jueves, 4 de noviembre de 2010

Los hombres de mi vida

Partimos de la base de que soy complicada. Es posible que para todos los hombres seamos complicadas, pero yo le doy un giro nuevo a la expresión. Y no me entendáis mal; esto no es otra forma de creerme especial. ¡Ojalá!

Vivir conmigo no es fácil, ni siquiera para una mujer. He aprendido mucho con los años, pero todavía me queda, como mínimo, otro tanto por aprender. Por ejemplo: ya no me levanto de mal humor todos los días. Es más, soy capaz de hablar con alguien sin haber desayunado. Eso sí, reconozco que no es mi mejor momento del día...

Me exijo mucho a mí misma. No soy una persona para nada conformista. Creo que todo es mejorable, empezando por uno mismo; y que todo exige una constante revisión para ver cómo se puede sacar el 200% de todo. No vale la pena hacer un esfuerzo si no lo vas a intentar de verdad. Me dejo la piel en todo lo que hago, me lleve más o menos tiempo, y siempre tengo alguna meta que quiero alcanzar. Yo no estoy en la vida de paso.

Así que, bajo estas premisas, es muy difícil llegar a ser alguien importante en mi vida. Y si bien, las mujeres de mi entorno me entienden en mayor o menor medida, a los hombres les cuesta algo más...

Que mi abuelo Carlitos es el hombre al que más echo de menos en mi vida de eso no hay duda. Y es una añoranza superlativa porque ya no volverá; porque soy consciente completamente de todos los momentos que no viviremos juntos. Él era un hombre aparentemente fácil de llevar al que sólo manejábamos las mujeres difíciles de la familia. Le fascinaban las mujeres. Y algunas como mi madre y yo podíamos malear su testarudez a nuestro antojo. El sábado pasado hubiese cumplido 89 años...

Mi padre fue importante desde el primer día, y no es por el hecho de que sea mi padre. Él y yo nos entendemos, en un 90% de las veces. Fue importante, y lo es, porque es la figura que nos hace sentir seguros a todos nosotros. No tiene ataques de pánico, y en medio de una crisis siempre recurrimos a él porque parece como si él fuese a tener la solución para cualquier cosa. Es el médico, el economista, el ñapas, ... Me enseñó a valorar la inteligencia emocional en mí, la capacidad de resolución...aunque consulte primero, sé que la última palabra la tengo siempre yo.

Mi hermano y yo no siempre nos llevamos bien, y es curioso, porque a todo el mundo le sorprende ahora. Aprendimos a apoyarnos el uno al otro, en la medida que nos fuese posible, siempre intentando mantener nuestra relación al margen de nuestros padres. Nos gusta ir a bailar, y con los años hemos desarrollado el mismo gusto por muchas cosas, incluido los tatuajes. No hay nadie con quien me ría más...

Son familia; son sangre. Pero, ¿y los que no lo son? ¿no es más difícil entender a una persona cuando no os une la genética?

El primer hombre importante en mi vida fue Keelan. En él encontré a mucho más que un amigo; encontré al que yo, inocente dieciochoañera adicta a Jane Austen, creyó que era "su alma gemela". Y era tan fácil creerlo... Hasta que la convivencia trajo el "Judith, you are terribly fussy", cosa que a día de hoy no puedo culpar que me dijese. Años después de eso, aún quedaba esa extraña familiaridad que siempre ha habido entre nosotros; esa por la que parecen no pasar los años. Ambos cambiamos, pero ella seguía ahí...impune.

Ha habido después de él romances más o menos importantes; todo lo importantes que quería yo hacerlos en ese momento. Los ha habido que hubiesen merecido que yo mirase un poco más profundamente, y los ha habido en los que quise encontrar algo que no había sólo para cubrir un vacío. Hay algunos importantes entre ellos, y son con los que he sabido conservar algún grado de amistad.

Y luego está él... La herida es muy reciente, y no me siento capaz de decir mucho al respecto. Como diría Jorge Drexler "calma, calma, deja que el tiempo cure". Sólo puedo decir que ha sido el más importante, a día de hoy...

No es fácil estar en mi vida; puede que abra la puerta y deje entrar, pero quedarse ahí no es fácil... Siempre he querido pensar que los momentos buenos conmigo hacen que olvidar los malos sea fácil. Pero eso, quizá, es ser un poco condescendiente conmigo misma...

El próximo día escribiré sobre las mujeres de mi vida para que no os sintáis olvidadas. Al fin y al cabo, no sólo de romances se vive, ¿no?

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