te hayas quitado las legañas). Mientras se pone en funcionamiento e introduces todos los nombres de usuario y las contraseñas, enguyes el desayuno, para que, cuando ya esté arrancando el programa que te interesa, estés casi despierta gracias a que ya has empezado a ingerir tu dosis de teina. Normalmente arrancas varios programas a la vez, entre ellos el messenger, así que cuando te das cuenta ya tienes un par de ventanitas con un par de conversaciones de lo más variopintas (pero qué sería yo sin la peke in the morning...). A la vez que mantienes conversaciones comienzas a escribir, e intercalas párrafos de profunda autorreflexión con líneas con frases muy gestuales del tipo "jajajaaja" o "juas" o "Ah" o "ein". Por fin, cuando acabas de escribir, con el tiempo justo para salir pitando a meterte en la ducha, no repasas lo que has escrito, y piensas "Buf, a saber lo que puse. Voy a tener que repasarlo esta noche". Cuando llegas a casa te encuentras con que tu correo está lleno de comentarios positivos sobre lo que escribiste, así que lo relees, y oh, sorpresa, está bien; está muy bien. Y te sientes satisfecha.
Otros días, te sientas con toda la calma del mundo, deseando volver a escribir algo bueno, y te encuentras con eso: la página en blanco. La miras, y la vuelves a mirar, y la muy puta no te dice nada. Haces crujir tus nudillos y preparas una dosis de teina. Y nada. Pones un disco, pero la página sigue ahí, devolviéndote la mirada. ¡La muy puta, otra vez! Y te vas a la cama pensando que a lo mejor lo que ocurrió el día anterior fue un golpe de suerte, una mano buena que no te van a volver a repartir.
Bécquer decía que era mucho mejor imaginarse al artista en un estado febril, casi poseído por las musas componiendo alguna obra de genialidad extrema, pero que la cruda realidad es que es un trabajo también. Decía que "hay una parte mecánica, pequeña y material en todas las obras del hombre".
Y mientras nuestra tendencia es dejarnos llevar por la vanidad y esperar a que tengamos otro momento de genialidad, lo acertado, sin duda, es seguir escribiendo, es seguir trabajando.
También decía Bécquer que "no siempre la verdad es lo más sublime".

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